INVESTIGACION MEDITERRANEO Península Ibérica, la más vulnerable en Europa al cambio climático
Vie, 28/10/2005
El cambio climático convierte a la Península Ibérica en la región europea aparentemente más vulnerable, y con la reducción más significativa de lluvias en los próximos años, indicó hoy a Efe uno de los autores de un estudio europeo que acaba de publicarse con datos que alertan sobre dichas previsiones.
Miguel Araújo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), uno de los investigadores involucrados en este trascendental trabajo que ha contado con la participación de varias entidades científicas de Europa, y ha sido dirigido por el Instituto de Investigación del Impacto del Clima de Postdam (Alemania), con fondos de la Comisión Europea, alertó de que la región mediterránea es la más "sensible" de Europa a los efectos del cambio climático.
Las conclusiones de esta investigación publicada en el último número de Science sobre efectos del cambio climático en Europa alertan de la creciente vulnerabilidad de este continente y advierten de que las consecuencias se acentuarán en las próximas décadas, siendo el ámbito mediterráneo y las zonas de montaña las regiones europeas más sensibles.
En declaraciones a Efe, el científico Araújo, involucrado en la investigación a través del Museo Nacional de Ciencias Naturales, dependiente del CSIC, con el grupo de modelización de diversidad biológica del proyecto ATEAM, se refirió a los aumentos moderados de temperaturas y a los descensos de las precipitaciones previstos por los modelos para el Mediterráneo.
Según el investigador, uno de esos escenarios apunta a reducciones de lluvias en el verano del orden del 27 por ciento en la Península Ibérica, por lo que "se prevé un aumento generalizado de su aridez", aun contando ya con las regiones más áridas de Europa.
En España y Portugal, añadió, se deberá considerar "seriamente" la posibilidad de una mayor carencia de agua potable para las poblaciones, puesto que "la capacidad de almacenamiento de agua dulce en embalses está próximo a su punto de saturación", agregó.
Como solución, aunque sin incluirse en el estudio, el científico propuso abordar "con coraje políticas que conduzcan a una mayor racionalidad en el uso de recursos hídricos, y avanzar con programas de desalinización del mar, aunque aparentemente, esta tecnología comporte costes elevados".
De acuerdo con modelos realizados en este estudio, prosiguió, sólo a partir de 2050 se empezarían a notar de forma significativa los efectos de la adopción de políticas diferenciadas a nivel de emisión de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, continuó el científico, si se avanza un poco más en el tiempo, los resultados comienzan a ser más visibles.
Así, por ejemplo, en el período de 2070-2090, y asumiendo un escenario de concentración de CO2 de 779 ppm (partes por millón), se estima que la Península Ibérica pueda sufrir reducciones de precipitación estival del orden de entre un 23 y un 27 por ciento respecto a los valores actuales.
Utilizando el mismo modelo climático pero con un escenario de concentración de CO2 del orden de 518-567 ppm se prevé una reducción de precipitaciones de entre un 14 y un 17 por ciento.
Según el estudio, en 2080, entre el 14 por ciento y el 38 por ciento de la población mediterránea vivirá en cuencas fluviales con escasez de agua sólo como consecuencia del cambio climático.
En la Península Ibérica, la cuenca del río Tajo tendrá déficit hídrico en 2080, de acuerdo con la mayor parte de escenarios considerados (una cuenca sufre déficit hídrico cuando ofrece menos de 1.700 m3 por habitante y año).
Al parecer sólo evitaría esta situación, agravada por el aumento de la demanda de agua para turismo y riego agrícola, un escenario con reducciones significativas de emisiones de gases de efecto invernadero.
Según el estudio, el aumento de la frecuencia y la severidad de las sequías también elevan el riesgo de incendios, especialmente en zonas mediterráneas.
Aunque los modelos climáticos en el ámbito del proyecto ATEAM predicen un aumento generalizado de las temperaturas en Europa en el siglo XXI, en el centro y en algunas áreas del norte aumentarán las precipitaciones, al contrario que en el sur.
Sin embargo, ese aumento de precipitaciones será motivo también de una mayor vulnerabilidad en esas zonas, en donde por ejemplo aumentarían las crecidas de los ríos por inundaciones en verano.
Miguel Araújo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), uno de los investigadores involucrados en este trascendental trabajo que ha contado con la participación de varias entidades científicas de Europa, y ha sido dirigido por el Instituto de Investigación del Impacto del Clima de Postdam (Alemania), con fondos de la Comisión Europea, alertó de que la región mediterránea es la más "sensible" de Europa a los efectos del cambio climático.
Las conclusiones de esta investigación publicada en el último número de Science sobre efectos del cambio climático en Europa alertan de la creciente vulnerabilidad de este continente y advierten de que las consecuencias se acentuarán en las próximas décadas, siendo el ámbito mediterráneo y las zonas de montaña las regiones europeas más sensibles.
En declaraciones a Efe, el científico Araújo, involucrado en la investigación a través del Museo Nacional de Ciencias Naturales, dependiente del CSIC, con el grupo de modelización de diversidad biológica del proyecto ATEAM, se refirió a los aumentos moderados de temperaturas y a los descensos de las precipitaciones previstos por los modelos para el Mediterráneo.
Según el investigador, uno de esos escenarios apunta a reducciones de lluvias en el verano del orden del 27 por ciento en la Península Ibérica, por lo que "se prevé un aumento generalizado de su aridez", aun contando ya con las regiones más áridas de Europa.
En España y Portugal, añadió, se deberá considerar "seriamente" la posibilidad de una mayor carencia de agua potable para las poblaciones, puesto que "la capacidad de almacenamiento de agua dulce en embalses está próximo a su punto de saturación", agregó.
Como solución, aunque sin incluirse en el estudio, el científico propuso abordar "con coraje políticas que conduzcan a una mayor racionalidad en el uso de recursos hídricos, y avanzar con programas de desalinización del mar, aunque aparentemente, esta tecnología comporte costes elevados".
De acuerdo con modelos realizados en este estudio, prosiguió, sólo a partir de 2050 se empezarían a notar de forma significativa los efectos de la adopción de políticas diferenciadas a nivel de emisión de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, continuó el científico, si se avanza un poco más en el tiempo, los resultados comienzan a ser más visibles.
Así, por ejemplo, en el período de 2070-2090, y asumiendo un escenario de concentración de CO2 de 779 ppm (partes por millón), se estima que la Península Ibérica pueda sufrir reducciones de precipitación estival del orden de entre un 23 y un 27 por ciento respecto a los valores actuales.
Utilizando el mismo modelo climático pero con un escenario de concentración de CO2 del orden de 518-567 ppm se prevé una reducción de precipitaciones de entre un 14 y un 17 por ciento.
Según el estudio, en 2080, entre el 14 por ciento y el 38 por ciento de la población mediterránea vivirá en cuencas fluviales con escasez de agua sólo como consecuencia del cambio climático.
En la Península Ibérica, la cuenca del río Tajo tendrá déficit hídrico en 2080, de acuerdo con la mayor parte de escenarios considerados (una cuenca sufre déficit hídrico cuando ofrece menos de 1.700 m3 por habitante y año).
Al parecer sólo evitaría esta situación, agravada por el aumento de la demanda de agua para turismo y riego agrícola, un escenario con reducciones significativas de emisiones de gases de efecto invernadero.
Según el estudio, el aumento de la frecuencia y la severidad de las sequías también elevan el riesgo de incendios, especialmente en zonas mediterráneas.
Aunque los modelos climáticos en el ámbito del proyecto ATEAM predicen un aumento generalizado de las temperaturas en Europa en el siglo XXI, en el centro y en algunas áreas del norte aumentarán las precipitaciones, al contrario que en el sur.
Sin embargo, ese aumento de precipitaciones será motivo también de una mayor vulnerabilidad en esas zonas, en donde por ejemplo aumentarían las crecidas de los ríos por inundaciones en verano.