Un destino y varias sendas. Canales y Senderos sobre las aguas
Vie, 29/06/2007
Fueron concebidos para abastecer de agua a pueblos y ciudades, pero con el tiempo se han convertido también en apetecibles caminos, senderos que discurren llanos y sin estorbo por los bosques y montañas donde nace y se almacena tan preciado bien. Presas, almenaras y acueductos, en muchos casos centenarios y catalogados como elementos señeros del patrimonio arquitectónico regional, añaden interés cultural a estas conducciones que hacen posible el milagro de caminar sobre las aguas. En las cuencas del bajo Lozoya, Guadalix y alto Guadarrama se encuentran sus más bellos ejemplos.
- Antiguo Canal de Isabel II. Con una longitud de 77 kilómetros, fue el primero que se construyó para llevar a la capital el agua pura del Lozoya, la cual fue recibida con gran alborozo el 24 de junio de 1858, en un surtidor de 12 caños de la calle de San Bernardo. De la joven reina que lo inauguró, tomó su nombre el invento.
Desde la presa del Pontón de la Oliva, en Patones, puede darse un grato paseo por la plataforma llana del canal, que discurre a la vista por la ladera del monte, a unos 20 metros por encima de la carretera, oteando a mano izquierda las populosas choperas donde se juntan el Lozoya y el Jarama, y a la diestra, los agrios barrancos por los que culebrean, a mayor altura, las gigantescas tuberías de conducciones más modernas. Tras seis kilómetros de imperceptible descenso, el canal, convertido en un simple camino rural, desemboca en la carretera que une los dos Patones, el de Abajo y del Arriba.
Puede volverse por donde se ha venido o, mejor todavía, por Patones de Arriba y la línea cimera del monte, completando una ruta circular de 15 kilómetros y unas cuatro horas de duración. Una descripción pormenorizada de este circuito se hallará en www.excursionesysenderismo.com, y un fichero para GPS en www.andarines.com .
- El Transversal. También conocido como canal de El Villar, por el embalse donde toma sus aguas del Lozoya, este conducto casi centenario -se terminó en 1912- continúa transportando la respetable cantidad de ocho metros cúbicos de líquido elemento por segundo. Una excursión memorable consiste en seguir su trazado desde el pueblo de El Berrueco hasta la presa de El Villar; en sentido contrario, pues, al de la corriente. Son 12 kilómetros -unas tres horas, sólo ida- de camino elevado por la orilla occidental del embalse de El Atazar, contemplando por encima del selvático encinar ribereño un plácido cuadro de agua mansa, veleros y montañas. No menos interés que el paisaje tiene la propia obra del canal, que salva los frecuentes desniveles del terreno mediante monumentales acueductos, cual el de la Alameda, para admiración y comodidad del paseante. Al final, en una quebrada vertiginosa, aparece la también impresionante presa de El Villar, la más antigua (1879) de las que aún están en servicio en la región y la primera de su tipo (gravedad) en Europa; su primera piedra la puso el polifacético José Echegaray, entonces ministro de Fomento y luego premio Nobel de Literatura. (www.sierranortemadrid.org).
- Por el cañón del Guadalix. Desde la presa del Mesto, en las vecindades de El Molar, el canal del Guadalix acompaña al río homónimo por una garganta cada vez más profunda y enmarañada de carrascas, enebros y alisos, que son los que, hace más de mil años, dieron nombre a esta corriente serrana ( guad-alix : río de los alisos).
Ambos, presa y canal, fueron construidos a todo correr en 1859 para suplir las carencias del recién estrenado Canal de Isabel II, pues el embalse de origen de éste, el Pontón de la Oliva, se hallaba sobre terreno permeable y perdía más fluido que el marido de la reina, don Francisco de Asís, alias Paquita. Avanzando una hora por la cubierta llana del canal, prácticamente sin esfuerzo, se llega a un punto de gran interés, geológicamente hablando, donde el río deja atrás las grisáceas rocas silíceas -mayormente gneis- y, atravesando una estrecha faja de rubias calizas, sale repentinamente de su cañón al llano arenoso donde lo recibe el pueblo de San Agustín. Es el final de la sierra. Una ruta circular por el canal del Mesto, de 12 kilómetros y casi cuatro horas de duración, se describe en www.madrid.org/inforjoven.
- Camino del Agua. Recibe este nombre el sendero que corre junto a una vieja canalización desde la presa de las Berceas hasta al pueblo de Cercedilla por la ladera oriental del valle de la Fuenfría. Al río de la Venta, uno de los principales afluentes del Guadarrama, pertenecen estas aguas que fueron embalsadas y entubadas en 1961 para satisfacer la creciente demanda de una localidad que ya había exprimido sus recursos hídricos más cercanos, llegando incluso a contratar a un zahorí en 1918. En el centro de educación ambiental Valle de la Fuenfría (carretera de las Dehesas, Km. 2; teléfono 91 852 22 13), además de información detallada, encontraremos el inicio del camino, que está marcado con círculos de color azul claro en los árboles. Buena parte de él discurre por un sombrío bosque de pino albar, lo que lo hace muy indicado para los meses de verano. Así, con un ojo puesto en la tubería -que aparece a trechos, desenterrada por la erosión- y otro en el panorama que se contempla desde las inmediaciones del cerro Colgado, llegaremos después de cuatro kilómetros -una hora y media- al apeadero del tren eléctrico Cercedilla-Cotos donde finaliza la ruta.
- Antiguo Canal de Isabel II. Con una longitud de 77 kilómetros, fue el primero que se construyó para llevar a la capital el agua pura del Lozoya, la cual fue recibida con gran alborozo el 24 de junio de 1858, en un surtidor de 12 caños de la calle de San Bernardo. De la joven reina que lo inauguró, tomó su nombre el invento.
Desde la presa del Pontón de la Oliva, en Patones, puede darse un grato paseo por la plataforma llana del canal, que discurre a la vista por la ladera del monte, a unos 20 metros por encima de la carretera, oteando a mano izquierda las populosas choperas donde se juntan el Lozoya y el Jarama, y a la diestra, los agrios barrancos por los que culebrean, a mayor altura, las gigantescas tuberías de conducciones más modernas. Tras seis kilómetros de imperceptible descenso, el canal, convertido en un simple camino rural, desemboca en la carretera que une los dos Patones, el de Abajo y del Arriba.
Puede volverse por donde se ha venido o, mejor todavía, por Patones de Arriba y la línea cimera del monte, completando una ruta circular de 15 kilómetros y unas cuatro horas de duración. Una descripción pormenorizada de este circuito se hallará en www.excursionesysenderismo.com, y un fichero para GPS en www.andarines.com .
- El Transversal. También conocido como canal de El Villar, por el embalse donde toma sus aguas del Lozoya, este conducto casi centenario -se terminó en 1912- continúa transportando la respetable cantidad de ocho metros cúbicos de líquido elemento por segundo. Una excursión memorable consiste en seguir su trazado desde el pueblo de El Berrueco hasta la presa de El Villar; en sentido contrario, pues, al de la corriente. Son 12 kilómetros -unas tres horas, sólo ida- de camino elevado por la orilla occidental del embalse de El Atazar, contemplando por encima del selvático encinar ribereño un plácido cuadro de agua mansa, veleros y montañas. No menos interés que el paisaje tiene la propia obra del canal, que salva los frecuentes desniveles del terreno mediante monumentales acueductos, cual el de la Alameda, para admiración y comodidad del paseante. Al final, en una quebrada vertiginosa, aparece la también impresionante presa de El Villar, la más antigua (1879) de las que aún están en servicio en la región y la primera de su tipo (gravedad) en Europa; su primera piedra la puso el polifacético José Echegaray, entonces ministro de Fomento y luego premio Nobel de Literatura. (www.sierranortemadrid.org).
- Por el cañón del Guadalix. Desde la presa del Mesto, en las vecindades de El Molar, el canal del Guadalix acompaña al río homónimo por una garganta cada vez más profunda y enmarañada de carrascas, enebros y alisos, que son los que, hace más de mil años, dieron nombre a esta corriente serrana ( guad-alix : río de los alisos).
Ambos, presa y canal, fueron construidos a todo correr en 1859 para suplir las carencias del recién estrenado Canal de Isabel II, pues el embalse de origen de éste, el Pontón de la Oliva, se hallaba sobre terreno permeable y perdía más fluido que el marido de la reina, don Francisco de Asís, alias Paquita. Avanzando una hora por la cubierta llana del canal, prácticamente sin esfuerzo, se llega a un punto de gran interés, geológicamente hablando, donde el río deja atrás las grisáceas rocas silíceas -mayormente gneis- y, atravesando una estrecha faja de rubias calizas, sale repentinamente de su cañón al llano arenoso donde lo recibe el pueblo de San Agustín. Es el final de la sierra. Una ruta circular por el canal del Mesto, de 12 kilómetros y casi cuatro horas de duración, se describe en www.madrid.org/inforjoven.
- Camino del Agua. Recibe este nombre el sendero que corre junto a una vieja canalización desde la presa de las Berceas hasta al pueblo de Cercedilla por la ladera oriental del valle de la Fuenfría. Al río de la Venta, uno de los principales afluentes del Guadarrama, pertenecen estas aguas que fueron embalsadas y entubadas en 1961 para satisfacer la creciente demanda de una localidad que ya había exprimido sus recursos hídricos más cercanos, llegando incluso a contratar a un zahorí en 1918. En el centro de educación ambiental Valle de la Fuenfría (carretera de las Dehesas, Km. 2; teléfono 91 852 22 13), además de información detallada, encontraremos el inicio del camino, que está marcado con círculos de color azul claro en los árboles. Buena parte de él discurre por un sombrío bosque de pino albar, lo que lo hace muy indicado para los meses de verano. Así, con un ojo puesto en la tubería -que aparece a trechos, desenterrada por la erosión- y otro en el panorama que se contempla desde las inmediaciones del cerro Colgado, llegaremos después de cuatro kilómetros -una hora y media- al apeadero del tren eléctrico Cercedilla-Cotos donde finaliza la ruta.