El agua, elemento común de influencia en todas las lenguas
Vie, 06/07/2012
Versa en la introducción al curso de verano de la Universidad de Extremadura 'El agua y la palabra' que las cosas más cercanas y necesarias para el hombre son las que más han influido en la formación y organización de las lenguas. En los pueblos mediterráneos, en los que se incluyen también aquellos que pasaron por el territorio y que tras las glaciaciones subieron hacia el norte de Europa, el agua ha sido siempre un elemento de vital importancia. Como consecuencia, el concepto 'agua' se refleja intensamente en la constitución de las lenguas.
El director del seminario y catedrático de la UEx Eustaquio Sánchez Salor declara que «sin el agua no habría vida: el origen de la vida en el planeta está en el agua». También en el mito bíblico, Dios hizo al hombre de barro, es decir, fue necesario agua y tierra para que surgiera. «Y cuando surge la vida, lo primero que hubo era la palabra, in principio erat verbum, dice también el mito bíblico, patrimonio exclusivo de la inteligencia humana», apunta Sánchez. Agua y palabra permanecen unidas desde los orígenes del hombre y, por tanto, el agua aparece como un concepto recurrente en las letras de todas las civilizaciones.
El propio Eustaquio Sánchez Salor ha impartido una conferencia sobre la multitud de topónimos que hoy en día se conservan relacionados con el agua. Explica que los nombres de los lugares tienen diferentes motivaciones: el terreno y sus formas, 'Cabezo'; las plantas y hierbas que produce, 'Almendralejo'; los animales que lo habitan, 'Palomar'; construcciones, 'Las Torres'; la religión 'Santa Cruz' o el dueño o fundador 'Medellín'.
De todas esas motivaciones, la más conservadora es la que se refiere al tipo de terreno, las demás cambian con el paso del tiempo. El topónimo que se basa en las características del terreno en función del agua es el más difícil de cambiar. «Los ríos, las aguas, las lagunas no son de nadie ni están sujetos a modas. Por ello, los hidrotopónimos son un buen testigo de los pueblos que han pasado por el lugar», recuerda el director del curso. El nombre Guadiana nos informa que por él pasaron pueblos prerromanos, por 'Anas' y pueblos árabes, por 'Guad'.
En la literatura el agua, los ríos, el mar... aparecen como metáforas recurrentes para simbolizar conceptos tan antagónicos como puede ser vida y muerte o la grandiosidad o pequeñez.
En la religión cristiana también se recoge este antagonismo, desde ser un elemento purificador en el bautismo a convertirse en una herramienta de castigo divino como en el diluvio universal o en las diez plagas de Egipto con la conversión del agua en sangre o la tormenta de granizo.
Explica Eustaquio Sánchez que en la mentalidad cristina, la naturaleza es un instrumento que Dios utiliza para dirigir y organizar el mundo en función de su providencia.
Patrocinado por el grupo de investigación de la UEx 'Francisco Sánchez, El Brocense', los cursos de verano están organizados desde el Vicerrectorado de Extensión Universitaria.
El director del seminario y catedrático de la UEx Eustaquio Sánchez Salor declara que «sin el agua no habría vida: el origen de la vida en el planeta está en el agua». También en el mito bíblico, Dios hizo al hombre de barro, es decir, fue necesario agua y tierra para que surgiera. «Y cuando surge la vida, lo primero que hubo era la palabra, in principio erat verbum, dice también el mito bíblico, patrimonio exclusivo de la inteligencia humana», apunta Sánchez. Agua y palabra permanecen unidas desde los orígenes del hombre y, por tanto, el agua aparece como un concepto recurrente en las letras de todas las civilizaciones.
El propio Eustaquio Sánchez Salor ha impartido una conferencia sobre la multitud de topónimos que hoy en día se conservan relacionados con el agua. Explica que los nombres de los lugares tienen diferentes motivaciones: el terreno y sus formas, 'Cabezo'; las plantas y hierbas que produce, 'Almendralejo'; los animales que lo habitan, 'Palomar'; construcciones, 'Las Torres'; la religión 'Santa Cruz' o el dueño o fundador 'Medellín'.
De todas esas motivaciones, la más conservadora es la que se refiere al tipo de terreno, las demás cambian con el paso del tiempo. El topónimo que se basa en las características del terreno en función del agua es el más difícil de cambiar. «Los ríos, las aguas, las lagunas no son de nadie ni están sujetos a modas. Por ello, los hidrotopónimos son un buen testigo de los pueblos que han pasado por el lugar», recuerda el director del curso. El nombre Guadiana nos informa que por él pasaron pueblos prerromanos, por 'Anas' y pueblos árabes, por 'Guad'.
En la literatura el agua, los ríos, el mar... aparecen como metáforas recurrentes para simbolizar conceptos tan antagónicos como puede ser vida y muerte o la grandiosidad o pequeñez.
En la religión cristiana también se recoge este antagonismo, desde ser un elemento purificador en el bautismo a convertirse en una herramienta de castigo divino como en el diluvio universal o en las diez plagas de Egipto con la conversión del agua en sangre o la tormenta de granizo.
Explica Eustaquio Sánchez que en la mentalidad cristina, la naturaleza es un instrumento que Dios utiliza para dirigir y organizar el mundo en función de su providencia.
Patrocinado por el grupo de investigación de la UEx 'Francisco Sánchez, El Brocense', los cursos de verano están organizados desde el Vicerrectorado de Extensión Universitaria.