EE.UU. trata de evitar otro «Katrina» ante la llegada del potente huracán «Gustav»
Lun, 01/09/2008
Esta vez las advertencias han llegado a tiempo. A diferencia de hace exactamente tres años, cuando el Katrina arrasó Nueva Orleans, miles de residentes llevan desde el sábado montándose en coches, trenes y autobuses, huyendo de un huracán con nombre masculino, Gustav, que amenaza con tragarse la ciudad del jazz. «Esta podría ser la tormenta del siglo. Cometerán uno de los mayores errores de su vida si creen que podrán con ello», dijo alto y claro el alcalde Ray Nagin, anunciando la evacuación obligatoria para no repetir aquella tragedia que se saldó con 1.500 muertos y 80.000 millones de dólares en pérdidas. «”Gustav” es más potente y peligroso que Katrina. Si se quedan será bajo su responsabilidad», apuntó Nagin en rueda de prensa, anunciando que ya habían sido evacuados a 15.000 habitantes y que miles más esperan salir en un dispositivo mucho mejor organizado en esta ocasión. El alcalde ha establecido un toque de queda desde el atardecer hasta el amanecer. Quien no lo cumpla puede ser arrestado. Además, han duplicado la fuerza policial y la Guardia Nacional para evitar el pillaje del 2005. «Los ladrones irán directos a la cárcel», subrayó. Diques desbordados Las palabras de Nagin son mucho más dramáticas que las previsiones del Centro Nacional de Huracanes, exagerándolas para que los habitantes obedezcan. Aun así, el agua podría sobrepasar los diques de contención cuando el huracán golpee hoy la zona oeste de la ciudad. «Gustav» podría convertirse en categoría 5 (la más alta en la escala) y entrar con vientos de más de 117 kilómetros por hora, repitiendo la devastación. El 80 por ciento de Nueva Orleans quedó sumergida bajo las aguas con el Katrina. Entonces. la llegada del «Rita» al Golfo de México tres semanas después convirtió a ambos huracanes en el mayor desastre natural en la historia de Estados Unidos. Ahora calculan que las inundaciones podrían producir pérdidas por valor de más de 18.000 millones de euros. Entonces, el presidente George W. Bush tardó tres días en llegar y ver con sus propios ojos la catástrofe. Ahora, Bush se ha desplazado al cuartel general de FEMA (la agencia federal de administración de emergencias) y ha suspendido su discurso de hoy en la apertura de la Convención Republicana en Saint Paul (Minnesota), donde tampoco acudirá el vicepresidente Dick Cheney. Por su parte, el candidato republicano John McCain y su vicepresidenta Sarah Palin tenían previsto visitar Mississippi ayer. «El pueblo está con vosotros. Enfrentaremos esto juntos», dijo el presidente a quienes tanto sufrieron hace tres años. Y confirmó que no se desplazará hoy a Louisiana para no interferir en las labores de evacuación, sino a Texas, uno de los estados que recibe a los evacuados junto a Missouri, Nuevo México o Tennessee. Tampoco el alcalde y los gobernadores de Louisiana, Bobby Jindal, y Texas, Rick Perry (ambos republicanos que no irán a la convención) quieren que se repita aquella vergüenza nacional que dio la vuelta al mundo con imágenes de gente abandonada a su suerte esperando a los helicópteros en los tejados del Lower Ninth Ward, el barrio negro que quedó completamente sumergido bajo las aguas. «No quiero quedarme atrapada como en el Katrina», confesó Janice McElveen, que hace tres años pasó cinco días en un puente. Con sus pertenencias en maletas y bolsas de plástico, McElveen esperaba ayer un autobús que la llevaría a Memphis para no revivir la pesadilla del 2005. «No es ninguna broma. No merece la pena quedarse», repetía Jody Anderson, que vivió el post-Katrina en el fétido Superdome. A pesar de que ha recuperado el 70 por ciento de su población (65.000 residentes, más de un tercio del total, todavía no ha vuelto) y de los 3.300 millones de dólares invertidos por el Gobierno federal, Nueva Orleans, la «Big Easy», está muy lejos ser lo que era.