El agua desalada se desborda del mar al grifo
Vie, 27/07/2007
Las empresas españolas están poniendo en marcha desaladoras para abastecer a diez millones de personas en todo el mundo, pero en España, el agua desalada apenas llega a un millón de habitantes, que, previsiblemente, se duplicará en los próximos años, según la Asociación Tecnológica para el Tratamiento de Aguas (Atta), que representa a empresas como Acciona Agua; Befesa, Drace, de ACS; Inima, del grupo OHL; y SPA, de FCC.
'En España, estamos llegando al límite de la desalación y, en el futuro, sólo quedará realizar reformas o ampliaciones', explica Angel Cajigas, director ejecutivo de la asociación. 'El cambio fundamental se producirá en la calidad del agua, según recoge el Programa Agua, lo que supondrá duplicar la inversión anual que realiza el sector en depuración', señala Cajigas.
Extranjero
Una vez finalice este plan, vigente hasta 2008, 'a las empresas españolas no les que dará más remedio que ir al extranjero', como ya están haciendo Acciona, en Australia, o FCC, en el Golfo Pérsico. 'Existen 12.000 desaladoras en todo el mundo que abastecen a 140 millones de usuarios, con una producción de 47 hectómetros cúbicos de agua al día, y con previsión de llegar a 65 hectómetros cúbicos diarios en 2010. La tasa de crecimiento anual de producción del agua desalada es cada vez mayor, por lo que las empresas españolas deben aprovecharse de ello'.
Mientras, en España, continúan las críticas a estas plantas, sobre todo, en la zona de Levante. 'Nos critican por producir un agua con una cantidad de boro elevada, por generar salmuera (agua con elevado contenido de sal, que regresa al mar), que ahora dicen afecta a la fauna marina, y por la supuesta desaparición de las poseidonias (algas marinas que captan CO2)', señala Cajigas.
Desde Atta, se defienden diciendo que 'la desalación no es un invento nuevo (la primera desaladora española se construyó en 1970), y no son construcciones medioambientalmente nefastas, ya que todas están sometidas a una declaración de impacto ambiental', afirma Cajigas. Además, 'la desalación apenas representa el 2% del agua disponible en España. 'Es un recurso más para el gestor, que cuenta también con lo obtenido de las aguas superficiales y subterráneas', explica. Si bien, la dependencia de las desaladoras varía según las regiones. En Lanzarote, por ejemplo, el 80% del agua del grifo es desalada.
La principal preocupación del sector es cómo ahorrar energía y conseguir ser más eficientes. 'Ahora, las desaladoras consumen entre 3 y 3,5 kilovatios hora por metro cúbico producido, gracias al proceso de ósmosis inversa, que consiste en separar el agua de la sal a una presión determinada, que ha permitido recuperar parte de la energía consumida y, por lo tanto, reducir el gasto del agua, hasta situase en 0,5 ó 0,6 euros, frente a los dos euros que costaba antes de la aplicación de las nuevas tecnologías.
La reducción del consumo de energía lleva consigo la disminución de las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Las 950 plantas que hay en España emiten el 0,2% del total de emisiones de la industria española. En estos momentos, se está estudiando su entrada en las energías renovables. 'En las nuevas plantas, se instalan placas solares y, ahora, estamos investigando con la energía eólica marina', afirma Cajigas, una fuente renovable que el Gobierno pretende impulsar durante los próximos años, según se expone en el plan estratégico para luchar contra el cambio climático.
Del mar al grifo
La desalación consiste en obtener una cantidad de agua dulce a partir del agua salada. Para ello, es necesario ejercer una presión sobre el líquido, que se denomina ósmosis inversa.
En función de la cantidad de sólidos disueltos y del grado de desalación que se quiera obtener, se hará más o menos presión.
Posteriormente, el agua desalada pasa a una planta de tratamiento, mientras que lo que se denomina salmuera (agua con un elevado contenido de sal) se devuelve al mar a través de un tubo o emisario submarino.
medio ambiente
'En España, estamos llegando al límite de la desalación y, en el futuro, sólo quedará realizar reformas o ampliaciones', explica Angel Cajigas, director ejecutivo de la asociación. 'El cambio fundamental se producirá en la calidad del agua, según recoge el Programa Agua, lo que supondrá duplicar la inversión anual que realiza el sector en depuración', señala Cajigas.
Extranjero
Una vez finalice este plan, vigente hasta 2008, 'a las empresas españolas no les que dará más remedio que ir al extranjero', como ya están haciendo Acciona, en Australia, o FCC, en el Golfo Pérsico. 'Existen 12.000 desaladoras en todo el mundo que abastecen a 140 millones de usuarios, con una producción de 47 hectómetros cúbicos de agua al día, y con previsión de llegar a 65 hectómetros cúbicos diarios en 2010. La tasa de crecimiento anual de producción del agua desalada es cada vez mayor, por lo que las empresas españolas deben aprovecharse de ello'.
Mientras, en España, continúan las críticas a estas plantas, sobre todo, en la zona de Levante. 'Nos critican por producir un agua con una cantidad de boro elevada, por generar salmuera (agua con elevado contenido de sal, que regresa al mar), que ahora dicen afecta a la fauna marina, y por la supuesta desaparición de las poseidonias (algas marinas que captan CO2)', señala Cajigas.
Desde Atta, se defienden diciendo que 'la desalación no es un invento nuevo (la primera desaladora española se construyó en 1970), y no son construcciones medioambientalmente nefastas, ya que todas están sometidas a una declaración de impacto ambiental', afirma Cajigas. Además, 'la desalación apenas representa el 2% del agua disponible en España. 'Es un recurso más para el gestor, que cuenta también con lo obtenido de las aguas superficiales y subterráneas', explica. Si bien, la dependencia de las desaladoras varía según las regiones. En Lanzarote, por ejemplo, el 80% del agua del grifo es desalada.
La principal preocupación del sector es cómo ahorrar energía y conseguir ser más eficientes. 'Ahora, las desaladoras consumen entre 3 y 3,5 kilovatios hora por metro cúbico producido, gracias al proceso de ósmosis inversa, que consiste en separar el agua de la sal a una presión determinada, que ha permitido recuperar parte de la energía consumida y, por lo tanto, reducir el gasto del agua, hasta situase en 0,5 ó 0,6 euros, frente a los dos euros que costaba antes de la aplicación de las nuevas tecnologías.
La reducción del consumo de energía lleva consigo la disminución de las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Las 950 plantas que hay en España emiten el 0,2% del total de emisiones de la industria española. En estos momentos, se está estudiando su entrada en las energías renovables. 'En las nuevas plantas, se instalan placas solares y, ahora, estamos investigando con la energía eólica marina', afirma Cajigas, una fuente renovable que el Gobierno pretende impulsar durante los próximos años, según se expone en el plan estratégico para luchar contra el cambio climático.
Del mar al grifo
La desalación consiste en obtener una cantidad de agua dulce a partir del agua salada. Para ello, es necesario ejercer una presión sobre el líquido, que se denomina ósmosis inversa.
En función de la cantidad de sólidos disueltos y del grado de desalación que se quiera obtener, se hará más o menos presión.
Posteriormente, el agua desalada pasa a una planta de tratamiento, mientras que lo que se denomina salmuera (agua con un elevado contenido de sal) se devuelve al mar a través de un tubo o emisario submarino.
medio ambiente