Muerte de un río
Mar, 21/10/2003
La sensata carta de un lector que no es ni valenciano, ni catalán, ni español y ni siquiera europeo, sino libanés, en la que el otro día abogaba aquí por la salvación del padre Ebro, me decide a reincidir en este asunto. El falso debate sobre los metros cúbicos por segundo que se pueden trasvasar desde el Ebro a las empobrecidas cuencas del Júcar y el Segura hace que a uno le hierva la sangre en las venas. Los más hábiles entre los políticos centran su argumentación en si la gigantesca tubería tiene que ir por aquí o por allá o en si el trazado molestará a una determinada colonia de estorninos. Los unos, mientras tachan de manirrotos a los potenciales receptores del agua, aducen que el delta y su fauna piscícola se hundirán con el trasvase. Los otros hablan de puestos de trabajo y de la sed de los agricultores que se podría saciar con el caudal sobrante del Ebro.