Una nueva fuga de agua radiactiva en Fukushima llega al Pacífico
Mié, 07/12/2011
Nueve meses después del desastre provocado por el tsunami del pasado 11 de marzo en Japón, la siniestrada central nuclear de Fukushima sigue sufriendo fugas radiactivas que pueden haber llegado al Océano Pacífico. Durante el fin de semana, la Compañía Eléctrica de Tokio (Tepco) descubrió que 45 toneladas de agua altamente contaminada se habían derramado de una desaladora donde se estaba purificando todo el líquido almacenado en la planta para enfriar los reactores. Los técnicos contuvieron el escape al parar la máquina, pero luego hallaron una grieta en un muro de cemento y comprobaron que el agua se estaba filtrando a una tubería que desemboca en el mar, donde se podrían haber vertido unos 300 litros con estroncio radiactivo un millón de veces superior a lo permitido.
Además, y según la propia compañía que gestiona la central, el agua en la desaladora contiene 16.000 becquerelios por litro de cesio 134 y 29.000 de cesio 137. A tenor de la ONG Centro Ciudadano de Información Nuclear, dichos niveles superan 270 y 322 veces los límites permitidos por las leyes niponas, informa France Presse.
Los operarios apilaron sacos de arena para controlar la fuga, pero este nuevo incidente ha vuelto de poner de manifiesto el impacto medioambiental y sobre la salud humana del desastre de Fukushima. Como el cesio 137 se mantiene durante décadas y es cancerígeno, los ecologistas creen que dichas partículas tóxicas han sido absorbidas por los peces de la cercana costa de Fukushima, sobre todo el atún, y pasado a la cadena alimentaria en un país donde el «sushi» es el plato nacional.
Los técnicos de Tepco intentan llevar los reactores a una «parada fría» antes de final de año, pero en los últimos días han tenido que inyectar nitrógeno en sus vasijas para evitar explosiones por concentraciones de hidrógeno, que fue la causa de que estallaran tras el tsunami. Dichas explosiones liberaron a la atmósfera tanta radiactividad que el Gobierno nipón se vio obligado a evacuar a unas 80.000 personas que vivían en un área de 20 km. alrededor de la central, una auténtica «zona muerta» a la que no podrán regresar durante décadas.
Además, se vertieron al mar 11,5 millones de litros de agua contaminada que han arruinado la potente industria pesquera. El Ministerio de Medioambiente estima que se han acumulado otros 45 millones de metros cúbicos de desechos radiactivos, que tardarán décadas en descontaminarse.
Además, y según la propia compañía que gestiona la central, el agua en la desaladora contiene 16.000 becquerelios por litro de cesio 134 y 29.000 de cesio 137. A tenor de la ONG Centro Ciudadano de Información Nuclear, dichos niveles superan 270 y 322 veces los límites permitidos por las leyes niponas, informa France Presse.
Los operarios apilaron sacos de arena para controlar la fuga, pero este nuevo incidente ha vuelto de poner de manifiesto el impacto medioambiental y sobre la salud humana del desastre de Fukushima. Como el cesio 137 se mantiene durante décadas y es cancerígeno, los ecologistas creen que dichas partículas tóxicas han sido absorbidas por los peces de la cercana costa de Fukushima, sobre todo el atún, y pasado a la cadena alimentaria en un país donde el «sushi» es el plato nacional.
Los técnicos de Tepco intentan llevar los reactores a una «parada fría» antes de final de año, pero en los últimos días han tenido que inyectar nitrógeno en sus vasijas para evitar explosiones por concentraciones de hidrógeno, que fue la causa de que estallaran tras el tsunami. Dichas explosiones liberaron a la atmósfera tanta radiactividad que el Gobierno nipón se vio obligado a evacuar a unas 80.000 personas que vivían en un área de 20 km. alrededor de la central, una auténtica «zona muerta» a la que no podrán regresar durante décadas.
Además, se vertieron al mar 11,5 millones de litros de agua contaminada que han arruinado la potente industria pesquera. El Ministerio de Medioambiente estima que se han acumulado otros 45 millones de metros cúbicos de desechos radiactivos, que tardarán décadas en descontaminarse.