La desaladora abre el grifo

Lun, 04/07/2005

SUR

En dos semanas la planta de Río Verde llevará a las tuberías de la Costa agua del mar desalada. Atrás quedará casi una década de inactividad repleta de negociaciones y sobresaltos PROCESO. La desaladora de Río Verde puede llegar a producir 20 hectómetros de agua potable. EL largo culebrón de la desaladora de Marbella parece tocar a su fin. Se espera que en dos semanas las tuberías de la Costa del Sol lleven a cada rincón agua del mar convertida en potable. Mucho ha llovido, aunque no precisamente en los últimos meses, desde que el desaparecido Jesús Gil en su doble responsabilidad de alcalde de Marbella y presidente de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol, inaugurara, vaso de agua tratada en ristre, la planta de Río Verde. Corría el año 1996. Por aquel entonces, esta imponente obra de ingeniería que dejaba boquiabiertos a propios y a extraños y que se levantó en un tiempo récord, se perfilaba como la panacea para acabar con la sequía que azotaba la zona desde 1995. Pero las precipitaciones hicieron acto de presencia, los fondos europeos con los que Gil prometió que iba a pagar la obra brillaron por su ausencia y la desaladora se convirtió durante casi una década en un auténtico quebradero de cabeza para la Mancomunidad.

En estos años los sobresaltos han venido por todos los frentes: Negociaciones enquistadas con Decosol, la anterior propietaria, que se cerraron cuando el año pasado la Mancomunidad adquirió la instalación por 44 millones de euros; el contencioso con el Ayuntamiento de Marbella, que se disputa la titularidad del terreno con el organismo supramunicipal, aún sin resolver; y un penúltimo bache, el más reciente, que amenazaba con seguir dejando en dique seco la planta.

Compromiso

La negativa del presidente de la Mancomunidad, Juan Sánchez, a abrir el grifo del agua desalada en plena sequía si no el Gobierno central y la Junta no arrimaban el hombre amenazaba con desmontar los planes del Ministerio de Medio Ambiente para frenar el descenso en el nivel de los pantanos ante la previsión de un otoño con la mirada puesta en el cielo. Los argumentos del presidente eran claros. Pedía un compromiso de las administraciones central y autonómica para darle al botón verde sin endeudar más a la Mancomunidad. Es decir, subvenciones a fondo perdido para afrontar el crédito suscrito por la compra de la planta, ubicada en la carretera de Istán, y también cofinanciación de los gastos de mantenimiento, explotación y personal.

Finalmente, las administraciones parecen haber acercado sus posturas de financiación y se anuncia su puesta en marcha para dentro de dos semanas. De hecho, está previsto que hoy se firme en Sevilla el acuerdo definitivo para que la desaladora de Marbella, que puede desalar un caudal de 20 hectómetros cúbicos al año, comience a andar con paso firme. Todo está preparado, incluido el incremento de la plantilla en 15 personas más que han recibido su formación y que se suman a los 12 operarios que ya trabajaban en su mantenimiento.

Agua dulce

El engranaje de esta auténtica fábrica de agua dulce, dividido en cuatro fases, es minucioso. En la de captación el caudal llega a la planta desde la playa a través de un colecto de 1,6 metros de diámetro y 2,5 kilómetros de longitud. La bomba del mar está a unos 500 metros de la orilla. En paralelo, por debajo de río Verde, va una segunda tubería que devuelve al Mediterráneo la salmuera resultante. Aproximadamente 45 litros de cada 100 que se recogen se convierten en agua potable y el resto vuelve al mar con mayor concentración salina. Una vez en la planta, comienza el pretratamiento con procesos físicos y químicos para limpiar el agua. Todos los parámetros se verifican con un sistema de control. Tanto, que si no logran rebajar el índice de ensuciamiento el agua se devuelta al mar de inmediato.

La tercera fase es la desalación en sí misma. En ocho líneas de producción, que llegan a producir ocho millones de litros de agua potable cada una al día, se produce el momento mágico de la ósmosis inversa. El agua se separa de la sal en unas membranas por la elevada presión con la que llega el líquido a cada bastidor. Finalmente, en la etapa de impulsión la bombean hasta la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) para distribuirla o mezclarla con la del pantano de la Concepción.

Sólo dos veces se ha puesto la planta en funcionamiento, aunque nunca a pleno rendimiento por la elevada potencia eléctrica que necesita: nueve megavatios para las ocho líneas de producción. En el primer intento, cuando Gil presentó en sociedad la desaladora, la cosa se torció en la última fase por un reventón en el colector en la fase de impulsión a la ETAP.

Más suerte tuvieron en noviembre del año pasado los técnicos de Acosol, empresa pública de agua de la Mancomunidad. El proceso funcionó a la perfección y allanó el camino para que ahora, con los recursos hídricos cada vez más limitados, se pueda poner en marcha sin titubeos. Y por si quedan dudas, desde Acosol defienden la pureza del agua resultante; mayor, dicen, que la de la propia presa