El siglo de la sequía y el calor
Sáb, 02/06/2007
La cuenca del Guadiana perdería hasta el 22% de su caudal actual. Aumentarán las plagas al haber menos heladas que las puedan controlar Los avisos están ahí para quien quiera atenderlos. Al ritmo actual de aumento de la contaminación, el siglo terminará con cambios climáticos que afectarán de manera muy importante a los humanos. El informe de los expertos realizado por el comité nombrado por el Ministerio de Medio Ambiente adelanta claves poco tranquilizadoras.
Para el caso de Extremadura, las temperaturas medias a finales del siglo XXI habrán subido entre 3º y 4º en invierno y hasta 7º en verano respecto a las actuales. Paralelamente, las lluvias serán menores en invierno y muy inferiores --hasta medio litro por metro cuadrado y día de media-- en verano. Además, cada vez serán más frecuentes los días de calor extremo, mientras que irán desapareciendo los días de frío intenso.
Estos cambios en el clima provocarán que los animales huyan de sus zonas actuales para buscar zonas más altas donde se mantenga una situación parecida a la actual, mientras que plagas y especies invasoras ocuparán su lugar. Además, los ecosistemas acuáticos extremeños irán deteriorándose al haber menos agua, y como esta escasez será general, la conservación de estas zonas pasará a un segundo plano.
En cuanto a la vegetación, las áreas extremeñas semihúmedas, situadas en el norte de la región, se convertirán en secas, y el resto de Extremadura experimentará una transición paulatina hacia un paisaje desértico. Este hecho se verá favorecido, según el informe, porque las altas temperaturas y el descenso del nivel de humedad del suelo facilitarán la propagación de los incendios.
Por lo que se refiere al impacto en los sistemas hidrológicos, el informe apunta que
"los cursos de agua permanentes pasarán a ser estacionales" . Estas mermas afectarán con más virulencia a la cuenca del Guadiana, donde hacia el 2060 se habrá perdido alrededor del 15% del caudal, y hasta un 22% a finales del siglo.
En cuanto al Tajo, la pérdida de agua será de alrededor del 10% dentro de 50 años y de un 14% a final de este siglo.
El negro panorama augura igualmente que la erosión aumentará, y se perderá un 7% del suelo, por lo que se recomienda "la reforestación de tierras yermas y marginales y la práctica de una agricultura orientada a la conservación del suelo" , aplicando nuevos criterios en la Política Agraria Común. También la política urbanística debe entrar en esta sintonía, teniendo en cuenta la calidad del suelo a la hora de modificar los usos.
Mientras, el sector forestal vivirá una falsa eclosión, ya que la suavización de las temperaturas más bajas hará que se incremente el número de árboles hasta mediados del siglo, pero después la falta de agua provocará un importante "estrés hídrico"
que mermará la densidad del arbolado, al que sustituirán matorrales y vegetación
"de menor porte". El fenómeno se verá acelerado porque los inviernos más suaves provocarán que las plagas y enfermedades forestales se incrementen y
"algunas especies perforadoras o desfoliadoras puedan llegar a completar dos ciclos biológicos en un año" . El mismo fenómeno afectará a los cultivos, cuyo rendimiento bajará, al ir desapareciendo las heladas que actúan como controles naturales de las plagas.
Para el caso de Extremadura, las temperaturas medias a finales del siglo XXI habrán subido entre 3º y 4º en invierno y hasta 7º en verano respecto a las actuales. Paralelamente, las lluvias serán menores en invierno y muy inferiores --hasta medio litro por metro cuadrado y día de media-- en verano. Además, cada vez serán más frecuentes los días de calor extremo, mientras que irán desapareciendo los días de frío intenso.
Estos cambios en el clima provocarán que los animales huyan de sus zonas actuales para buscar zonas más altas donde se mantenga una situación parecida a la actual, mientras que plagas y especies invasoras ocuparán su lugar. Además, los ecosistemas acuáticos extremeños irán deteriorándose al haber menos agua, y como esta escasez será general, la conservación de estas zonas pasará a un segundo plano.
En cuanto a la vegetación, las áreas extremeñas semihúmedas, situadas en el norte de la región, se convertirán en secas, y el resto de Extremadura experimentará una transición paulatina hacia un paisaje desértico. Este hecho se verá favorecido, según el informe, porque las altas temperaturas y el descenso del nivel de humedad del suelo facilitarán la propagación de los incendios.
Por lo que se refiere al impacto en los sistemas hidrológicos, el informe apunta que
"los cursos de agua permanentes pasarán a ser estacionales" . Estas mermas afectarán con más virulencia a la cuenca del Guadiana, donde hacia el 2060 se habrá perdido alrededor del 15% del caudal, y hasta un 22% a finales del siglo.
En cuanto al Tajo, la pérdida de agua será de alrededor del 10% dentro de 50 años y de un 14% a final de este siglo.
El negro panorama augura igualmente que la erosión aumentará, y se perderá un 7% del suelo, por lo que se recomienda "la reforestación de tierras yermas y marginales y la práctica de una agricultura orientada a la conservación del suelo" , aplicando nuevos criterios en la Política Agraria Común. También la política urbanística debe entrar en esta sintonía, teniendo en cuenta la calidad del suelo a la hora de modificar los usos.
Mientras, el sector forestal vivirá una falsa eclosión, ya que la suavización de las temperaturas más bajas hará que se incremente el número de árboles hasta mediados del siglo, pero después la falta de agua provocará un importante "estrés hídrico"
que mermará la densidad del arbolado, al que sustituirán matorrales y vegetación
"de menor porte". El fenómeno se verá acelerado porque los inviernos más suaves provocarán que las plagas y enfermedades forestales se incrementen y
"algunas especies perforadoras o desfoliadoras puedan llegar a completar dos ciclos biológicos en un año" . El mismo fenómeno afectará a los cultivos, cuyo rendimiento bajará, al ir desapareciendo las heladas que actúan como controles naturales de las plagas.