Pedro Arrojo advierte sobre la necesidad de que algunos usos del agua sean más caros
Mié, 17/11/2004
El Premio Goldman 2003 defiende replantearse el problema del agua desde la perspectiva de cuidar los acuíferos F. D./SANTO DOMINGO El profesor Pedro Arrojo y la coordinadora de Pueblos Vivos, Olga Blanco, al inicio de la charla. / F. D. Organizada por el Centro de Desarrollo Rural Pueblos Vivos, el pasado lunes tuvo lugar una charla del profesor de la Universidad de Zaragoza, presidente de la Fundación Nueva Cultura del Agua y Premio Goldman de Medioambiente 2003 (equivalente al Nobel de Ecología), Pedro Arrojo, en la que abordó la gestión del agua en el siglo actual.
Con el centro cultural de Ibercaja lleno, el profesor, recién llegado de Porto Alegre, donde había participado en el Foro Mundial del Agua, comenzó puntualizando que «en lugar de hablar de gestión o de política del agua, sería más adecuado hablar de gestión o de política de ríos, fluvial o de los acuíferos», ya que a su juicio «debemos cuidar los ríos y otros acuíferos como un patrimonio universal». Al respecto, Arrojo señaló que la Ley del Agua emanada de la Unión Europea «servirá para la buena gestión de este recurso, la buena administración de los acuíferos».
El profesor, que desarrollo su intervención en un lenguaje muy coloquial, trufado de fina ironía, manifestó que el uso del agua puede distribuirse en tres niveles legales y uno ilegal. El primero sería el del agua como un derecho humano fundamental; el segundo como función social; y el tercero como valor económico. En cuanto al cuarto estaría relacionado con usos ilegales del agua para negocios ilegítimos.
Al respecto del primer nivel recordó que «1.500 millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable, aunque a veces están muy cerca de un acuífero, porque éste está inservible, ya que está contaminado», por lo que insistió en la importancia de contemplar el agua, no como el objeto de la gestión, «sino que deben ser los ríos, los acuíferos, los lagos, manantiales. lo que hay que gestionar bien y mantener a salvo, porque son éstos los que aseguran el futuro de la humanidad». En la medida en que los ríos, por ejemplo, se conserven en buen estado, la humanidad tendrá futuro, vino a decir.
Con relación a la función social, Arrojo no tuvo ningún empacho en advertir de que el agua debe cumplir esa función, pero cuando se use para algo más habrá que pagarla más cara. Del mismo modo se deberá hacer cuando el agua sirva para satisfacer necesidades económicas, «cuando el agua sea para hacer negocios habrá que abonar precios mayores», a tal efecto adelantó que «con la nueva normativa europea, debemos acostumbrarnos a pagar el agua más cara, según los usos que hagamos de ella».
También tuvo un hueco para el Plan Hidrológico Nacional, señalando que «el anterior Gobierno se equivocó y como tenía sobredosis de poder en vena, no era capaz de rectificar».
Con el centro cultural de Ibercaja lleno, el profesor, recién llegado de Porto Alegre, donde había participado en el Foro Mundial del Agua, comenzó puntualizando que «en lugar de hablar de gestión o de política del agua, sería más adecuado hablar de gestión o de política de ríos, fluvial o de los acuíferos», ya que a su juicio «debemos cuidar los ríos y otros acuíferos como un patrimonio universal». Al respecto, Arrojo señaló que la Ley del Agua emanada de la Unión Europea «servirá para la buena gestión de este recurso, la buena administración de los acuíferos».
El profesor, que desarrollo su intervención en un lenguaje muy coloquial, trufado de fina ironía, manifestó que el uso del agua puede distribuirse en tres niveles legales y uno ilegal. El primero sería el del agua como un derecho humano fundamental; el segundo como función social; y el tercero como valor económico. En cuanto al cuarto estaría relacionado con usos ilegales del agua para negocios ilegítimos.
Al respecto del primer nivel recordó que «1.500 millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable, aunque a veces están muy cerca de un acuífero, porque éste está inservible, ya que está contaminado», por lo que insistió en la importancia de contemplar el agua, no como el objeto de la gestión, «sino que deben ser los ríos, los acuíferos, los lagos, manantiales. lo que hay que gestionar bien y mantener a salvo, porque son éstos los que aseguran el futuro de la humanidad». En la medida en que los ríos, por ejemplo, se conserven en buen estado, la humanidad tendrá futuro, vino a decir.
Con relación a la función social, Arrojo no tuvo ningún empacho en advertir de que el agua debe cumplir esa función, pero cuando se use para algo más habrá que pagarla más cara. Del mismo modo se deberá hacer cuando el agua sirva para satisfacer necesidades económicas, «cuando el agua sea para hacer negocios habrá que abonar precios mayores», a tal efecto adelantó que «con la nueva normativa europea, debemos acostumbrarnos a pagar el agua más cara, según los usos que hagamos de ella».
También tuvo un hueco para el Plan Hidrológico Nacional, señalando que «el anterior Gobierno se equivocó y como tenía sobredosis de poder en vena, no era capaz de rectificar».