La degradación de la montaña. Las aguas subterráneas han sufrido un impacto ambiental durísimo por efecto de la contaminación
Dom, 13/11/2005
GARRAF.- Corre por debajo del macizo del Garraf un caudaloso torrente de agua, un verdadero río subterráneo y casi secreto que recibe el nombre de La Falconera, al igual que las grandes cuevas, al pie del acantilado, por las que desemboca para ir a dar al mar.
Este río no discurre como todos los que fluyen apacibles por entre los valles, sino que lo hace entre profundas cuevas e inaccesibles túneles por dentro de las entrañas de la tierra.
Al correr por dentro del macizo, se alimenta a través de las bocas de las simas que absorben las aguas de la lluvia. Nadie sabe dónde se encuentran las fuentes ni de dónde viene todo el caudal de su agua, que siempre ha sido clarísima y muy buena, pero que hoy en día está contaminada por las filtraciones del inmenso vertedero que la ciudad de Barcelona tiene en un valle del Garraf.
Las bolsas de basura que se tiran al contenedor verde se llevan cada día al vertedero. Azufre, cadmio, plomo, metano y zinc, entre otros venenos, provocan una gran contaminación del suelo y el medio ambiente, repercutiendo en la salud humana y el clima.
Además, han eliminado la fauna íctícola que en un tiempo se nutría en la desembocadura del río subterráneo (lubinas, mejillones, cangrejos).
Hubo una época feliz en la que osados nadadores se introducían unos centenares de metros en las aguas de La Falconera. Quién diría que, hacia finales del siglo XIX, don Eusebio Güell concibió el sueño de conducir esas aguas hasta Barcelona para que abastecieran a la ciudad. Actualmente, por culpa de la contaminación de los acuíferos, algo así sería impensable, y es que, al hallarse en un macizo calcáreo, las rocas carbonatadas experimentan una continua disolución que permite la filtración de las aguas, pero también de los compuestos químicos que se mezclan con los residuos orgánicos y traspasan la tierra.
La culpa de este desastre la tiene la falta de previsión, pues si desde el principio se hubiese sellado e impermeabilizado el suelo del vertedero, que ocupa 20 hectáreas, las toxinas no habrían tomado contacto con el acuífero. Hace unos años se tomaron las medidas pertinentes, pero ya era demasiado tarde.
La degradación también afecta a las pocas ruinas históricas que sobreviven en la comarca. Subiendo por el sendero de montaña, y a no más de trescientos metros del pueblo, se encuentran los restos del antiquísimo Monasterio de Sant Vicenø de Garraf, al que los pobladores llaman El Castellot, cuya antigüedad se remonta al siglo XI. Todo lo que queda de él es un torreón en parte derruido, aunque rescatable, pero a un par de metros se ha erigido una torre de alta tensión.
Desde El Castellot se tiene una visión perfecta del mar, y la Fundació Natura proyecta ahora que la torre se incluya en el proyecto de creación del Area Marina Protegida del Garraf, para el control de la pesca recreativa y profesional a partir del registro de afluencia y tipo de pesca de los barcos que operan en el lugar.
Este río no discurre como todos los que fluyen apacibles por entre los valles, sino que lo hace entre profundas cuevas e inaccesibles túneles por dentro de las entrañas de la tierra.
Al correr por dentro del macizo, se alimenta a través de las bocas de las simas que absorben las aguas de la lluvia. Nadie sabe dónde se encuentran las fuentes ni de dónde viene todo el caudal de su agua, que siempre ha sido clarísima y muy buena, pero que hoy en día está contaminada por las filtraciones del inmenso vertedero que la ciudad de Barcelona tiene en un valle del Garraf.
Las bolsas de basura que se tiran al contenedor verde se llevan cada día al vertedero. Azufre, cadmio, plomo, metano y zinc, entre otros venenos, provocan una gran contaminación del suelo y el medio ambiente, repercutiendo en la salud humana y el clima.
Además, han eliminado la fauna íctícola que en un tiempo se nutría en la desembocadura del río subterráneo (lubinas, mejillones, cangrejos).
Hubo una época feliz en la que osados nadadores se introducían unos centenares de metros en las aguas de La Falconera. Quién diría que, hacia finales del siglo XIX, don Eusebio Güell concibió el sueño de conducir esas aguas hasta Barcelona para que abastecieran a la ciudad. Actualmente, por culpa de la contaminación de los acuíferos, algo así sería impensable, y es que, al hallarse en un macizo calcáreo, las rocas carbonatadas experimentan una continua disolución que permite la filtración de las aguas, pero también de los compuestos químicos que se mezclan con los residuos orgánicos y traspasan la tierra.
La culpa de este desastre la tiene la falta de previsión, pues si desde el principio se hubiese sellado e impermeabilizado el suelo del vertedero, que ocupa 20 hectáreas, las toxinas no habrían tomado contacto con el acuífero. Hace unos años se tomaron las medidas pertinentes, pero ya era demasiado tarde.
La degradación también afecta a las pocas ruinas históricas que sobreviven en la comarca. Subiendo por el sendero de montaña, y a no más de trescientos metros del pueblo, se encuentran los restos del antiquísimo Monasterio de Sant Vicenø de Garraf, al que los pobladores llaman El Castellot, cuya antigüedad se remonta al siglo XI. Todo lo que queda de él es un torreón en parte derruido, aunque rescatable, pero a un par de metros se ha erigido una torre de alta tensión.
Desde El Castellot se tiene una visión perfecta del mar, y la Fundació Natura proyecta ahora que la torre se incluya en el proyecto de creación del Area Marina Protegida del Garraf, para el control de la pesca recreativa y profesional a partir del registro de afluencia y tipo de pesca de los barcos que operan en el lugar.