El Guadiana, paradigma de la degradación que propicia la 'anticultura del agua'

Sáb, 15/05/2004

Hoy

El libro 'Una nueva cultura del agua para el Guadiana', editado por Adenex y la FNCA, fue presentado el miércoles en Badajoz
J. LEAL/BADAJOZ
Desde su nacimiento hasta su desembocadura, el río Guadiana ha sufrido como ningún otro curso fluvial las agresiones humanas más destructoras. Lo ocurrido en su cauce constituye «el paradigma de la anticultura del agua», sostiene Javier Martínez Gil, catedrático de Hidrogeología de la Universidad de Zaragoza. Este experto de reconocido prestigio estuvo el pasado miércoles en Badajoz donde presentó el libro «Una nueva cultura para el río Guadiana» donde se recogen las ponencias presentadas en las jornadas celebradas hace dos años en la Universidad de Extremadura.

El volumen, con medio millar de páginas, ha sido coeditado por Adenex, la organización ecologista extremeña, y FNCA [Fundación Nueva Cultura del Agua]. En total son reproducidas 49 contribuciones personales de los más variados profesionales, desde juristas, economistas, ecólogos y pedagogos a poetas, deportistas, expertos en medio ambiente, comunicadores, etc.

Los puntos de vista y opiniones recogidos en el libro ofrecen así una visión con múltiples facetas de un problema medio ambiental de envergadura. El acto de presentación tuvo lugar en la sede del Ateneo pacense y concitó el interés de numerosas personas. El presidente de Adenex, José María González Mazón y Daniel Paredes, psicólogo ambiental, acompañaron a Javier Martínez Gil que se ha encargado de la coordinación de los textos.

Según explicó el catedrático zaragozano, el mensaje que trata de transmitir el libro es que el agua es algo más que un elemento natural con múltiples usos y aplicaciones para convertirse en un símbolo cultural y un aglutinante social.

Moral hidrológica

Considera por ello necesario definir y consensuar una moral hidrológica basada en la comprensión del agua como una entidad que encierra muy distintas realidades. «Nadie niega la necesidad de alterar la dinámica de los sistemas hidrológicos naturales para obtener las prestaciones que nos exige el modelo de desarrollo y de bienestar que hemos construido; el problema es definir el límite», subraya.

En el caso del Guadiana, ese límite, asegura, «ha sido ampliamente sobrepasado». Javier Martínez Gil asegura que el río, cuyo entorno constituía uno de los ámbitos naturales más variados y ricos de Europa ha sufrido una intensa degradación.

«El Guadiana está hoy técnicamente agonizante; la puesta en servicio de proyectos como el de Alqueva, y las presas y trasvases proyectados tanto en España como en Portugal, serían su golpe de gracia», asegura el catedrático. Para refrendar sus palabras recuerda la desaparición de los famosos 'ojos del Guadiana', la paulatina desecación de las Tablas de Daimiel y las pérdidas que sufren las lagunas de Ruidera.

Según Martínez Gil, la cuenca alta está «tremendamente degradada» por la acción del hombre, mientras el cauce medio está «muy explotado», con riesgo de serlo todavía más. La situación en que se encuentra lo convierte en «el paradigma de lo que hoy podríamos llamar la anticultura del agua, esa lamentable realidad a la que hemos llegado, de destrucción generalizada de los sistemas hidrológicos sin apenas mesura, con intervenciones que en ocasiones han sido necesarias, pero en otras innecesarias, desproporcionadas e irresponsables», destaca.

El gran embalse de Alqueva es, para el catedrático de hidrogeología, una de esas acciones de gran poder destructivo. «Todavía está por demostrar cuáles serán los beneficios, pero sí sabemos el coste que ha tenido en términos de destrucción de encinares y desplazamientos de personas», argumentó.

Sostenibilidad

Para Javier Martínez, lo que está en cuestión es «la sostenibilidad; es decir, el equilibrio entre la utilización del agua que esas intervenciones nos ofrecen y las funciones que desempeña el agua allí donde está, en su forma natural».

En su opinión, la productividad no debe ser el patrón para todo, sino que deben tenerse en cuenta «ciertos valores muy necesarios para el hombre, tales como la belleza del entorno natural, los patrimonios de memoria y de identidad asociados a los paisajes que el agua genera o el sentimiento de los pueblos ribereños vinculado a la presencia de un río vivo o la oferta lúdica».