Los 10 'puntos negros' de la contaminación mundial Diez millones de personas ponen en grave riesgo su salud al estar expuestas a niveles intolerables de metales pesados, radiactividad y productos químicos, según una investigación del Instituto Blacksmith.
Vie, 20/10/2006
Un lugar de Rusia donde, durante la Guerra Fría, se fabricaron armas químicas; otro en Zambia en el que los niños tienen 10 veces más plomo en la sangre de lo normal; o un tercero en Perú con un nivel de metales pesados tan alto que puede ocasionar cáncer y parálisis. Son sólo algunos de los 10 enclaves que se han hecho con el triste honor de ser los más contaminados del mundo, según el estudio realizado por el Instituto Blacksmith de Estados Unidos.
Tras analizar 300 emplazamientos, los expertos de este organismo no gubernamental han identificados 10 ciudades, en las que viven unos 10 millones de habitantes, como los puntos negros que hay que limpiar con «extrema urgencia». «Son lugares donde la esperanza de vida tiene índices medievales, las deformidades al nacer son la norma, los niños asmáticos llegan al 90% y el retardo mental resulta endémico. Muchos de los desafortunados que viven allí no sobreviven, y si lo hacen es para sufrir», ha declarado Richard Fuller, director del Instituto Blacksmith.
En Zambia, unos 250.000 ciudadanos de Kabwe sufren las consecuencias de las minas de plomo descubiertas en este rincón africano en 1902. Durante años, la fundición y sus residuos contaminaron el entorno y hoy los niveles de plomo y cadmio en la sangre de los niños es entre cinco y 10 veces superior al máximo permitido. Los daños en el hígado, espasmos musculares y vómitos son habituales en los niños de la zona, que ha empezado a limpiarse con ayuda del Banco Mundial.
Otro punto negro es Chernóbil. Diez años después del accidente en esta central nuclear, que afectó a 5,5 millones de ucranianos, la polución por materiales radioactivos sigue causando estragos. Desde 2002, se han diagnosticado 400 casos de cáncer de tiroides en niños.
En Perú, desde 1922 niños y adultos de la llamada 'capital metarúrgica de Latinoamérica', La Oroya, han estado expuestos a las emisiones tóxicas de la producción de plomo por la empresa Doe Run Corporation (EEUU). La vegetación no ha sobrevivido a la lluvia ácida y hoy hay 35.000 personas expuestas a un aire y un suelo muy contaminado. La mina sigue abierta.
También el plomo envenena la sangre de los 85.000 habitantes de Haina (República Dominicana). Allí se instaló una empresa de reciclaje de baterías de automóviles, que aumentó los niveles de plomo. Sus consecuencias aún se sufren, aunque ya fue clausurada.
Rusia tiene tres enclaves en la funesta lista. En Norilsk, una ciudad fundada en 1935 como campo de trabajo para esclavos, se calcula que la esperanza de vida es 10 años menor que en resto del país por culpa del exceso de níquel, cobre, plomo, cadmio y otros minerales, fruto de una actividad minera que no se preocupó nunca de su impacto medioambiental. «Es un lugar horrible», asegura el informe de Blacksmith. Los embarazos con problemas y los nacimientos prematuros están a la orden del día.
También es preocupante la situación en Dsezinsk, una ciudad que durante la Guerra Fría se convirtió en centro de fabricación de armas químicas, incluido el gas sarín y el mostaza. Sus residuos se volcaban a un acuífero que es el que provee de agua a sus 300.000 habitantes. Hoy, en Dsezinsk, la esperanza de vida es sólo de 42 años para los hombres y 47 para las mujeres.
Aguas contaminadas
El tercer enclave ruso está en Rudnaya Pristan y Dalnegorsk, dos ciudades cuyas aguas fueron contaminadas por una mina de plomo.
China también está representada. En Linfen (provincia de Shansi), según constata el instituto, han proliferado las minas ilegales de carbón, que han ennegrecido el aire y los pulmones de sus 200.000 habitantes. También se ha detectado arsénico en el agua de consumo en niveles alarmantes.
No están mejor los 3,5 millones de habitantes de Ranipet (India), a quienes el peligro llega desde las fábricas de curtido de pieles, que usan cromato sódico en su producción. Se calcula que se han acumulado 1,5 toneladas de residuos sólidos en 20 años, basura que ha contaminado tanto el agua como los cultivos y ha marcado la piel de quienes allí residen.
Ni tampoco en Kirguistán, un pequeño país asiático que entra en el ránking por la planta de uranio que la URSS abrió en Mailuu-Suu. Allí quedaron 300.000 metros cúbicos de residuos radiactivos en una zona de gran actividad sísmica.
Tras analizar 300 emplazamientos, los expertos de este organismo no gubernamental han identificados 10 ciudades, en las que viven unos 10 millones de habitantes, como los puntos negros que hay que limpiar con «extrema urgencia». «Son lugares donde la esperanza de vida tiene índices medievales, las deformidades al nacer son la norma, los niños asmáticos llegan al 90% y el retardo mental resulta endémico. Muchos de los desafortunados que viven allí no sobreviven, y si lo hacen es para sufrir», ha declarado Richard Fuller, director del Instituto Blacksmith.
En Zambia, unos 250.000 ciudadanos de Kabwe sufren las consecuencias de las minas de plomo descubiertas en este rincón africano en 1902. Durante años, la fundición y sus residuos contaminaron el entorno y hoy los niveles de plomo y cadmio en la sangre de los niños es entre cinco y 10 veces superior al máximo permitido. Los daños en el hígado, espasmos musculares y vómitos son habituales en los niños de la zona, que ha empezado a limpiarse con ayuda del Banco Mundial.
Otro punto negro es Chernóbil. Diez años después del accidente en esta central nuclear, que afectó a 5,5 millones de ucranianos, la polución por materiales radioactivos sigue causando estragos. Desde 2002, se han diagnosticado 400 casos de cáncer de tiroides en niños.
En Perú, desde 1922 niños y adultos de la llamada 'capital metarúrgica de Latinoamérica', La Oroya, han estado expuestos a las emisiones tóxicas de la producción de plomo por la empresa Doe Run Corporation (EEUU). La vegetación no ha sobrevivido a la lluvia ácida y hoy hay 35.000 personas expuestas a un aire y un suelo muy contaminado. La mina sigue abierta.
También el plomo envenena la sangre de los 85.000 habitantes de Haina (República Dominicana). Allí se instaló una empresa de reciclaje de baterías de automóviles, que aumentó los niveles de plomo. Sus consecuencias aún se sufren, aunque ya fue clausurada.
Rusia tiene tres enclaves en la funesta lista. En Norilsk, una ciudad fundada en 1935 como campo de trabajo para esclavos, se calcula que la esperanza de vida es 10 años menor que en resto del país por culpa del exceso de níquel, cobre, plomo, cadmio y otros minerales, fruto de una actividad minera que no se preocupó nunca de su impacto medioambiental. «Es un lugar horrible», asegura el informe de Blacksmith. Los embarazos con problemas y los nacimientos prematuros están a la orden del día.
También es preocupante la situación en Dsezinsk, una ciudad que durante la Guerra Fría se convirtió en centro de fabricación de armas químicas, incluido el gas sarín y el mostaza. Sus residuos se volcaban a un acuífero que es el que provee de agua a sus 300.000 habitantes. Hoy, en Dsezinsk, la esperanza de vida es sólo de 42 años para los hombres y 47 para las mujeres.
Aguas contaminadas
El tercer enclave ruso está en Rudnaya Pristan y Dalnegorsk, dos ciudades cuyas aguas fueron contaminadas por una mina de plomo.
China también está representada. En Linfen (provincia de Shansi), según constata el instituto, han proliferado las minas ilegales de carbón, que han ennegrecido el aire y los pulmones de sus 200.000 habitantes. También se ha detectado arsénico en el agua de consumo en niveles alarmantes.
No están mejor los 3,5 millones de habitantes de Ranipet (India), a quienes el peligro llega desde las fábricas de curtido de pieles, que usan cromato sódico en su producción. Se calcula que se han acumulado 1,5 toneladas de residuos sólidos en 20 años, basura que ha contaminado tanto el agua como los cultivos y ha marcado la piel de quienes allí residen.
Ni tampoco en Kirguistán, un pequeño país asiático que entra en el ránking por la planta de uranio que la URSS abrió en Mailuu-Suu. Allí quedaron 300.000 metros cúbicos de residuos radiactivos en una zona de gran actividad sísmica.