La sequía ahoga el campo aragonés
Dom, 06/03/2005
Los agricultores de Monegros, una de las comarcas aragonesas más afectadas por la falta de lluvia, no ocultan su desesperación y el miedo a que la carencia de agua arrase sus producciones. Sus testimonios son también la voz de la inquietud que vive todo el sector agrario.
Cuando José Antonio Azara y Francisco Escuer se juntan en el bar de Farlete sólo tienen un tema de conversación: el tiempo. Como ellos, la totalidad de los agricultores y ganaderos de este municipio zaragozano que apenas ha visto caer unas gotas de lluvia desde hace casi un año. Viven y tienen sus explotaciones en Monegros, una comarca que suena a desierto y secarral, pero, aunque habituados a disponer de poca agua, las 10.000 hectáreas de cereal que recorren su término municipal están acostumbradas a recibir del cielo una media anual de 397 litros por metro cuadrado. Desde abril del pasado año, sus explotaciones han tenido que conformarse con apenas 38 litros que sólo sirvieron para ayudar a la siembra, allá por el casi ya olvidado mes de noviembre. Ni siquiera la inusual nevada que a finales de febrero cubrió de blanco todo Aragón dio un respiro a estos agricultores,
que pasan "las pocas horas de ocio que tenemos" comentando las predicciones meteorológicas y mirando al cielo, esperando el único riego del que se nutren sus cultivos de secano.
Con ser mala, la sequía no es lo peor. El invierno está siendo muy frío. Comenzó con nieblas, las temperaturas apenas han conseguido alcanzar dos dígitos y el cierzo sopla violento y helador. Y así, las plantas no se han atrevido ni a asomar la cabeza, apenas se han agarrado a la tierra y las que crecieron están empezando a secarse, "porque el hielo quema, endurece la tierra, impide que se mantenga la humedad y aumenta el efecto invernadero de la semilla", explica José Antonio Azara. .
El año pasado por estas fechas, el trigo había alcanzado ya un altura de 20 centímetros. Ahora, los campos de Farlete apenas se cubren con una pequeña planta de "tres hojas" que se alza tan sólo cuatro centímetros. Y "¡mira!, -dice Francisco- si la arrancas se puede comprobar que no tiene ni raíz".
En este municipio monegrino, como en otras muchas comarcas aragonesas ahogadas por la sequía, han comenzado a echar cuentas. Tiene que llover ya -y casi utilizan el adverbio en una de sus acepciones literales "inmediatamente, en este preciso instante", porque si no sucede así tendrán que comenzar a sumar pérdidas. Francisco Escuer, que conoce bien las costumbres pluviométricas de la zona, explica que la buena lluvia es la que llega "repartida y regular" desde octubre -con la siembra- hasta abril y mayo -coincidiendo con la floración-. Así que ya ha comenzado la cuenta atrás. Si en quince días no llueve -"a un ritmo de 30 litros por metros cuadrado y repitiendo"- las cosechas podrían verse afectadas en un 25%. Si llegado mayo, continúa escaseando la lluvia, "tendremos que decir adiós a toda la producción", lamenta.
No sólo el campo se está resintiendo con esta sequía. Para el ganado "esto va a ser la hecatombe", dicen en Farlete, donde los agricultores son también ganaderos porque las escasas alternativas que ofrecían sus tierras les han obligado a diversificar la producción. "Así, si nos va mal una producción podemos compensarla con la otra", matiza José Antonio Azara. Sin embargo, en esta campaña, la falta de agua ha encarecido el cuidado habitual de sus animales, acostumbrados a los pastos del monte. La sequía ha impedido el crecimiento de las aliagas, del romero o de los sisayos y los ganaderos se han visto obligados, desde el pasado 15 de agosto, a dar un aporte alimenticio a sus ovejas en sus propios establos. Las que ni salen a los pastos necesitan medio kilo de alfalfa, 700 gramos de maíz y un kilo de paja, al día y por animal.
Las acequias no han podido recoger agua de las escurrideras y el aljibe del pueblo no guarda apenas un palmo de agua. Para que sus ovejas calmen la sed, los ganaderos tienen que acudir a una toma de agua pública, -algunos se desplazan hasta 14 kilómetros-, cargar sus camiones cisternas y transportar el líquido hasta sus explotaciones. "Y pagamos 60 céntimos de euro por metro cúbico", explica Miguel Solanas, que levanta sus manos casi un metro de altura al recordar que la campaña pasada la hierba en el monte "llegaba hasta aquí". Con esta situación, el gasto es casi insostenible para los 22 ganaderos de Farlete que se reparten unas 16.000 cabezas de ganado.
De ellos, Jaime Sánchez es de los que pastorea con sus ovejas, pero, sin perder el humor, reconoce que lo hace "para que paseen ellas y yo, porque de comer no hay nada". Tiene 63 años "y medio" y cuenta los días para su jubilación porque "esto es una ruina". Ha conocido otros tiempos de sequía, pero asegura que nunca ha visto un año como éste, "en el que no sólo no hay agua sino que además el invierno está siendo largo y muy frío".
Historias y preocupaciones como las de los agricultores de Monegros recorren Aragón y, en especial, las comarcas de Bajo Aragón, Hoya de Huesca, Cinco Villas, Campo de Borja y Caspe, que ahora, más que nunca, viven con la esperanza mirando al cielo.
que pasan "las pocas horas de ocio que tenemos" comentando las predicciones meteorológicas y mirando al cielo, esperando el único riego del que se nutren sus cultivos de secano.
Con ser mala, la sequía no es lo peor. El invierno está siendo muy frío. Comenzó con nieblas, las temperaturas apenas han conseguido alcanzar dos dígitos y el cierzo sopla violento y helador. Y así, las plantas no se han atrevido ni a asomar la cabeza, apenas se han agarrado a la tierra y las que crecieron están empezando a secarse, "porque el hielo quema, endurece la tierra, impide que se mantenga la humedad y aumenta el efecto invernadero de la semilla", explica José Antonio Azara. .
El año pasado por estas fechas, el trigo había alcanzado ya un altura de 20 centímetros. Ahora, los campos de Farlete apenas se cubren con una pequeña planta de "tres hojas" que se alza tan sólo cuatro centímetros. Y "¡mira!, -dice Francisco- si la arrancas se puede comprobar que no tiene ni raíz".
En este municipio monegrino, como en otras muchas comarcas aragonesas ahogadas por la sequía, han comenzado a echar cuentas. Tiene que llover ya -y casi utilizan el adverbio en una de sus acepciones literales "inmediatamente, en este preciso instante", porque si no sucede así tendrán que comenzar a sumar pérdidas. Francisco Escuer, que conoce bien las costumbres pluviométricas de la zona, explica que la buena lluvia es la que llega "repartida y regular" desde octubre -con la siembra- hasta abril y mayo -coincidiendo con la floración-. Así que ya ha comenzado la cuenta atrás. Si en quince días no llueve -"a un ritmo de 30 litros por metros cuadrado y repitiendo"- las cosechas podrían verse afectadas en un 25%. Si llegado mayo, continúa escaseando la lluvia, "tendremos que decir adiós a toda la producción", lamenta.
No sólo el campo se está resintiendo con esta sequía. Para el ganado "esto va a ser la hecatombe", dicen en Farlete, donde los agricultores son también ganaderos porque las escasas alternativas que ofrecían sus tierras les han obligado a diversificar la producción. "Así, si nos va mal una producción podemos compensarla con la otra", matiza José Antonio Azara. Sin embargo, en esta campaña, la falta de agua ha encarecido el cuidado habitual de sus animales, acostumbrados a los pastos del monte. La sequía ha impedido el crecimiento de las aliagas, del romero o de los sisayos y los ganaderos se han visto obligados, desde el pasado 15 de agosto, a dar un aporte alimenticio a sus ovejas en sus propios establos. Las que ni salen a los pastos necesitan medio kilo de alfalfa, 700 gramos de maíz y un kilo de paja, al día y por animal.
Las acequias no han podido recoger agua de las escurrideras y el aljibe del pueblo no guarda apenas un palmo de agua. Para que sus ovejas calmen la sed, los ganaderos tienen que acudir a una toma de agua pública, -algunos se desplazan hasta 14 kilómetros-, cargar sus camiones cisternas y transportar el líquido hasta sus explotaciones. "Y pagamos 60 céntimos de euro por metro cúbico", explica Miguel Solanas, que levanta sus manos casi un metro de altura al recordar que la campaña pasada la hierba en el monte "llegaba hasta aquí". Con esta situación, el gasto es casi insostenible para los 22 ganaderos de Farlete que se reparten unas 16.000 cabezas de ganado.
De ellos, Jaime Sánchez es de los que pastorea con sus ovejas, pero, sin perder el humor, reconoce que lo hace "para que paseen ellas y yo, porque de comer no hay nada". Tiene 63 años "y medio" y cuenta los días para su jubilación porque "esto es una ruina". Ha conocido otros tiempos de sequía, pero asegura que nunca ha visto un año como éste, "en el que no sólo no hay agua sino que además el invierno está siendo largo y muy frío".
Historias y preocupaciones como las de los agricultores de Monegros recorren Aragón y, en especial, las comarcas de Bajo Aragón, Hoya de Huesca, Cinco Villas, Campo de Borja y Caspe, que ahora, más que nunca, viven con la esperanza mirando al cielo.