Los científicos chinos juegan a manipular el clima en la meseta tibetana
Lun, 23/04/2007
La manipulación del clima parece cada vez más al alcance de los científicos chinos, que acaban de conseguir por primera vez nieve artificial en la meseta tibetana, la más alta del mundo y asolada por el calentamiento global, con el objetivo de reverdecer sus secas praderas. «Es la primera vez que se consigue nieve artificial en una meseta con una altura superior a los 4.500 metros. Decidimos ponerla en práctica para resolver la grave sequía en las praderas y zonas de pasto», explicó a Efe Liu Xuesong, director de Meteorología de la comarca tibetana de Nagqu.
Tras elegir las condiciones meteorológicas idóneas, el pasado 10 de abril se lanzaron desde tierra bombas de yoduro de plata, un catalizador que, al contactar con las nubes, genera una reacción química que libera el hidrógeno el cual, en contacto con el oxígeno de la atmósfera, forma agua. Se trata del mismo método que se utiliza para provocar la lluvia artificial y, según Liu, gracias a él la nieve caída fue del 10 al 15 por ciento más intensa de lo habitual, en una región semiárida donde las precipitaciones anuales son de sólo 381 milímetros.
Pese a que se trata de una primera prueba, algunos han lanzado ya campanas al vuelo y hablan de que este tipo de poco ortodoxas herramientas serán decisivas a la hora de combatir los efectos del calentamiento global, como el deshielo de los glaciares, la sequía de los lagos o la reducción de las praderas.
Tras elegir las condiciones meteorológicas idóneas, el pasado 10 de abril se lanzaron desde tierra bombas de yoduro de plata, un catalizador que, al contactar con las nubes, genera una reacción química que libera el hidrógeno el cual, en contacto con el oxígeno de la atmósfera, forma agua. Se trata del mismo método que se utiliza para provocar la lluvia artificial y, según Liu, gracias a él la nieve caída fue del 10 al 15 por ciento más intensa de lo habitual, en una región semiárida donde las precipitaciones anuales son de sólo 381 milímetros.
Pese a que se trata de una primera prueba, algunos han lanzado ya campanas al vuelo y hablan de que este tipo de poco ortodoxas herramientas serán decisivas a la hora de combatir los efectos del calentamiento global, como el deshielo de los glaciares, la sequía de los lagos o la reducción de las praderas.