El veneno de la lluvia ácida riega ya un tercio de la superficie de China
Dom, 05/11/2006
En apenas un cuarto de siglo, China ha pasado de ser un humilde país de campesinos a convertirse en la «fábrica global». Los devastadores efectos medioambientales empiezan a notarse ya en el gigante asiático, donde los cielos están permanentemente cubiertos por una neblina gris debido al humo de las factorías y las centrales térmicas.
El año pasado, China se convirtió en el primer país del mundo emisor de sustancias contaminantes al liberar a la atmósfera 25,49 millones de toneladas de dióxido de azufre, un 27 por ciento más que en 2000. De ellas, 21,6 millones de toneladas tuvieron su origen en la producción industrial, y 3,89 millones en el ámbito doméstico, dando fe del tremendo impacto ecológico que causa el «milagro económico» chino.
Aunque Pekín se ha propuesto reducir en un 10 por ciento la polución durante el XI Plan Quinquenal (2006-2010), los datos de la primera mitad de este año no resultan halagüeños. Así, ha aumentado un 4,2 por ciento la cantidad de dióxido de azufre liberado a la atmósfera, que llegó hasta los 12,75 millones de toneladas, mientras que los niveles de oxígeno químico vertido a las aguas se elevaron un 3,7 por ciento y alcanzaron los 6,9 millones de toneladas.
A consecuencia de la rápida urbanización y del descontrolado consumo de energía, la lluvia ácida afecta ya a un tercio de la superficie nacional, incluyendo vastas extensiones de cultivos, y a la mitad de sus 696 grandes ciudades.
Durante el último año, el aumento de la lluvia ácida ha sido especialmente alarmante en Pekín y en el nordeste del país. «La frecuencia se ha incrementado hasta más de un 20 por ciento e incluso el 50 por ciento en Pekín, Tianjin, Hebei y algunas zonas de Henan», explicaba ayer el meteorólogo Zhang Xiaochun en el diario «South China Morning Post».
Tales datos demuestran el fracaso del Gobierno por evitar que este fenómeno afecte a la capital china, donde el valor del Ph del agua de lluvia estaba en 2004 por debajo del 5,6, el límite para ser catalogada como ácida. El año pasado, dicho nivel de acidez cayó estrepitosamente hasta el 4,9, lo que ha hecho saltar todas las alarmas porque este problema, lejos de solventarse, se intensifica.
Según informa la agencia Efe, Duan Lei, profesor asociado del Colegio de Ciencia Medioambiental e Ingeniería de la Universidad de Tsinghua en Pekín, atribuye «la mayor frecuencia de la lluvia ácida en el noreste a un mayor control de las partículas en suspensión, que son alcalinas y contrarrestan el ácido». Por ese motivo, el aumento de los días claros al reducirse dichas partículas en suspensión no ha traído consigo una disminución de la lluvia ácida.
Otra de las causas principales de la seria contaminación que afecta al «dragón rojo» es la quema de carbón para producir electricidad, ya que el año pasado se registró un incremento de 800 millones de toneladas. De ellas, 500 millones fueron a parar a las plantas térmicas, porque este mineral genera el 70 por ciento de la energía que se consume en China, donde los gastos que genera la polución ya ascienden a 156.224 millones de euros y suponen el 10 por ciento del PIB.
El año pasado, China se convirtió en el primer país del mundo emisor de sustancias contaminantes al liberar a la atmósfera 25,49 millones de toneladas de dióxido de azufre, un 27 por ciento más que en 2000. De ellas, 21,6 millones de toneladas tuvieron su origen en la producción industrial, y 3,89 millones en el ámbito doméstico, dando fe del tremendo impacto ecológico que causa el «milagro económico» chino.
Aunque Pekín se ha propuesto reducir en un 10 por ciento la polución durante el XI Plan Quinquenal (2006-2010), los datos de la primera mitad de este año no resultan halagüeños. Así, ha aumentado un 4,2 por ciento la cantidad de dióxido de azufre liberado a la atmósfera, que llegó hasta los 12,75 millones de toneladas, mientras que los niveles de oxígeno químico vertido a las aguas se elevaron un 3,7 por ciento y alcanzaron los 6,9 millones de toneladas.
A consecuencia de la rápida urbanización y del descontrolado consumo de energía, la lluvia ácida afecta ya a un tercio de la superficie nacional, incluyendo vastas extensiones de cultivos, y a la mitad de sus 696 grandes ciudades.
Durante el último año, el aumento de la lluvia ácida ha sido especialmente alarmante en Pekín y en el nordeste del país. «La frecuencia se ha incrementado hasta más de un 20 por ciento e incluso el 50 por ciento en Pekín, Tianjin, Hebei y algunas zonas de Henan», explicaba ayer el meteorólogo Zhang Xiaochun en el diario «South China Morning Post».
Tales datos demuestran el fracaso del Gobierno por evitar que este fenómeno afecte a la capital china, donde el valor del Ph del agua de lluvia estaba en 2004 por debajo del 5,6, el límite para ser catalogada como ácida. El año pasado, dicho nivel de acidez cayó estrepitosamente hasta el 4,9, lo que ha hecho saltar todas las alarmas porque este problema, lejos de solventarse, se intensifica.
Según informa la agencia Efe, Duan Lei, profesor asociado del Colegio de Ciencia Medioambiental e Ingeniería de la Universidad de Tsinghua en Pekín, atribuye «la mayor frecuencia de la lluvia ácida en el noreste a un mayor control de las partículas en suspensión, que son alcalinas y contrarrestan el ácido». Por ese motivo, el aumento de los días claros al reducirse dichas partículas en suspensión no ha traído consigo una disminución de la lluvia ácida.
Otra de las causas principales de la seria contaminación que afecta al «dragón rojo» es la quema de carbón para producir electricidad, ya que el año pasado se registró un incremento de 800 millones de toneladas. De ellas, 500 millones fueron a parar a las plantas térmicas, porque este mineral genera el 70 por ciento de la energía que se consume en China, donde los gastos que genera la polución ya ascienden a 156.224 millones de euros y suponen el 10 por ciento del PIB.