OPINION
MULTIPLE
DIARIO MONTAÑÉS Pág.   Miercoles, 17/09/2003

Autor: JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE TERÁN MIRA/DOCTOR EN CIENCIAS GEOLÓGICAS Y PROFESOR TITULAR DE GEODINÁMICA EXTERNA DE LA UNIVERSIDAD DE CANTABRIA
 
       
 
Las aguas subterráneas en Cantabria  
 
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Miércoles, 17 de septiembre de 2003


JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE TERÁN MIRA/DOCTOR EN CIENCIAS GEOLÓGICAS Y PROFESOR TITULAR DE GEODINÁMICA EXTERNA DE LA UNIVERSIDAD DE CANTABRIA
La aparición durante las últimas semanas en la prensa regional de distintas opiniones, a propósito de los problemas causados por el insuficiente suministro de agua a diversas zonas y municipios de Cantabria, así como la reciente decisión del nuevo Consejero de Medio Ambiente de crear en la Consejería una Dirección General de Obras Hidráulicas y Ciclo Integral del Agua, son dos circunstancias que me mueven a presentar a la opinión pública regional una serie de reflexiones sobre las aguas subterráneas en Cantabria.

Existe un concepto en hidrología que se conoce como Ciclo hidrológico, que esquematiza la circulación del agua en sus diversos estados (sólido, líquido o gaseoso) a través de los distintos reservorios (glaciares, mares, ríos, acuíferos subterráneos y atmósfera) en los que aparece acumulada en nuestro planeta. La cantidad de agua que existe sobre la Tierra es una cantidad finita, inmensa pero limitada, desde hace millones de años, y también desde hace millones de años está circulando por el planeta en distintos estados físicos, en un movimiento continuo a través de los diferentes reservorios disponibles. La energía necesaria para este movimiento del agua a escala planteria es inagotable porque proviene del sol; de paso, durante este movimiento el agua, a través de los cambios de estado que sufre, es depurada en lo que constituye el más gigantesco, eficaz y barato (es absolutamente gratis) sistema de depuración disponible.

Una política eficaz y sostenible de gestión del agua debe tener muy presente la totalidad del Ciclo hidrológico, porque una gota de agua dada hoy puede estar circulando por un río, mañana llegar al mar, evaporarse pasado para formar parte de una nube, que a su vez llevada por los vientos puede descargar sobre un continente como lluvia (o nieve), para continuar infiltrándose a través de las rocas hacia un acuífero subterráneo, volviendo a incorporase a los cauces superficiales a través de los manantiales. Cualquier perturbación (por consumo o contaminación) que el hombre produzca sobre la gota de agua en cuestión tendrá repercusiones en todo el ciclo.

La decisión del Consejero de Medio Ambiente al crear la Dirección General aludida anteriormente, parece indicar una loable y novedosa voluntad política de considerar la gestión del agua en su totalidad, incluyendo tanto a las aguas superficiales como a las subterráneas, ya que ambas constituyen partes de ese todo interrelacionado que es el ciclo hidrológico.

Según el Instituto Geológico y Minero de España (Los sistemas hidrogeológicos de Cantabria, IGME, 1984) existen en Cantabria tres grandes sistemas acuíferos, que constituyen otras tantas grandes zonas de almacenamiento subterráneo del agua: el sinclinal de Santander-Santillana y zona de San Vicente de la Barquera, la unidad Jurásica al sur del anticlinal de las Caldas de Besaya, y el Complejo Calcáreo Urgoaptiense de la zona oriental de Cantabria. Como se puede apreciar, estos tres grandes sistemas se distribuyen estratégicamente, en la zona costera occidental de la región, en la mitad sur, y en la zona costera oriental, respectivamente, por lo que las distancias desde estos depósitos subterráneos a los posibles centros de consumo distribuidos por toda la superficie regional son relativamente pequeñas.

Los recursos de aguas subterráneas estimados por el IGME, hasta una profundidad de 100 m por debajo de la cota de manantiales, con porosidades eficaces entre el 1% y el 2%, con lluvias útiles de entre 400 mm/año en la costa y 1600 mm/año en las montañas (la evapotranspiración real en Cantabria está comprendida entre 500 mm/año en la costa y 700 mm/año en el interior), en estos tres sistemas son de 465-524 hm3/año. Estas disponibilidades se distribuyen bastante homogéneamente por toda la superficie regional. Así, para el sistema contituido por el sinclinal de Santander-Santillana y zona de San Vicente de la Barquera, se calculan unos recursos de 88-142 hm3/año, para el sistema denominado Unidad Jurásica del sur del anticlinal de Las Caldas los recursos son de 167-172 hm3/año, mientras que para el Complejo Calcáreo Urgoaptiense de la zona oriental se estiman en 210 hm3/año.

Estas cifras representan una enorme cantidad de agua, disponible anualmente para su utilización sin merma de las reservas de los acuíferos. La magnitud de estos números seguramente se hace más asequible si los comparamos con algunos términos de referencia. El embalse del Ebro tiene una capacidad máxima de 540 hm3, con un volumen útil de 528 hm3, es decir aproximadamente una cantidad de agua del mismo orden que anualmente el conjunto de los acuíferos regionales ponen a disposición del consumo. La bahía de Santander tiene actualmente un volumen total a pleamar de aproximadamente 120 hm3, por lo que los recursos hídricos estimados anualmente para el conjunto de los acuíferos regionales representan entre 3,9 y 4,4 veces el agua embalsada en la bahía durante una pleamar. Estimando un consumo de 500 l/habitante/día, el consumo anual de agua en Cantabria (535.000 habitantes, según INE, 2002) puede evaluarse en unos 98 hm3, apenas la quinta parte de los recursos disponibles en los acuíferos. Con el mismo consumo por habitante/día, Santander (asignándola una población de 200.000 habitantes) necesitaría 36,5 hm3/año, el mismo volumen de agua que se bombeaba anualmente desde el interior de la Mina de Reocín cuando ésta estaba en funcionamiento.

Cantabria presenta una magnífica situación en cuanto a volumen y disponibilidad de recursos subterráneos y distribución de los sistemas acuíferos. Me atrevería a decir que nuestros acuíferos subterráneos presentan indudables ventajas para su utilización: sus cuantiosas reservas escasamente utilizadas, su capacidad de autoregulación, la calidad de las aguas, bajo coste de explotación y proximidad a los centros de consumo.

Una gestión integral del agua debe compatibilizar la utilización de los recursos hídricos superficiales y subterráneos, de manera sostenible, y con criterios de rentabilidad económica, por lo que me parece que este es el momento adecuado para que por parte de los organismos de la Administración competentes en materia hidráulica se emprenda un estudio científico-técnico que permita evaluar tanto los recursos hídricos regionales (superficiales y subterráneos), su compatibilización a fin de asegurar un suministro permanente, disponibilidad y vulnerabilidad ante contingencias climáticas, así como las infraestructuras necesarias para su captación y distribución. Un estudio de este tipo debería contemplar las posibles alternativas de suministro, la incidencia ambiental de las mismas, y la comparación de los costes derivados de la construcción y conservación de las infraestructuras necesarias, incluyendo la factura anual correspondiente al gasto energético derivado de los bombeos de las aguas subterráneas o de los trasvases entre cuencas. Cantabria tiene una ingente riqueza de agua en los acuíferos subterráneos. Puede decirse que la capacidad de estos recursos hídricos representan cuatro veces la capacidad de la bahía de Santander en pleamar .