Postales sin nieve en el invierno de Moscú
Jue, 11/01/2007
Que el sol se vaya a dormir a las cuatro de la tarde es algo que no sorprende a los moscovitas, más que nada porque siempre ha sido así cada vez que el invierno se acerca. Pero empieza a ponerles nerviosos que todavía no haya montones de nieve. Igual que otras ciudades europeas, Moscú y la capital del norte, San Petersburgo, están sufriendo las consecuencias de una ola de calor inesperada.
También está sorprendido por lo que ocurre el director del Centro Meteorológico de Rusia, Roman Vilfand. Pero él tiene una explicación científica: 'Está relacionado con la presencia de potentes ciclones en el océano Atlántico, que traen enormes masas de aire caliente de las regiones subtropicales. Antes también sucedía esto, pero era contrarrestado por las masas árticas del norte. Ahora se producen procesos zonales en cada hemisferio y las masas pasan de largo', explica.
Pero los pescadores del río Moscova no entienden de ciclones, masas de aire o hemisferios. Desde el mes de octubre preparaban sus aparejos y sus taburetes para disfrutar de sus diez grados bajo cero, cuando no veinte, sentados sobre las aguas heladas del río y esperando que piquen los peces por el agujero que han practicado en el hielo. Ahora sólo pueden acercarse al parque Filí, uno de sus lugares preferidos, y contemplar estos días primaverales con temperaturas entre los 3 y los 8 grados positivos. Natalia Yerzhova, del Servicio de Meteorología y de Control del Medio Ambiente, ha señalado que varios días de diciembre se dieron las temperaturas más altas de la historia en esa época del año desde que hay registro, a finales del XIX.
A pesar de la irregularidad del cielo, esta ola de calor ha sido una bendición para muchos moscovitas, especialmente los miles y miles que el pasado viernes emprendieron camino a las dachas (casas de campo) para pasar el fin de semana. 'Pensábamos dejar de ir en noviembre, cuando apareció un poco de nieve, pero todavía no se ha terminado la temporada', explica sorprendido Andrei, un jubilado que desde las fiestas de mayo descansa siempre que puede con su familia cerca de la ciudad de Lobnia, unos 20 kilómetros al norte de Moscú. 'Si hay nieve y hace frío no se puede ir, porque el coche no puede pasar por esos caminos de tierra y la casa no está preparada', explica señalando la casita de madera y el terrucho en el que, con unas estacas y unos plásticos, ha improvisado un huerto diminuto.
Los ciclones del Atlántico tampoco son muy populares en San Petersburgo. Uno de ellos ha atravesado el Báltico y ha llegado a la capital de los zares, que ayer comenzó a sufrir una nueva inundación, la número 302 desde que se tiene noticia. Se prevé que el agua del Neva alcance los dos metros de altura. Sin un copo de nieve a la vista, los meteorólogos anuncian tormentas y fuertes vientos para los próximos días. Se teme que varios malecones de la ciudad y edificios de la parte histórica queden anegados. En San Petersburgo se considera inundación toda subida de las aguas que sobrepase los 160 centímetros de altura.
Mientras disfrutan o sufren con este clima extraño, todos temen que el invierno aparezca de repente con ánimo vengativo. Las máquinas quitanieves, que ahora trabajan al mismo ritmo que en primavera, se emplearon a fondo el invierno pasado, cuando en enero y febrero la temperatura cayó varios días por debajo de los 30 grados negativos. Pero de momento habrá que esperar.
También está sorprendido por lo que ocurre el director del Centro Meteorológico de Rusia, Roman Vilfand. Pero él tiene una explicación científica: 'Está relacionado con la presencia de potentes ciclones en el océano Atlántico, que traen enormes masas de aire caliente de las regiones subtropicales. Antes también sucedía esto, pero era contrarrestado por las masas árticas del norte. Ahora se producen procesos zonales en cada hemisferio y las masas pasan de largo', explica.
Pero los pescadores del río Moscova no entienden de ciclones, masas de aire o hemisferios. Desde el mes de octubre preparaban sus aparejos y sus taburetes para disfrutar de sus diez grados bajo cero, cuando no veinte, sentados sobre las aguas heladas del río y esperando que piquen los peces por el agujero que han practicado en el hielo. Ahora sólo pueden acercarse al parque Filí, uno de sus lugares preferidos, y contemplar estos días primaverales con temperaturas entre los 3 y los 8 grados positivos. Natalia Yerzhova, del Servicio de Meteorología y de Control del Medio Ambiente, ha señalado que varios días de diciembre se dieron las temperaturas más altas de la historia en esa época del año desde que hay registro, a finales del XIX.
A pesar de la irregularidad del cielo, esta ola de calor ha sido una bendición para muchos moscovitas, especialmente los miles y miles que el pasado viernes emprendieron camino a las dachas (casas de campo) para pasar el fin de semana. 'Pensábamos dejar de ir en noviembre, cuando apareció un poco de nieve, pero todavía no se ha terminado la temporada', explica sorprendido Andrei, un jubilado que desde las fiestas de mayo descansa siempre que puede con su familia cerca de la ciudad de Lobnia, unos 20 kilómetros al norte de Moscú. 'Si hay nieve y hace frío no se puede ir, porque el coche no puede pasar por esos caminos de tierra y la casa no está preparada', explica señalando la casita de madera y el terrucho en el que, con unas estacas y unos plásticos, ha improvisado un huerto diminuto.
Los ciclones del Atlántico tampoco son muy populares en San Petersburgo. Uno de ellos ha atravesado el Báltico y ha llegado a la capital de los zares, que ayer comenzó a sufrir una nueva inundación, la número 302 desde que se tiene noticia. Se prevé que el agua del Neva alcance los dos metros de altura. Sin un copo de nieve a la vista, los meteorólogos anuncian tormentas y fuertes vientos para los próximos días. Se teme que varios malecones de la ciudad y edificios de la parte histórica queden anegados. En San Petersburgo se considera inundación toda subida de las aguas que sobrepase los 160 centímetros de altura.
Mientras disfrutan o sufren con este clima extraño, todos temen que el invierno aparezca de repente con ánimo vengativo. Las máquinas quitanieves, que ahora trabajan al mismo ritmo que en primavera, se emplearon a fondo el invierno pasado, cuando en enero y febrero la temperatura cayó varios días por debajo de los 30 grados negativos. Pero de momento habrá que esperar.