PRÓLOGO ____________________

La conmemoración del quincuagésimo aniversario de la llegada de las aguas del Taibilla a la ciudad de Cartagena me brinda la oportunidad de exponer el hondo significado de esta obra pública que simboliza de forma particular el empeño de este Ministerio en satisfacer las demandas de agua que tienen los ciudadanos, incrementar las disponibilidades de recursos, proteger su calidad y equilibrar armonizadamente el desarrollo regional.

No me duelen prendas en manifestar públicamente mi satisfacción y mi admiración por la labor que durante tantos años han realizado gobiernos de distinto signo político y bajo diferentes regímenes para superar las dificultades orográficas, técnicas y económicas y poder transportar las aguas recogidas en las estribaciones de la sierra del Taibilla hasta la costa mediterránea con un recorrido superior a los doscientos kilómetros.

Si la leyenda cuenta que el acueducto de Segovia fué levantado en un sola noche por el diablo, la historia de esta empresa hidráulica, a la que se puede calificar de una de las más extraordinarias de nuestra geografía, cubre un período de tiempo casi secular y se encuentra minuciosamente documentada desde los innumerables proyectos presentados en 1929, con los planos del trazado general y de los ramales, hasta la descripción pormenorizada de las obras de fábrica que se han venido sucediendo a lo largo de este siglo y que se instalan en el horizonte del próximo milenio.

La red que inicialmente abastecía de agua potable a Cartagena y su base naval, hoy en día cubre una extensión de 11.000 ktr12 y abastece a 76 municipios del sureste peninsular, con una población cercana a los dos millones de habitantes, sin tener en cuenta el contingente de turistas y veraneantes, que consumen anualmente 179 hm3 de los 1$3 hrn3 de agua captados, tratados y distribuidos, de los que 118 hm3 han sido trasvados del río Tajo.

Ante todo quiero señalar el hecho de que la Mancomunidad de los Canales del Taibilla no sólo ha sabido superar las barreras orográficas y geológicas sino, sobre todo, las fronteras administrativas provinciales y autonómicas. Las aguas del río Taibilla en el territorio de Castilla-La Mancha, que en la actualidad se enriquecen en más del doble de su caudal con otras del trasvase Tajo-Segura, alcanzan no ya a la Región de Murcia sino hasta la provincia de Alicante, perteneciente a la Generalitat Valenciana.

El agua es una propiedad colectiva de la nación, tal y coma lo establece nuestra Ley de Aguas de 1985. En un país en el que son tan acusadas las desigualdades pluviométricas se necesita, más que en ningún otro, una política hidrológica de alcance nacional que se proponga distribuir equitativamente entre todos los españoles lo que la naturaleza reparte desequilibradamente. Esta idea de que el interés general debe prevalecer sobre los intereses individuales está expresada certeramente en el Real Decreto-Ley de 4 de octubre de 1927 que concibe formalmente esta obra material como una mancomunidad, es decir, como la unión de personas y la agrupación de municipios o provincias con la Administración Central para resolver problemas comunes qué afectan a toda una colectividad. Lo que cada municipio no puede afrontar por sí solo, se soluciona gracias a esta acción mancomunada en la que todos se asocian y se obligan a contribuir dentro de sus capacidades a solucionar las necesidades de todos y cada uno.

En una época en la que ha arreciado la sequía y en la que numerosas capitales de Andalucía sufren restricciones, hay que reconocer la previsión que tuvieron los gestores públicos al planificar, ejecutar y llevar a buen término esta red de canales que permiten la captación, conducción y almacenamiento en depósitos de agua potable a ciudades y pueblos del sureste español. Frente a quienes defienden que la mejor fórmula para resolver los problemas colectivos hay que buscarla en el libre mecanismo de la ley de la oferta y la demanda, la Mancomunidad de los Canales del Taibilla demuestra con claridad meridiana la superioridad y la eficacia de una cultura pública de la anticipación y de la planificación que prevé y decide a largo plazo las soluciones más eficientes.

Los viejos cántaros portados por mujeres y los tradicionales aguadores que en carromatos o a lomos de mulas acarreaban el agua a las casas, han sido afortunadamente suplantados por una tupida red de canales y conducciones forzadas que suman más de 1.300 kilómetros, un centenar de depósitos de reserva, cuatro grandes estaciones de bombeo, media docena de plantas potabilizadoras, todo bajo la supervisión automatizada de un centro de control de la explotación con sede en Cartagena. De esta forma la técnica ha logrado dominar la rebelde naturaleza y poner al servicio de los seres humanos este bien imprescindible para la vida, que en otros tiempos parecía gratuito pero que hoy se ha convertido en un recurso de inestimable valor. De no existir los Canales del Taibilla, con toda certeza, el desarrollo económico y social de esta región hubiese sido muy distinto y claramente inferior al actual.

Solo me resta expresar mi felicitación y mi agradecimiento más cordial a los actuales responsables de la Mancomunidad y a todos aquellos, unos con apellidos ilustres, y otros, los más, ocultos en el anonimato, que han ido forjando, día a día, este extraordinario servicio público, orgullo y honra de la ingeniería y de la administración española que debe servir de ejemplo para estimular nuestro empeño por abastecer a todos los hogares de la península y de las islas de este recurso vital, como es el agua potabe, siempre respetando al máximo y aun mejorando nuestro entorno ambiental.

JOSE BORRELL FONTELLES
Ministro de Abras Públicas,
Transportes y Medio Ambiente
Mayo de 1995

 

 

<volver >