El Plan Ambiental del Ebro propone suprimir 183 kilómetros de motas para dar espacio al río
Lun, 23/04/2007
El Plan Ambiental del Ebro elaborado por el Gobierno de Aragón para buscar soluciones al problema de las avenidas en los municipios ribereños incluye, entre otras 86 actuaciones, una reordenación total del sistema de defensas construido en torno al cauce. La consultora que redactó este documento por encargo del Departamento de Medio Ambiente (Iberinsa) considera que es necesario que el río recupere su terreno natural de inundación, por lo que entre Novillas y la presa de Alforque el Plan propone eliminar 62 defensas, retranquear otras 17 y levantar 7 de nueva creación.
En total, estas medidas supondrían la demolición de 182 kilómetros de motas y la construcción de 93 kilómetros en zonas más alejadas del cauce, lo que permitiría devolver al Ebro un espacio de movilidad que minimice los efectos de las avenidas.
Estos planteamientos no afectan a las defensas encargadas de proteger los núcleos urbanos, que en todo caso serían mejoradas para evitar cualquier riesgo. Además, la DGA tiene claro que antes de poner en marcha cualquier medida hay que lograr el consenso de todas las partes implicadas.
El Plan Ambiental del Ebro fue promovido por el Departamento de Medio Ambiente tras la riada de febrero de 2003. Con su elaboración, la Consejería que dirige Alfredo Boné intentaba hacer compatible la prevención de avenidas, el desarrollo socioeconómico de las localidades situadas junto al río y la conservación en las mejores condiciones posibles de los ecosistemas fluviales.
La consecución de esos tres objetivos está directamente condicionada por la dinámica del río, y dentro de ese apartado los técnicos que han redactado este amplísimo documento de 48 tomos consideran que la principal prioridad de las Administraciones debe ser devolver al Ebro su espacio de movilidad fluvial (EMF), es decir, la superficie necesaria para que el río pueda fluir libremente formando meandros de acuerdo con su dinámica natural.
Siempre según el Plan, el actual sistema de defensas, construido a partir de los años 50 del siglo pasado, no es efectivo porque la línea de inundación sobrepasa las motas en numerosos puntos.
El problema no reside en que los diques se rompan, sino que son las propias defensas las que, al no dejar que la masa de agua se expanda, elevan el nivel del río. Esa subida produce presiones y filtraciones a través de las motas, que unidas a los reventones puntuales pueden hacer que el agua retroceda de abajo arriba como ocurrió en 2003 en Pradilla.
Lo que recomiendan los autores del Plan Ambiental del Ebro para prevenir este tipo de problemas es retirar o desplazar las defensas que no protejan núcleos urbanos. De esta forma, el río encontraría su propio espacio de movilidad y la inundación de esa superficie serviría para laminar sus avenidas minimizando los daños.
Esta propuesta se enfrenta al problema de que buena parte del EMF está ocupado por campos de cultivo que en su día arrebataron terreno al río y que hoy son explotados por los habitantes de los municipios ribereños. Según se detalla a lo largo del documento, en el ámbito geográfico incluido en el estudio hay 19.000 hectáreas de uso agrícola situadas en zona inundable.
La solución por la que apuesta el Plan del Ebro es reordenar territorialmente la agricultura de los municipios ribereños, de manera que la primera franja de terreno esté ocupada por vegetación natural y la segunda sean choperas naturalizadas mediante la plantación de otras especies ribereñas. En una tercera línea se situarían las choperas productivas -explotaciones de gran rentabilidad- y los cultivos leñosos, y en la zona más alejada del río estarían los campos de cultivo.
Para que esta reorganización sea posible, el Plan Ambiental del Ebro recomienda un largo listado de medidas encaminadas a modernizar las explotaciones agrarias de la zona: concentraciones parcelarias, modernización de regadíos, permutas, fomento de la plantación de chopos, compensaciones económicas por los cambios de cultivo… El objetivo es que la superficie agrícola inundable se reduzca de las 19.000 hectáreas actuales a unas 11.000.
En total, estas medidas supondrían la demolición de 182 kilómetros de motas y la construcción de 93 kilómetros en zonas más alejadas del cauce, lo que permitiría devolver al Ebro un espacio de movilidad que minimice los efectos de las avenidas.
Estos planteamientos no afectan a las defensas encargadas de proteger los núcleos urbanos, que en todo caso serían mejoradas para evitar cualquier riesgo. Además, la DGA tiene claro que antes de poner en marcha cualquier medida hay que lograr el consenso de todas las partes implicadas.
El Plan Ambiental del Ebro fue promovido por el Departamento de Medio Ambiente tras la riada de febrero de 2003. Con su elaboración, la Consejería que dirige Alfredo Boné intentaba hacer compatible la prevención de avenidas, el desarrollo socioeconómico de las localidades situadas junto al río y la conservación en las mejores condiciones posibles de los ecosistemas fluviales.
La consecución de esos tres objetivos está directamente condicionada por la dinámica del río, y dentro de ese apartado los técnicos que han redactado este amplísimo documento de 48 tomos consideran que la principal prioridad de las Administraciones debe ser devolver al Ebro su espacio de movilidad fluvial (EMF), es decir, la superficie necesaria para que el río pueda fluir libremente formando meandros de acuerdo con su dinámica natural.
Siempre según el Plan, el actual sistema de defensas, construido a partir de los años 50 del siglo pasado, no es efectivo porque la línea de inundación sobrepasa las motas en numerosos puntos.
El problema no reside en que los diques se rompan, sino que son las propias defensas las que, al no dejar que la masa de agua se expanda, elevan el nivel del río. Esa subida produce presiones y filtraciones a través de las motas, que unidas a los reventones puntuales pueden hacer que el agua retroceda de abajo arriba como ocurrió en 2003 en Pradilla.
Lo que recomiendan los autores del Plan Ambiental del Ebro para prevenir este tipo de problemas es retirar o desplazar las defensas que no protejan núcleos urbanos. De esta forma, el río encontraría su propio espacio de movilidad y la inundación de esa superficie serviría para laminar sus avenidas minimizando los daños.
Esta propuesta se enfrenta al problema de que buena parte del EMF está ocupado por campos de cultivo que en su día arrebataron terreno al río y que hoy son explotados por los habitantes de los municipios ribereños. Según se detalla a lo largo del documento, en el ámbito geográfico incluido en el estudio hay 19.000 hectáreas de uso agrícola situadas en zona inundable.
La solución por la que apuesta el Plan del Ebro es reordenar territorialmente la agricultura de los municipios ribereños, de manera que la primera franja de terreno esté ocupada por vegetación natural y la segunda sean choperas naturalizadas mediante la plantación de otras especies ribereñas. En una tercera línea se situarían las choperas productivas -explotaciones de gran rentabilidad- y los cultivos leñosos, y en la zona más alejada del río estarían los campos de cultivo.
Para que esta reorganización sea posible, el Plan Ambiental del Ebro recomienda un largo listado de medidas encaminadas a modernizar las explotaciones agrarias de la zona: concentraciones parcelarias, modernización de regadíos, permutas, fomento de la plantación de chopos, compensaciones económicas por los cambios de cultivo… El objetivo es que la superficie agrícola inundable se reduzca de las 19.000 hectáreas actuales a unas 11.000.