El MIT crea el primer laboratorio para frenar escasez de agua y alimentos
Vie, 09/05/2014
En 1950 el planeta tenía 3.000 millones de habitantes; en 2050, 9.000 millones, lo que significa que en poco más de una generación la población mundial se triplicará, señala a modo de premisa el profesor John Lienhard, director del Laboratorio de Seguridad en Agua y Alimentos del MIT, que comenzará a operar en septiembre. En entrevista con Efe, Lienhard explicó que esta explosión demográfica no ha significado un aumento de los recursos hídricos, que en su mayor parte dependen de los ciclos de lluvia, que además están cambiando debido al calentamiento global.
"Asimismo, más gente aspira a tener un mejor nivel de vida", explicó Lienhard, que va a dirigir a un equipo multidisciplinar de expertos en gestión de políticas públicas, economistas, científicos, ingenieros, arquitectos y meteorólogos. Lienhard apunta a la presión del cambio climático, la agricultura poco productiva, el crecimiento de las ciudades o los hábitos de consumo de alimentos como los grandes lastres para la seguridad hídrica y alimentaria. "La clave es la eficiencia en el uso de recursos" y buscar soluciones que pueden variar de país en país o región en región, explicó Lienhard.
La humanidad produce alimentos para abastecer a 14.000 millones de personas, el doble de la población actual, pero 2.000 millones sufren malnutrición y hambre crónica, según algunas estimaciones. "En el mundo desarrollado el 50% de la comida en peso se desperdicia, normalmente por parte del consumidor, mientras que en los países en desarrollo ese desperdicio ocurre en cadenas de distribución que no son eficientes ni modernas", explica Lienhard. Además, un tercio de la producción agrícola se destina a alimentar ganado, no personas, lo que es una de las principales causas del efecto invernadero (por emisiones de metano) y uno de los modos más ineficaces de alimentación. "Para cada kilo de carne se necesita el equivalente a 15 toneladas de agua. La carne es muy intensiva en agua y no es necesario comer siempre carne", explica Lienhard.
Para cambiar estos hábitos se necesita una nueva mentalidad, nuevas políticas y convencer a las comunidades sobre la necesidad de nuevas estrategias, en opinión del ingeniero. "Muchos gobiernos reconocen la importancia de estas propuestas", señaló Lienhard, quien recordó ejemplos como el de una comunidad minera en el desierto de Atacama (Chile) donde las empresas se han comprometido a usar agua desalada, o en Singapur, donde se ha conseguido reutilizar para otros cometido agua que antes se desperdiciaba.
El laboratorio comenzará a operar en septiembre de este año gracias a la contribución de un magnate saudí Abdul Latif Jameel, ex alumno del MIT. El director del laboratorio cree que el acuciante problema de recursos hídricos y alimentos tiene solución: "Soy un optimista, la humanidad siempre ha conseguido aplicar las ideas de mentes brillantes para superar problemas".
"Asimismo, más gente aspira a tener un mejor nivel de vida", explicó Lienhard, que va a dirigir a un equipo multidisciplinar de expertos en gestión de políticas públicas, economistas, científicos, ingenieros, arquitectos y meteorólogos. Lienhard apunta a la presión del cambio climático, la agricultura poco productiva, el crecimiento de las ciudades o los hábitos de consumo de alimentos como los grandes lastres para la seguridad hídrica y alimentaria. "La clave es la eficiencia en el uso de recursos" y buscar soluciones que pueden variar de país en país o región en región, explicó Lienhard.
La humanidad produce alimentos para abastecer a 14.000 millones de personas, el doble de la población actual, pero 2.000 millones sufren malnutrición y hambre crónica, según algunas estimaciones. "En el mundo desarrollado el 50% de la comida en peso se desperdicia, normalmente por parte del consumidor, mientras que en los países en desarrollo ese desperdicio ocurre en cadenas de distribución que no son eficientes ni modernas", explica Lienhard. Además, un tercio de la producción agrícola se destina a alimentar ganado, no personas, lo que es una de las principales causas del efecto invernadero (por emisiones de metano) y uno de los modos más ineficaces de alimentación. "Para cada kilo de carne se necesita el equivalente a 15 toneladas de agua. La carne es muy intensiva en agua y no es necesario comer siempre carne", explica Lienhard.
Para cambiar estos hábitos se necesita una nueva mentalidad, nuevas políticas y convencer a las comunidades sobre la necesidad de nuevas estrategias, en opinión del ingeniero. "Muchos gobiernos reconocen la importancia de estas propuestas", señaló Lienhard, quien recordó ejemplos como el de una comunidad minera en el desierto de Atacama (Chile) donde las empresas se han comprometido a usar agua desalada, o en Singapur, donde se ha conseguido reutilizar para otros cometido agua que antes se desperdiciaba.
El laboratorio comenzará a operar en septiembre de este año gracias a la contribución de un magnate saudí Abdul Latif Jameel, ex alumno del MIT. El director del laboratorio cree que el acuciante problema de recursos hídricos y alimentos tiene solución: "Soy un optimista, la humanidad siempre ha conseguido aplicar las ideas de mentes brillantes para superar problemas".