Redes y barcos para combatir el aumento de medusas en la costa mediterránea

Lun, 10/07/2006

ABC

Picaduras a bañistas y pérdidas económicas en las zonas turísticas de playa son los efectos más visibles del aumento de las medusas que, en los meses cálidos del año, visitan nuestras costas. La presencia de estos animales de aspecto gelatinoso en las playas españolas no es nueva, ni exclusiva del verano. Pero desde hace una década, sobre todo a partir de la primavera, esta especie de «cnidarios» se ha aficionado a hacer turismo de grupo en algunas zonas de nuestro litoral mediterráneo.

Comunidades autónomas y ayuntamientos están adoptando medidas para paliar el problema en el que Murcia es ya una región veterana. Las primeras medidas de contención en la zona del Mar Menor se implantaron hace casi una década. Una de las principales acciones fue la instalación de redes que impidieran el paso de estos ejemplares. Hoy, cierran esta manga 43 kilómetros de mallas.

Inconvenientes

Pero este sistema tiene varios problemas: las redes pueden ser arrastradas si el viento es fuerte y las medusas pueden saltarlas cuando hay oleaje. A estos inconvenientes, Josep María Gili, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Ciencias del Mar de Cataluña, añade el de la porosidad de las mallas, lo que conlleva que los filamentos de las medusas e incluso sus brazos pueden atravesar las redes.

Esos fragmentos, aún muertos, inyectan sus toxinas en el hombre. Además, afirma Gili: «La red mata la medusa, pero también muchas especies más». Sin embargo, reconoce que en el Mar Menor sí funciona el sistema de redes, por las características de las medusas que proliferan en esas aguas.

El director general de Ganadería y Pesca en Murcia, Adolfo Falagón, defiende el sistema porque «las redes están lejos», con lo que la posibilidad de que los fragmentos de estos ejemplares lleguen a las costas se reduce. «Hemos mejorado las redes cada año», dice. Entre esas mejoras está la colocación de boyas cilíndricas por encima de las mallas para dificultar que los ejemplares puedan sobrepasarlas.

El sistema se probó sólo el año pasado en el Mar Mayor, pero funcionó peor porque hay mayor oleaje. Tampoco las redes son siempre necesarias en la zona, ya que las avalanchas de medusas son puntuales.

Desde principios de esta década, además, las aguas del Mar Menor se encuentran protegidas por parejas de barcos de extracción. Uno de ellos está unido a un extremo de la malla y permanece en el lugar, mientras que el otro va cerrando un cerco con la red y atrapando las medusas. Una vez llenas las bodegas, los ejemplares acaban en una zanja. «Como son en un 90 por ciento agua, hay muy poca materia seca», con lo que los restos no ocupan un gran volumen. Entre seis y ocho pares de embarcaciones y una nodriza se hacen a la mar cuando las medusas alcanzan un tamaño mínimo de cuatro centímetros, el necesario para que no se cuelen entre las redes.

Más de cinco mil toneladas de medusas se recogieron así en 2002. Las cantidades fueron descendiendo hasta 2005, cuando no hubo que emplear este método, al no producirse ninguna avalancha. Sin embargo, este año, afirma Falagón, «los científicos preven que sí las habrá». ¿Por qué estas variaciones en la población de medusas? «No le puedo decir, los científicos no se ponen de acuerdo».

Prohibiciones para bañistas

El problema es, para Melilla, más reciente. «En 2002, notamos este incremento en la llegada de medusas. Hubo incluso que prohibir el baño durante algunos días», recuerda Carlos López, responsable de la Consejería de Medio Ambiente de la ciudad autónoma. Una red de contención de dos kilómetros, los mismos que mide la playa de Melilla, una «barquita limpiamar» que recoge las medusas y la retirada de los ejemplares que llegan a la playa son las medidas adoptadas allí.

Ceuta ha aprendido de las experiencias de Murcia y Melilla. Este año se están instalando en la bahía sur 1.260 metros de mallas prácticamente ciegas, con lo cual existen menos posibilidades de que se cuelen fragmentos de medusas. Además, dos barcos con filtros recogen ejemplares en el mar.

En las zonas de Cataluña, Valencia, Baleares y Andalucía, más visitadas por estos animales, barcos «pelícano» recogen las medusas del mar. En algunas áreas, se dedican específicamente a limpiar las aguas de estas aglomeraciones. En otras, los embudos de estas embarcaciones las retiran junto a la basura flotante en la superficie. Son medidas, en muchos casos, tomadas mientras se espera cómo evoluciona el fenómeno y el estudio de este proceso.

«La punta del iceberg»

Sin embargo, las playas no están blindadas. Los bañistas siguen sufriendo el veneno de estos paraguas del mar. Sólo en Ceuta, en junio de este año, 384 personas tuvieron que ser atendidas por este motivo, según cifras de Cruz Roja. Cuando, a pesar de todo, las playas son tomadas por las medusas, son los ayuntamientos los encargados de cerrarlas y de informar a los turistas.

Las acciones emprendidas buscan paliar los efectos negativos para los bañistas. Pero éstos son sólo «la punta del iceberg», según Gili. El verdadero problema, para el científico, es el cambio radical que está experimentando el ecosistema marino.

La llegada masiva de estos ejemplares a las playas depende de su ciclo de reproducción. Existen registros de la llegada de medusas a las costas desde hace doscientos años, afirma Gili. Se cree que los períodos de proliferación de medusas en algunas aguas costeras ocurrían cada doce o trece años y duraban tres o cuatro. Desde dos décadas, ejemplares de esta especie visitan casi todos los años las playas del Mediterráneo. En España, dependiendo de la zona, el aumento lleva notándose incluso desde hace diez años.

«El principal problema es la ausencia de estudios», denuncia Gili, uno de los expertos españoles más reconocidos en este tema. Los científicos dan diferente importancia a los factores que han causado el fenómeno. Josep María distingue aquí dos cuestiones: las causas del aumento de ejemplares y las de su mayor acercamiento a las playas.

En la respuesta a la segunda cuestión juega un papel importante la sequía. Cuando el año no es seco, explica Gili, los ríos aportan un mayor caudal de agua dulce a la costa. El agua cercana al litoral tendrá unas características diferentes a la de alta mar. Esto ralentiza las corrientes marinas y obstaculiza el arrastre de medusas hacia las costas.

Devorar a sus cazadores

El aumento de ejemplares se debe principalmente, según Gili, al descenso de la población de las especies predadoras de medusas. El atún, el pez espada y la tortuga boba son los grandes cazadores de medusas, y sus bancos se han reducido como consecuencia de la sobrepesca. Al encontrarse sin depredadores, las medusas proliferan y engullen en mayores cantidades los huevos y larvas de los que, una vez adultos, se convertirían en sus depredadores. Se completa así el círculo. Pero no sólo los comedores de medusas se han reducido. También están descendiendo los peces pequeños que compiten con ellas por el plancton.

Raúl García, biólogo responsable de pesca de Adena, cita además, como causa de la explosión de medusas, el aumento de la temperatura del mar producido por el calentamiento global. «A mayor temperatura, las larvas se desarrollan mejor», argumenta. Sin embargo, Gili resta importancia a este factor.

Tanto Ecologistas en Acción como Adena ven en el incremento de los vertidos agrícolas y urbanos otra de las causas de este problema. «Los drenajes agrícolas tienen cantidades de nutrientes y de hidrógeno que hacen aumentar el fitoplancton del que también se alimentan las medusas», afirma Rubén Vives, secretario de Ecologistas en Acción en Murcia. La paradoja: las medusas son también la solución del problema de la contaminación. «Todos esos contaminantes podrían transformarse en algas filamentosas en el Mar Menor, que no en el Mediterráneo. Así, se convierten en medusa». Gili asegura que los efectos de la contaminación sólo han sido probados en la manga del Mar Menor y no pueden aplicarse al resto del Mediterráneo.

«Hoy es imposible parar esto», afirma Gili. «No es un problema que se solucione a corto plazo». Los científicos son pesimistas: habrá que acostumbrarse a estos nuevos turistas.