Una Primavera Histórica
Mié, 11/06/2008
Hace treinta, cincuenta o sesenta años que los campos de Castilla y León no encontraban un inicio del mes de junio tan verde.
El amarillo de esta época ha dado paso con las lluvias intensas de mayo a todos los tonos de verde posibles: verde pálido de hierba fresca; verde intenso de bosque centenario o verde brillante de primavera renovadora. Dicen los agricultores que esto parece Escocia.
Que los pinares de Coca, de Pedrajas de San Esteban o de Villamuriel se asemejan a esas zonas de Babia donde los reyes perdían el sentido, hipnotizados por un paisaje de verdes infinitos. Hacía varios lustros que una primavera no resultaba tan fresca. Ni tan llena de perrochicos, boletus, champiñones, setas de cardo y de otras especies.
Los 'seteros' no dan abasto en una primavera en la que los hongos eclosionan como sólo lo hacían en refrán. 'Crecer como setas' se ha hecho cierto en este mayo repleto de senderuelas y robozuelos.
Las asociaciones micológicas coinciden en que la «primavera tardía de setas es histórica». «Se está produciendo una verdadera explosión que sólo necesita mantener buenas temperaturas», señalan.
De punta a punta de la Comunidad, el paisaje ha transformado las grandes extensiones de terreno que siempre se agostan cuando los meses todavía llevan la 'J' de junio y julio.
Ha llovido tanto y ha hecho tan poco sol que a las flores les cuesta trabajo abrirse paso entre el verde.
Algunos tojos subidos de amarillo decoran cunetas y compiten por embellecer el campo con los torviscos de flor verde-amarillenta, que crecen de punta a punta castellano y leonesa; desde Ponferrada a Almazán y desde Briviesca a Béjar.
Con tanta lluvia de mayo, ni siquiera ha habido ' lluvia de azufre'. Los biólogos han echado en falta ese fenómeno que a mediados de mayo llena los pinares de nubes amarrillas, que indican la efervescencia del polen de las piñas.
Los pinos han producido su polen, pero tantos litros por metro cuadrado han arrojado los cielos de mayo, que el agua ha arrastrado el polen al suelo sin dar ocasión a que los nubarrones amarillos dispararan las alergias.
Acostumbrados en los últimos años a la amenaza permanente de la sequía, otra amenaza la ha borrado: la de las crecidas de los ríos.
'Cuando abril mayea, mayo marcea', dice el refranero. Y en ello seguimos a comienzos de un junio extraordinariamente fresco, cuyos paisajes deben sus verdes a las lluvias históricas que no han descansado en veinticinco días consecutivos.
De ahí ese apéndice que nos ha crecido a los humanos en forma de paraguas. Ora sí, ora también, ha sido imposible resistirse a desenfundar. El agua caída en Castilla y León ya sea en forma de chubascos o precipitaciones fuertes, ha llegado a sumar los cien litros por metro cuadrado.
En muchas provincias ha dado sus máximos históricos. En Burgos no llovía así desde hace siglo y medio. 194 litros por metro cuadrado no caían desde 1861. Para sorpresa del Centro Territorial Meteorológico de Castilla y León.
En Valladolid , hecha la media del mes de mayo, los 162 litros por metros cuadrado registrados no se recordaban desde 1859.Lo mismo sucede en León donde la máxima histórica registra 144,6 litros/m2 lo que no se producía desde 1940. Salvo en Salamanca, Ponferrada y Zamora que no se cercan a los máximos históricos, en el resto de Castilla y León han caído chuzos de punta durante un mayo insólito.
Los turistas del medio rural no han querido desaprovechar los paisajes de raro verde y, aunque las asociaciones de turismo rural sí han notado un «leve descenso en los niveles de ocupación», los hospedados «han podido disfrutar de un campo insólito y no se han achantado con las lluvias».
Los agricultores habrían preferido «algo más de sol entre borrasca y borrasca», pero reconocen que al campo le han sentado las aguas de mayo como un regalo. Sólo el girasol , con tanta humedad, ha visto retrasada la siembra. Y a algunas variedades de cereal, tanta agua, las amenaza con ciertos hongos, pero «salvo estos casos puntuales, mayo ha sido un magnífico mes para el campo», señalan.
El amarillo de esta época ha dado paso con las lluvias intensas de mayo a todos los tonos de verde posibles: verde pálido de hierba fresca; verde intenso de bosque centenario o verde brillante de primavera renovadora. Dicen los agricultores que esto parece Escocia.
Que los pinares de Coca, de Pedrajas de San Esteban o de Villamuriel se asemejan a esas zonas de Babia donde los reyes perdían el sentido, hipnotizados por un paisaje de verdes infinitos. Hacía varios lustros que una primavera no resultaba tan fresca. Ni tan llena de perrochicos, boletus, champiñones, setas de cardo y de otras especies.
Los 'seteros' no dan abasto en una primavera en la que los hongos eclosionan como sólo lo hacían en refrán. 'Crecer como setas' se ha hecho cierto en este mayo repleto de senderuelas y robozuelos.
Las asociaciones micológicas coinciden en que la «primavera tardía de setas es histórica». «Se está produciendo una verdadera explosión que sólo necesita mantener buenas temperaturas», señalan.
De punta a punta de la Comunidad, el paisaje ha transformado las grandes extensiones de terreno que siempre se agostan cuando los meses todavía llevan la 'J' de junio y julio.
Ha llovido tanto y ha hecho tan poco sol que a las flores les cuesta trabajo abrirse paso entre el verde.
Algunos tojos subidos de amarillo decoran cunetas y compiten por embellecer el campo con los torviscos de flor verde-amarillenta, que crecen de punta a punta castellano y leonesa; desde Ponferrada a Almazán y desde Briviesca a Béjar.
Con tanta lluvia de mayo, ni siquiera ha habido ' lluvia de azufre'. Los biólogos han echado en falta ese fenómeno que a mediados de mayo llena los pinares de nubes amarrillas, que indican la efervescencia del polen de las piñas.
Los pinos han producido su polen, pero tantos litros por metro cuadrado han arrojado los cielos de mayo, que el agua ha arrastrado el polen al suelo sin dar ocasión a que los nubarrones amarillos dispararan las alergias.
Acostumbrados en los últimos años a la amenaza permanente de la sequía, otra amenaza la ha borrado: la de las crecidas de los ríos.
'Cuando abril mayea, mayo marcea', dice el refranero. Y en ello seguimos a comienzos de un junio extraordinariamente fresco, cuyos paisajes deben sus verdes a las lluvias históricas que no han descansado en veinticinco días consecutivos.
De ahí ese apéndice que nos ha crecido a los humanos en forma de paraguas. Ora sí, ora también, ha sido imposible resistirse a desenfundar. El agua caída en Castilla y León ya sea en forma de chubascos o precipitaciones fuertes, ha llegado a sumar los cien litros por metro cuadrado.
En muchas provincias ha dado sus máximos históricos. En Burgos no llovía así desde hace siglo y medio. 194 litros por metro cuadrado no caían desde 1861. Para sorpresa del Centro Territorial Meteorológico de Castilla y León.
En Valladolid , hecha la media del mes de mayo, los 162 litros por metros cuadrado registrados no se recordaban desde 1859.Lo mismo sucede en León donde la máxima histórica registra 144,6 litros/m2 lo que no se producía desde 1940. Salvo en Salamanca, Ponferrada y Zamora que no se cercan a los máximos históricos, en el resto de Castilla y León han caído chuzos de punta durante un mayo insólito.
Los turistas del medio rural no han querido desaprovechar los paisajes de raro verde y, aunque las asociaciones de turismo rural sí han notado un «leve descenso en los niveles de ocupación», los hospedados «han podido disfrutar de un campo insólito y no se han achantado con las lluvias».
Los agricultores habrían preferido «algo más de sol entre borrasca y borrasca», pero reconocen que al campo le han sentado las aguas de mayo como un regalo. Sólo el girasol , con tanta humedad, ha visto retrasada la siembra. Y a algunas variedades de cereal, tanta agua, las amenaza con ciertos hongos, pero «salvo estos casos puntuales, mayo ha sido un magnífico mes para el campo», señalan.