«Descontaminar las aguas subterráneas puede llevar siglos o incluso milenios»

Lun, 09/10/2006

ABC

PERRY McCARTY. Catedrático de Ingeniería Medioambiental de la Universidad de Stanford. Está considerado como uno de los mejores ingenieros ambientales por proteger los recursos de agua.

Está considerado como uno de los mejores ingenieros ambientales por proteger los recursos de agua del planeta. De paso por Madrid para participar en el ciclo «El genoma global», organizado por la Fundación BBVA y el CSIC, habló con ABC de la importancia que las aguas subterráneas tienen para el futuro ambiental.

-¿En qué proporción suministran los acuíferos agua dulce al planeta?

-La disponibilidad de agua potable es un problema muy grave en todo el mundo. Prácticamente la tercera parte de la población mundial no tiene acceso a un suministro adecuado y el problema va a aumentar a medida que lo hace la población. A esto se añade el cambio climático, que va a alterar completamente su disponibilidad y su distribución. Las aguas subterráneas son fundamentales para tener agua dulce, y muchas veces la gente no se da cuenta de que el 97-98% de las aguas dulces proceden de los acuíferos. Es un recurso escondido y por eso muchas veces no se ve la importancia que tiene para la disponibilidad de agua dulce. Por tanto, la contaminación de las aguas subterráneas es un problema especialmente agudo, porque no nos damos cuenta de que estamos contaminando todas las reservas que tenemos. Es lo que muchas veces en la literatura especializada se suele definir como un problema insidioso. Y además, cuando nos demos cuenta, a lo mejor es irreversible.

-¿Cómo llega esa contaminación a los acuíferos?

-La contaminación de las aguas subterráneas aumenta con la producción industrial, y también con la agricultura por la utilización de fertilizantes y por la intrusión de aguas marinas, es decir, el exceso de utilización de agua en las zonas costeras. Lo que me interesa especialmente es el campo de la contaminación debida a la producción industrial, porque las industrias se suelen desarrollar donde está la gente, que depende de esas aguas.

-¿Cuándo hemos sido conscientes de esa contaminación?

-En Estados Unidos, por ejemplo, es a partir de 1980 cuando se empiezan a dar cuenta de que había una contaminación general de las aguas subterráneas, y encontraron entre 300.000 y 400.000 sitios contaminados. El problema fundamental de las aguas subterráneas es que se tarda muchos años en eliminar los químicos de ellas. En cambio, en los ríos, cuando hay un vertido repentino, como ocurrió el año pasado en China, la limpieza puede ser cosa de semanas. Pero en el caso de las aguas subterráneas se puede tardar para limpiarlas siglos o incluso milenios.

-Hasta ahora las bacterias no se han considerado muy amigas de la limpieza, ¿cómo actúan esas bacterias en la biorremediación?

-Cuando empezamos con la biorremediación hace 30 años, pensábamos que las bacterias tenían un poder de degradación limitado. Sin embargo, descubrimos que había muchísimas bacterias en las aguas subterráneas y que algunas tienen una capacidad única de degradar los productos contaminantes. El campo que me ha interesado de forma especial es el de los disolventes clorados o halogenados, que son los que más se utilizan en la industria. Se usan por ejemplo en la limpieza en seco, para desengrasar motores o para la limpieza de productos electrónicos. De una u otra forma, bien porque se almacenan en lagunas o por pérdidas en las cisternas de transporte, por ejemplo, se produce una contaminación difusa. Creíamos que los disolventes halogenados no eran biodegradables, pero observamos que había una transformación. Entonces empezamos a investigar y descubrimos que había bacterias únicas, por ejemplo, bacterias que crecían en un entorno de disolventes de este tipo. En principio pensamos que esa transformación era casual, a lo mejor producida por enzimas que las bacterias producían para otros fines. Sin embargo, hace 12 o 15 años vimos que había unas bacterias que precisamente crecían gracias a consumir estos disolventes clorados.

-¿Y cuándo esas bacterias no están presentes en el agua? ¿Cómo es la técnica?

-La ingeniería es algo compleja, pero en realidad estas bacterias se pueden cultivar en un laboratorio hasta un pequeño volumen y después se añaden a las aguas subterráneas y allí mismo se multiplican de forma que nos dan el volumen adecuado. Esta es la parte fácil.

-¿Y la difícil?

-Luego lo que tenemos que hacer es alimentar estas bacterias. ¿Cómo lo hacemos? Podríamos añadir hidrógeno en forma de gas, y eso se hace a veces, pero el peligro es que hay muchas bacterias que buscan el hidrógeno, entonces podría haber bacterias competidoras que lo puedan utilizar y en lugar de hacer lo que nosotros queremos podrían producir dióxido de carbono y transformarlo en metano. Por tanto, tenemos que encontrar las formas de añadir estos alimentos orgánicos para favorecer especialmente a las bacterias que eliminan los disolventes.

-¿El agua que obtenemos puede usarse para consumo?

-No, porque hemos eliminado los productos tóxicos, pero también hemos añadido otros químicos. No se puede consumir, pero ha sido tratada de tal manera que ya no puede contaminar el resto de las aguas subterráneas, ya no es nociva.

-¿Este sistema puede usarse en las aguas residuales? Si es así, ¿hay problemas para regar con esa agua?

-El problema de las aguas residuales domésticas es el de las bacterias patógenas. También existe el problema de productos químicos peligrosos, aunque no es tan corriente en esas aguas. Yo le puedo decir que en Estados Unidos las aguas residuales domésticas de California se llevan utilizando en la agricultura desde hace décadas. Esa agua se trata de varias maneras. Primero se utilizan las bacterias para degradar las materias orgánicas, luego se filtran las aguas para eliminar cualquier partícula que pudiera quedar y después se desinfectan antes de poder utilizarla para la agricultura.

-¿La biorremediación puede ser una solución a la escasez de agua?

-En el tema de las aguas residuales sí, pero no en las aguas subterráneas, aunque sí soluciona problemas ambientales. Sabemos que lo mejor que podemos hacer es prevenir la contaminación, porque limpiar es realmente caro y porque una vez que se ha contaminado es prácticamente irreversible, precisamente por el coste que tiene. La mayoría de los países donde hay este problema no se lo podrían permitir. En Estados Unidos estamos hablando de cifras que van de 750.000 millones hasta el billón de dólares. Los países en desarrollo, por ejemplo, podrían retrasar la limpieza de los ríos hasta tener un nivel económico suficiente para hacerlo, pero para las aguas subterráneas es demasiado tarde.