Desarrollan un método que permite evaluar el riesgo de desertización
Jue, 11/12/2008
Con este sistema se pueden crear mapas de riesgo e identificar las zonas más amenazadas La revista Remote Sensing of Environment publica un estudio realizado por investigadores del CSIC en el que han desarrollado un índice para medir la desertización que permitirá crear mapas de riesgo e identificar las zonas más amenazadas. El sistema ha sido probado en la sierra de Gádor (Almería) y, usado de forma continua a lo largo del tiempo, permite crear mapas de riesgo, obtener tendencias temporales de degradación e incluso evaluar el efecto de la desertización sobre el ciclo hidrológico. Además, en el caso de que ésta afecte a grandes territorios, podría contribuir a evaluar sus efectos sobre el clima. Aplicable en distintas zonas del planeta (se está probando en Senegal, China, Marruecos y Chile), el nuevo indicador es especialmente apropiado para zonas áridas, ya que hasta ahora los índices de degradación se basaban sobretodo en la densidad de vegetación, «una variable difícil de estimar mediante teledetección en zonas áridas donde la cobertura vegetal es muy baja», explica Mónica García, que trabaja en la Estación Experimental de Zonas Áridas (Almería). Desde el Departamento de Comunicación del CSIC se indica que el nuevo índice se basa en una variable, la fracción no evaporativa, relacionada con el uso del agua por parte de los ecosistemas y por tanto con los ciclos hidrológico y energético. «El funcionamiento de los ecosistemas depende en gran parte de la evapotranspiración, que es el agua devuelta a la atmósfera en forma de vapor. Este fenómeno conecta los ciclos hidrológico y energético, ya que la energía de la superficie terrestre puede ser disipada bien como evapotranspiración (calor latente), o bien como calor sensible, estando el reparto condicionado, entre otros factores, por el estado de degradación de la tierra», explica García. Así, las zonas degradadas, que tienen suelos de menor espesor, fertilidad y capacidad de almacenamiento de agua, además de menos cobertura y densidad vegetal, disiparían mayor cantidad de energía como calor sensible, por lo que conociendo la energía disipada es posible conocer el estado del ecosistema. Un problema global Según se recoge en el documento de trabajo del Programa de Acción Nacional contra la Desertización, más de la tercera parte de la superficie nacional sufre riesgo de desertización porque además del «muy alto», que afecta al 2% del territorio nacional (928.250 hectáreas), tienen un peligro «alto» de sufrir este problema otras 7,3 millones de hectáreas; riesgo «medio», 9,5 millones, y riesgo bajo, 18,8 millones. Sólo Asturias y Galicia se libran del peligro de desertización cualquiera que sea su intensidad. Las zonas más afectadas son las islas Canarias, el suroeste de la Península, especialmente Alicante, Murcia, Almería, Granada, el oeste de Albacete y el sur de Cuenca (con amplias zonas con riesgo muy alto o alto). También destacan el suroeste de Córdoba y el sur de Jaén, con grandes extensiones afectadas por un riesgo alto, así como la provincia de Tarragona y la costa de Castellón. A nivel global, la desertización y la sequía afectan a más de 110 países y amenazan los medios de subsistencia de más de 1.200 millones de personas. Las causas del fenómeno son el resultado de varios factores (naturales y antrópicos) estrechamente relacionados entre sí, como las sequías, los incendios recurrentes y el uso irracional del suelo o su sobreexplotación por parte del hombre, que causan la degradación de la tierra y su pérdida de productividad biológica y económica.