Las
aguas subterráneas en el Anteproyecto del Plan Hídrológico
Nacional
Rafael
FERNÁNDEZ RUBIO
Dr. Ingeniero de Minas
Catedrático de Hidrogeología
UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID
Presidente
Comité de Medio Ambiente
INSTITUTO DE LA INGENIERIA DE ESPAÑA
Presidente
CLUB ESPAÑOL DEL MEDIO AMBIENTE
Introducción
Un
Plan Hidrológico Nacional (PHN), como instrumento de
gestión hídrica del país, al máximo
nivel, es absolutamente imprescindible y deseado por cuantos
nos movemos en el mundo del agua y del medio ambiente. Y lo
es porque en un país como España, con sus irregularidades
pluviométricas, no podemos estar al arbitrio de inundaciones
y de sequías, de escasez y de despilfarro de agua.
Sin
remontarnos a datos históricos, hay que resaltar que
los sucesivos gobiernos, de la España de la democracia,
lo han tenido siempre como objetivo programático, al
tiempo que técnicos y políticos han dedicado
ingentes esfuerzos en concretar su estructuración,
tratando de conseguir un PHN adecuado a los requerimientos
de nuestra singularidad hídrica.
Pero
los problemas han surgido siempre, para los diferentes borradores
y anteproyectos, como consecuencia de que los políticos
y técnicos responsables han trabajado con su "verdad",
impermeables a aportaciones que pudieran ser discrepantes.
Y, en esa misma idiosincrasia ibérica, nos encontramos
con que cada español se considera planificador hídrico
nato. Conjugar esas dos realidades entiendo que es un ejercicio
bien difícil de resolver.
Por
diferentes motivos he estudiado a fondo la documentación
aportada por el Ministerio de Medio Ambiente; he analizado
sus antecedentes; he buceado en varios Planes de Cuenca; he
leído con fruición lo que la prensa diaria ha
reflejado (y todavía correrán rías de
tinta); he asistido a coloquios y mesas redondas; he comparado
con lo que '' se hace en otros países, y mi conclusión
final es que estamos ante un documento que refleja un ''gran
esfuerzo humano, pero faltaría a la verdad si digo
que todo me parece perfecto. Por ello deseo hacer una critica
constructiva, hilvanando ideas, con esperanza de que, alguien,
desde la responsabilidad, encuentre aquí alguna reflexión
que pudiera ser aprovechable.
Pero
me voy a ceñir, sólo y exclusivamente, a las
aguas subterráneas, sin abordar otros aspectos para
los que la tentación no falta, especialmente los referentes
a temas ambientales, a lo que incita leer en la documentación
elaborada por el MIMAM que "otras consideraciones, como
las económicas o las medioeambientales, han de ser
debidamente valoradas y consideradas''.
Aspectos
conceptuales
En
el primer párrafo del volumen dedicado al Análisis
de Antecedentes, se explícita el enfoque de este PHN:
`Este Documento de antecedentes y descripción de alternativas
de las transferencias intercuencas.
".
Es de agradecer esta honradez, para no llamarnos a engaños;
el PHN se ha desarrollado para abordar esas transferencias,
máxime cuando las "alternativas" a las que
se refieren se refieren, sólo y exclusivamente, a "Trasvases".
Tan llanamente se dice, que lo más lógico hubiera
sido denominarlo "Plan Nacional de Infraestructuras Hidráulicas".
Con
esta convicción, y antes de proseguir el relato, recuerdo
que en 1977, cuando se cumplía el 50 Aniversario de
la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir,
recibí un libro lujosamente presentado: "Guadalquivires".
Busqué las aguas subterráneas en su Temario,
y no las encontré; busqué hidrogeólogos
entre los colaboradores, y allí no estaban; y, pasando
y repasando páginas, localicé finalmente dos
dedicadas a "Consideraciones sobre aguas subterráneas
en la cuenca del Guadalquivir". Parecía que allí
debería estar condensado lo que son estas aguas en
la cuenca del Guadalquivir, pero mi sorpresa fue leer, al
referirse a los recursos de aguas subterráneas del
Valle inferior del Guadalquivir, que "no son especialmente
notables"; y para la parte acta de la cuenca se dice
que "sus recursos aparecen mucha más limitados".
Es cierta que se destaca la importancia de los acuíferos
kársticos, pero se concluye inmediatamente que "Son
muy numerosos los cursos de agua que nacen en surgencias de
fas corrientes subterráneas de tos macizos kársticos
(sic)". Y, al referirse a los coluviales, aluviales y
terrazas fluviales, se lee que "pueden ser interesantes.
Aunque su discontlnuidad impide que formen acuíferos
de gran magnitud». Para la calidad de estas aguas no
hay ningún adjetivo favorable: elevada dureza, carácter
selenitoso, aguas saladas. Con esta mentalidad se abordaban
las aguas subterráneas en una cuenca en la que su papel
es trascendente, y en la que ahora, en palabras del propio
PHN, se dice que: "Las aguas subterráneas representan
en la cuenca del Guadalquivir una fracción superior
al 25% de la aportación total de la cuenca". Este
mismo PHN, al referirse a los recursos hidrogeológicos
dice que se "ponen de relieve la importancia de los recursos
subterráneos y la necesidad de estudiar con más
detalle e incorporar los recursos que puedan proporcionar
los acuíferos analizados en los sistemas de explotación
de recursos hídricos, como fuente estratégica
" (el subrayado lo añado yo). Parece que
estamos entre un querer y un no querer considerar la importancia
de los acuíferos.
Pero
si volvemos al PHN, al hablar de la cuenca del Segura y de
Almería, y de otras, vuelve a decirse que "estos
bombeos podrían disminuir fas aportaciones entrantes
a los embalses si se sitúan en acuíferos que
drenan hacia ellos", para añadir que "la
utilización de tos acuíferos situados aguas
arriba de los embalses no mejoraría significativamente
las disponibilidades". Se siguen ignorando (o minusvalorando)
las posibilidades que ofrecen los acuíferos, verdaderos
embalses sin hormigón que nos brinda la Naturaleza.¿Qué
sería más acorde con la política de un
Ministerio de Medio Ambiente: aprovechar la regulación
natural que puedan ofrecer las aguas subterráneas,
o ir abiertamente a grandes obras hidráulicas? ''.
Quiero
ser optimista, especialmente porque en el PHN se puede leer
que: "las propuestas disponibles no excluyen el que existan
otras posibles soluciones técnicas no explicitadas
hasta ahora y, en consecuencia, no plasmadas en este documento
... En cualquier caso, el proceso de discusión pública
de este Plan Hidrológico es una ocasión propicia
para la emergencia, en su caso, de tales alternativas".
Por otra parte no olvidemos que, en la Directiva Marco de
Aguas (considerando 41), se pide "la implicación
del público en general antes de tomar la decisión
final sobre las medidas necesarias ¿Se hará
sí? Esperemos que sí.
El
problema es que llueve sobre mojado (o mejor: sobre seco),
ya que, analizando las propuestas del anterior PHN (1993),
las aguas subterráneas también fueron el gran
ausente, y lo mismo ha acontecido con planteamientos posteriores
a 1996.
Es
más, en 1998 se presenta el Libro Blanco del Agua en
España (LBAE), en el que se presenta un balance hídrico
entre recursos potenciales y demandas (actuales y futuras),
se define su carácter deficitario o excedentario, y
se identifican las áreas más significativas
que debían ser objeto de análisis I detallados,
pero, se pasa de puntillas sobre las aguas subterráneas:
"estos análisis se refieren exclusivamente a la
viabilidad de las transferencias, en el sentido de terminar
necesidades estrictas en las cuencas receptoras, máximos
trasvasables en las cedentes, y condiciones técnicas
del proceso".
Antes
de seguir adelante quisiera aclarar al lector que no soy defensor
a ultranza de las aguas subterráneas, soy enemigo acérrimo
de la sobreexplotación de acuíferos, he sido
coautor del proyecto del trasvase Tajo-Segura, tal vez por
todo ello me resulta extraño que, sobre las aguas subterráneas,
se sea tan superficial en estas "biblias" hidrológicas.
Las
aguas subterráneas en el PHN
Con
los antecedentes anteriores cabría preguntarse ¿se
han ignorado totalmente las aguas subterráneas?. ¡No!
En
1994 vio la luz el Libro Blanco de las Aguas Subterráneas
(LBAS), en cuya elaboración intervinieron hidrogeólogos
de reconocido prestigio, tanto del Instituto Tecnológico
Geominero de España como de la Dirección General
de Obras Hidráulicas.
En
este LBAS, tras analizar la situación, se concretan
los programas de actuación del sector público,
ordenados en dieciséis actuaciones que incluyen, entre
otras, a las siguientes: inventario de recursos de aguas subterráneas;
red de control; censo de aprovechamientos; sobreexplotación
y salinización; otorgamientos de nuevas explotaciones
y asignación de recursos; perímetros de protección
de captaciones; protección de humedales relacionados
con las aguas subterráneas; infraestructuras de captación
para periodos de sequía; abastecimiento de núcleos
urbanos; recarga artificial, ... Pero, si paseamos la mirada
por esos seis años, vemos que no se han aplicado las
inversiones programadas para actuaciones en aguas subterráneas,
que en aquel entonces ascendían a 138.890 millones
de pesetas; incluso más: la sequía presupuestaria
ha ido in crescendo para al ahora rebautizado Instituto Geológico
y Minero de España.
Después
de este abandono, cuando en el PHN se busca el papel de los
acuíferos y, concretamente, en el volumen dedicado
al Análisis de los Sistemas Hidráulicos, se
lee que "Desde el punto de vista de los regadíos,
y en relación con el medio ambiente, las transferencias
se destinarán exclusivamente a eliminar la actual sobreexplotación
de acuíferos". Inmediatamente uno espera encontrar
el planteamiento de operaciones de recarga artificial de acuíferos,
especialmente si se tiene en cuenta que la máxima disponibilidad
de aguas trasvasables se produce cuando la demanda es menor.
Pero intento vano: la recarga no es objeto de consideración
en el PHN. Tampoco ya son objeto de atención aquellas
dieciséis actuaciones sobre las aguas subterráneas.
Es
más, en el PHN siempre está presente una visión
viciada de la relación río-acuífero.
Por doquier aparece el acuífero como alimentador de
los ríos, y siempre se olvida el hecho contrario: el
río alimentador de acuíferos. De ahí
el silogismo lleva a afirmar que siempre las extracciones
de aguas subterráneas van a debitar agua a los ríos,
pero no se dice que la regulación de los ríos
merma la recarga natural de los acuífero aguas abajo.
Así,
por ejemplo, al analizar los elementos de regulación
subterránea en la cuenca del Guadalquivir, podemos
leer que "El análisis se ha centrado en los acuíferos
situados aguas debajo de los principales embalses de regulación,
ya que los bombeos de acuíferos situados aguas arriba
de éstos podrían disminuir las aportaciones
entrantes", y lo mismo se repite al hablar de la cuenca
del Júcar o en el Sureste. Igual acontece en el LBAE,
cuando se dice que "La explotación de los acuíferos
produce descensos en sus niveles piezométricos y en
los caudales de los ríos y manantiales", pero
para nada se menciona que la construcción de embalses
reduce la recarga de los acuíferos aguas abajo. Son
demasiado reiterativos estos planteamientos para no parecer
sospechosos.
Si
aceptáramos esos raciocinios sólo podríamos
utilizar los acuíferos que no tienen embalses aguas
abajo, y tendríamos que resignarnos casi a los acuíferos
costeros, de los que se nos diría que es mejor no tocar
por, estar salinizados o sobreexplotados. Esto es ignorar
el verdadero papel de la utilización conjunta, especialmente
interesante en estos "embalses subterráneos",
que no requieren hormigón, no inundan terrenos, no
plantean riesgos a las poblaciones aguas abajo, ...
En
el PHN sólo excepcionalmente, y casi de pasada, se
reconoce la influencia de la regulación de las aguas
superficiales en el decremento de la recarga de los acuíferos.
Así lo encontramos al abordar la recarga del acuífero
del delta del Llobregat, cuando se dice que "ha ido disminuyendo
con el pasa del tiempo debido a la construcción de
encauzamientos para defensa contra avenidas; disminución
de crecidas por mayor regulación aguas arriba, merma
de caudales por derivaciones, etc". Y uno se pregunta:
¿se ha tenido esto en cuenta en el Delta del Ebro?
La
recarga artificial
En
el PHN, al abordar la situación en cuencas del Levante
español, se concluye con frecuencia en que no cabe
proponer incrementos de explotación por bombeo en una
serie de unidades hidrogeológicas, sino por el contrario
reducir las extracciones actuales. Y estoy de acuerdo. Pero
lo que no se acompañan son medidas para recuperar esos
sistemas sobreexplotados, mediante recarga artificial directa
(superficial o subterránea), o inducida (obras hidráulicas
específicas). ¡Qué buen papel podrían
jugar las aguas trasvasadas aplicadas a la recarga en épocas
de descenso de la demanda!.
Con
respecto a la recarga artificial llama la atención
la falta de confianza en esta tecnología, muy probablemente
por desconocimiento de sus potencialidades. Ya en el LBAE
se decía que "Los resultados obtenidos en estas
experiencias son esperanzadores, aunque se han producido algunos
fracasos que han sido fruto tanto de una falta de planificación
y tecnología, como de un interés insuficiente
por sus posibles beneficiarios, y escasa aportación
económica para desarrollarlas". Incluso se permitía
hacer referencia a que sólo en el Estado de California
se aporta, mediante recarga artificial, un volumen de 1.400
hm3/año, y que Alemania y Holanda son los países
de la Unión Europea con más instalaciones de
recarga (podría añadir casos muy favorables
en los que en intervenido en la Chequia y en Ucrania). Pero
nada de esto ha servido para que en el PHN se tenga en cuenta
la recarga de acuíferos y se prevean inversiones para
ella.
Pienso
que no debería pretenderse incrementar la extracción
de aguas subterráneas, pero si compensar el déficit,
no sólo por sustitución de extracciones con
aguas trasvasadas sino también por realimentación
artificial de acuíferos sobreexplotados. Se podría
argumentar que esa política no sería equitativa,
pero habría que responder que del arca nacional han
salido, muchas inversiones destinadas a construcción
de embalses y trasvases.
Por
supuesto aspecto clave tiene que ser, siempre, el de la utilización
conjunta, de la que tan buenos ejemplos hay en la cuenca del
Júcar, señalados en el propio PHN, y que suponen
aumentos muy sensibles de la garantía en los suministros.
Los
acuíferos compartidos
En
el PHN se dedica un volumen íntegramente a los acuíferos
"compartidos", considerando como tales a los que
se sitúan físicamente entre dos cuencas hidrográficas
o, mejor dicho, en ámbitos territoriales de dos Confederaciones
Hidrográficas vecinas. El resto no son objeto de atención,
por considerarlos en la demarcación de cada Plan Hidrológico
de Cuenca.
Pues
bien, en la introducción de dicho volumen se dice que,
en cumplimiento del Reglamento de la Administración
Pública del Agua y de la Planificación Hidrológica
(RAPAPH), en el PHN se deberán evaluar y asignar los
recursos a esas unidades hidrogeológicas compartidas.
Y se pasa de las 20 unidades compartidas del LBAE, a una propuesta
de 51, a partir de los Planes de Cuenca y del propio PHN,
para quedar finalmente en 16.
Para
cada uno de los 51 acuíferos compartidos se incluye
una ficha, a doble página, en la que en una aparecen
sendas figuras: límites de la unidad, afloramientos
permeables y tipo (carbonatado, detrítico o volcánico),
y núcleos de población y superficies de regadío
(diferenciando si el origen del agua es superficial, subterráneo
o mixto). En la otra página se incluye una tabla con
los datos de recarga (según distintas fuentes), desglosando
la infiltración según el origen: lluvia directa,
cauces perdedores, retornos de riego y transferencias desde
otras unidades; una segunda tabla refleja los usos del agua
(urbano, agrícola, industrial y total); una tercera
incluye las salidas (ríos, mar, otras unidades, manantiales
bombeos).
Pues
bien, el análisis de estas fichas causa perplejidad.
Así, si nos vamos a la unidad Bajo Ebro - Montsiá
(en la que se localiza el delta así como unidades carbonatadas
y detríticas, aguas abajo de la toma para el trasvase),
sorprende observar que las correspondientes tablas aparecen
sin datos de usos del agua y de salidas; para la recarga hay
un solo dato global, y se desconoce la cuantificación
de la recarga individual por lluvia, cauces, riegos y transferencia
desde otras unidades. Este desconocimiento sorprende cuando
el agua trasvasada puede afectar significativamente a dicha
unidad hidrogeológica.
Pero
igual falta de conocimiento se manifiesta en otras de las
dieciséis cuencas retenidas, como es el caso de las
unidades de: Quintanilla-Peña Horadada-Atapuerca; Cubeta
de Almazán / Borobia-Aranda de Duero; Albarracín-Cella-Molina
de Aragón; ...
Pero
esto no es todo: es llamativa la gran disparidad de los datos,
según sea la fuente de información (LEAS, Planes
de Cuenca, MOPT y MIMAM), discrepancias que, una vez más,
ponen en evidencia la necesidad de esfuerzo investigador en
el campo de las aguas subterráneas, a nivel oficial.
Esfuerzo inversor que no aparece incluido en el volumen de
Análisis Económicos del PHN, el cual recoge
exclusivamente los costes básicos de las transferencias.
Investigación
de acuíferos
Cuando
se llega a este punto, se observa la escasa investigación
de la Administración sobre los acuíferos, y
la laguna presupuestaria para atenderla. Cabría pensar
que esto no es así, y que esa investigación
ya está realizada, y no es de uso público. Pero
esto no es cierto.
Recién
publicado el LBAS, como Presidente del Club del Agua Subterránea
me correspondió organizar unas Jornadas sobre el citado
Libro Blanco. En ellas se destacó la urgencia de poner
en marcha aquellos programas, con los cientos de millones
de presupuesto. Se insistió una vez más en la
necesidad de que la Administración hidráulica
dispusiera de expertos en aguas subterráneas; se resaltó
la carencia de programas de investigación y desarrollo
en aguas subterráneas; se consideró por los
responsables de las Administraciones la conveniencia de mejorar
la formación de sus cuadros técnicos... Todo
esto estaba asumido por la Administración ¿qué
atención se ha prestado a las aguas subterráneas
en estos seis años?
El
acuífero del delta del Ebro
Al
referirse el PHN a la futura Directiva Marco de Aguas se reconoce
que "En el caso de que un Estado miembro de la Unión
decidiera acometer un trasvase, habría que considerar
la magnitud de su afección sobre el estado ecológico
de las aguas y el principio de no retroceso, por el que una
masa de agua no puede tener un estado ecológico inferior
al existente...", y para evitar las restricciones que
de ello se pueden derivar, se mencionan sospechosamente cinco
"márgenes interpretativos de la norma y las posibilidades
de actuación excepcional'.
Llegado
a este punto cabe plantearse lo que pudiera ocurrir en la
hidrología del delta del Ebro, incluyendo su sistema
acuífero subterráneo. Y surge la sorpresa cuando
se observa la inexistencia, antes señalada, en el PHN,
de información sobre este acuífero, a pesar
de decirse que "La cuestión básica a dilucidar
será la del impacto de las transferencias sobre el
estado ecológico del dominio público hidráulico,
tanto en las cuencas de origen como en las de tránsito
y destino".
Este
delta ha llegado a una situación crítica, por
falta de aportes de materiales en suspensión que, según
el propio PHN, en poco más de un siglo han pasado de
ser casi 7 millones de toneladas/año hasta apenas 0,1
a 0,15. Todo ello como consecuencia de la construcción
de embalses. Esta falta de aportes está afectando y
afectará aún más a la extensión
del delta y, por supuesto, a cualquier actuación que
se quisiera hacer en su acuífero, al estar constituido
por materiales no consolidados y sujetos a procesos de subsidencia.
Pero,
además, el estudio de la "cuña salina",
en el delta se circunscribe exclusivamente a las aguas superficiales,
obviando la presencia de acuíferos semicautivos, en
contacto con el mar, en los que existe una "interzona"
agua dulce - agua salada, que se podrá ver afectada
por cualquier detracción de aguas superficiales.
Conclusiones
Apoyo,
decididamente, una mejor gestión de los recursos hidráulicos,
pero veo con desasosiego que las aguas subterráneas,
en el Anteproyecto del Plan Hidrológico Nacional, son
las grandes olvidadas (u obviadas). Esto no sólo porque
debieran ser tenidas en cuenta en la gestión global
del recurso hídrico, sino porque se ignora el papel
regulador de los sistemas acuíferos, se tergiversan
las relaciones biunívocas acuíferorío,
y se menosprecia el interés de la recarga artificial
de sistemas sobreexplotados.
Las
lagunas en el conocimiento de los acuíferos siguen
sin resolverse, y las reiteradamente demandadas necesidades
de estudio de las aguas subterráneas quedan relegadas
al olvido.
¿Lo
entenderán así los responsables de las políticas
del agua? Esperemos que la respuesta sea afirmativa.
Bibliografía
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Hidrográfica del Guadalquivir. 1977. Guadalquivires.
599 pág. Jerez de la Frontera (Cádiz).
Club
del Agua Subterránea. 1995. Jornadas sobre el
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Madrid.
Ministerio
de Industria y Energía y Ministerio de Obras
Públicas, Transportes y Medio Ambiente. 1994.
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Madrid
Ministerio
de Medio Ambiente. Diciembre, 1998. Libro Blanco del
Agua en España 855 pág. Madrid.
Ministerio
de Medio Ambiente. Septiembre 2000. Plan Hidrológico
Nacional: Análisis de Antecedentes y Transferencias
Planteadas (222 pág), Análisis de
los Sistemas Hidráulicos (390 pág), Delimitación
y Asignación de Recursos Acuíferos Compartidos
(130 pág.), Análisis Ambientales (266
pág), Análisis
Económicos (325 pág.). Madrid.
Ministerio
de Medio Ambiente. Septiembre 2000. Plan Hidrológico
Nacional. Consejo Nacional del Agua. 52 pág.
Madrid.
Ministerio
de Medio Ambiente. 2000. Anteproyecto de Plan Hidrológico
Nacional. Madrid. Toharia, M. Octubre 2000. Sequía,
embalses, Plan Hidrológico. Unión
Fenosa, 122-123. Madrid.
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