Las desaladoras emitirán a la atmósfera 800.000 Tm. de CO2
Dom, 11/12/2005
Transformar agua salada en dulce genera salmuera, un residuo que se devuelve al mar, lo que supone una agresión a la biodiversidad. Los expertos defienden que la desalación puede ser una aplicación atractiva para las energías renovables La desalación del agua marina ha creado grandes expectativas en la cuenca mediterránea, pero también es fuente de polémica. Se propone como un medio alternativo a los discutidos trasvases para conseguir recursos hídricos de calidad en una zona históricamente afectada por la escasez de agua. Desde que en el año 1964 se construyó en Lanzarote la primera desaladora, España está en el grupo de cabeza a nivel mundial en cuanto a volumen de agua desalada (1.600.000 metros cúbicos al día) sólo superada por Arabia Saudí (3,5 millones), Emiratos Árabes (2,2) y Kuwait (2 millones de metros cúbicos). Pero, ¿cómo se extrae la sal del agua? Básicamente, existen dos procesos: por destilación (evaporación) y por ósmosis inversa (el agua pasa a alta presión a través de una membrana semipermeable que filtra las sales y las impurezas). El problema es que se genera agua hipersalina, es decir, salmuera, residuo del que hay que deshacerse o que podría reutilizarse para generar un ecosistema salobre e incluso para obtener energía que realimente la planta. El vertido representa de 9 a 10 veces el volumen de agua depurado, mientras que en las de ósmosis este volumen es menor, de 2 a 3 veces el depurado, si bien su contenido en sales es mucho mayor. En ambos casos, el residuo incluye productos químicos (biocidas, antiincrustantes y antiespumantes) utilizados en el tratamiento del agua. Ventajas e inconvenientes Los investigadores llevan años tratando de minimizar el problema del alto consumo de energía de las desaladoras, que procede de la quema de combustibles fósiles con la consiguiente generación de dióxido de carbono. Según el Instituto Tecnológico de Canarias, si hace treinta años se necesitaban 22 kilovatios/hora para desalar un metro cúbico de agua marina, actualmente sólo se necesitan entre 2 y 3, lo que permite abaratar de forma importante el precio del agua obtenida. Los expertos afirman que si España apuesta por el ciclo combinado de gas para abastecer las más de veinte desaladoras previstas, se emitirán al año unas 800.000 toneladas de CO 2 . También existe una tecnología para crear energía basándose en la salmuera: un dispositivo llamado Intercambiador de Presión, que transfiere energía directamente de la salmuera al flujo de alimentación sin los problemas de rendimiento de los ejes giratorios de alta velocidad de las fábricas actuales. Los defensores de la desalación aseguran que con este sistema la reducción de los costes energéticos y económicos supondría producir por primera vez agua potable a partir de agua de mar con un coste inferior por metro cúbico que el obtenido por otras vías (pantanos, canales, trasvases). Afirman, además, que el consumo de energía es muy inferior al coste de la construcción de la infraestructura necesaria para el trasvase, y recuerdan que la ocupación del terreno y el desplazamiento de tierras también serían menores. Los detractores, por su parte, subrayan el impacto medioambiental que suponen las salmueras ya que para eliminarlas sólo cabe su traslado y evacuación al mar, con lo que significa de agresión a la biodiversidad marina. Otro de los efectos del vertido es que hay que eliminar la anoxia (ausencia casi total de oxígeno) y, por tanto, los problemas de malos olores. Además, el agua desalada podría perjudicar a la agricultura. Los cítricos, por ejemplo, tan abundantes en Valencia y Murcia, son muy sensibles a los minerales que contiene el agua desalada. Además, las complejas instalaciones de ósmosis inversa requieren un gran consumo de electricidad y habría que realizar nuevas y costosas obras de infraestructura para trasladar el agua desalada a las zonas donde es necesaria.