La desertificación sigue sin freno
Lun, 05/10/2009
La conferencia de Buenos Aires sólo logra fijar algunos indicadores para medir el avance de la degradación.
Si no se actúa, dos tercios del planeta se verán afectados por la degradación del suelo en el 2025.
Dos semanas de debates en Buenos Aires apenas han hecho avanzar la lucha internacional contra la desertificación. El sábado concluyó la novena conferencia de la Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación. El único logro ha sido definir una lista de once indicadores que ayudarán a evaluar y objetivar la dimensión del problema medioambiental antes de tomar acciones. Sin embargo, los debates demostraron cómo la degradación de los suelos y la pérdida de tierra fértil son una amenaza para la seguridad alimentaria en los países en desarrollo y un foco de refugiados por causas ambientales.
En el orden práctico, lo más relevante fue el acuerdo de poner en marcha once indicadores para medir la desertificación; pero sólo dos deberán ser instaurados en los países firmantes los próximos dos años, mientras que los otros nueve serán de cumplimiento voluntario. Los dos indicadores obligatorios son el porcentaje de población que vive por debajo de la línea de la pobreza en las áreas afectadas por la desertificación y el estado de cobertura vegetal del suelo. A diferencia del protocolo de Kioto, que fija metas de reducción de gases cuantificables, el convenio de lucha contra la desertificación carece de objetivos claros. Y como sucede en estos casos, la imagen que quiso transmitir la secretaría de la cumbre fue mucho más optimista que la realidad. "Esto es una buena noticia y un éxito revolucionario de esta convención", declaró el secretario ejecutivo de la convención, Luc Gnacadja, tras la clausura.
"Para describir un elefante, se debe acordar cómo se ve un elefante", explicó Gnacadja. "Lo mismo pasa con la desertificación, la degradación de los suelos y la sequía. Los países deben acordar de qué se trata antes poder monitorear tendencias en estos procesos", añadió en un comunicado.
El asunto que generó esa demora fue el presupuesto de funcionamiento de la secretaría y de estas conferencias. Se aprobó un incremento de poco más del 4% del presupuesto, que será de 11,2 millones de euros para los próximos dos años. Ese dinero no va directamente a proyectos para frenar la desertificación, sino a mantener la gran maquinaria burocrática de funcionamiento de la convención.
El escaso rango político de lo representantes en la cumbre fue muy elocuente. España, país gravemente afectado por el problema y donante de ayuda a la conferencia, envió al subdirector general de Política Forestal y Desertificación, José Antonio González Martín, algo que contrasta con el empuje dado por el Gobierno hace dos años, cuando acogió en Madrid la octava cumbre de la conferencia con Cristina Narbona como ministra.
Unas cuarenta ONG emitieron un duro comunicado donde calificaron la cumbre de desertificación como la "hermana pobre" de las tres convenciones de la ONU sobre medio ambiente. Las otras son las reuniones de cambio climático y la de biodiversidad. Las ONG destacaron también el "escaso compromiso" de los gobiernos. "No sólo no se avanza en el combate, sino que ni tan siquiera se han conseguido establecer indicadores suficientes para evaluar el estado mundial y la evolución del problema".
Dos tercios del planeta se verán afectados por la desertificación en el 2025 si no se aplican estrategias paliativas mientras que un 40% de la superficie terrestre ya es seca. La desertificación ha aumentado entre un 15% y un 25% desde 1990.
En la conferencia se apuntó que la reciente crisis alimentaria se debe, entre otros factores, a una caída de la productividad, fruto a su vez de la degradación de los suelos, según dijo Zafar Adeel, director de la Red Internacional de Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de las Naciones Unidas. La ministra de Medio Ambiente de Namibia, Netumbo Nandi-Ndaitwah. propuso que "para evitar la degradación del suelo se debería ir a las comunidades rurales, informarse y, a partir de esa experiencia, actuar". Y Adeel relacionó desertificación y cambio climático. Si se reduce la productividad de la tierra, baja el secuestro de carbono, lo que agrava el calentamiento.
Si no se actúa, dos tercios del planeta se verán afectados por la degradación del suelo en el 2025.
Dos semanas de debates en Buenos Aires apenas han hecho avanzar la lucha internacional contra la desertificación. El sábado concluyó la novena conferencia de la Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación. El único logro ha sido definir una lista de once indicadores que ayudarán a evaluar y objetivar la dimensión del problema medioambiental antes de tomar acciones. Sin embargo, los debates demostraron cómo la degradación de los suelos y la pérdida de tierra fértil son una amenaza para la seguridad alimentaria en los países en desarrollo y un foco de refugiados por causas ambientales.
En el orden práctico, lo más relevante fue el acuerdo de poner en marcha once indicadores para medir la desertificación; pero sólo dos deberán ser instaurados en los países firmantes los próximos dos años, mientras que los otros nueve serán de cumplimiento voluntario. Los dos indicadores obligatorios son el porcentaje de población que vive por debajo de la línea de la pobreza en las áreas afectadas por la desertificación y el estado de cobertura vegetal del suelo. A diferencia del protocolo de Kioto, que fija metas de reducción de gases cuantificables, el convenio de lucha contra la desertificación carece de objetivos claros. Y como sucede en estos casos, la imagen que quiso transmitir la secretaría de la cumbre fue mucho más optimista que la realidad. "Esto es una buena noticia y un éxito revolucionario de esta convención", declaró el secretario ejecutivo de la convención, Luc Gnacadja, tras la clausura.
"Para describir un elefante, se debe acordar cómo se ve un elefante", explicó Gnacadja. "Lo mismo pasa con la desertificación, la degradación de los suelos y la sequía. Los países deben acordar de qué se trata antes poder monitorear tendencias en estos procesos", añadió en un comunicado.
El asunto que generó esa demora fue el presupuesto de funcionamiento de la secretaría y de estas conferencias. Se aprobó un incremento de poco más del 4% del presupuesto, que será de 11,2 millones de euros para los próximos dos años. Ese dinero no va directamente a proyectos para frenar la desertificación, sino a mantener la gran maquinaria burocrática de funcionamiento de la convención.
El escaso rango político de lo representantes en la cumbre fue muy elocuente. España, país gravemente afectado por el problema y donante de ayuda a la conferencia, envió al subdirector general de Política Forestal y Desertificación, José Antonio González Martín, algo que contrasta con el empuje dado por el Gobierno hace dos años, cuando acogió en Madrid la octava cumbre de la conferencia con Cristina Narbona como ministra.
Unas cuarenta ONG emitieron un duro comunicado donde calificaron la cumbre de desertificación como la "hermana pobre" de las tres convenciones de la ONU sobre medio ambiente. Las otras son las reuniones de cambio climático y la de biodiversidad. Las ONG destacaron también el "escaso compromiso" de los gobiernos. "No sólo no se avanza en el combate, sino que ni tan siquiera se han conseguido establecer indicadores suficientes para evaluar el estado mundial y la evolución del problema".
Dos tercios del planeta se verán afectados por la desertificación en el 2025 si no se aplican estrategias paliativas mientras que un 40% de la superficie terrestre ya es seca. La desertificación ha aumentado entre un 15% y un 25% desde 1990.
En la conferencia se apuntó que la reciente crisis alimentaria se debe, entre otros factores, a una caída de la productividad, fruto a su vez de la degradación de los suelos, según dijo Zafar Adeel, director de la Red Internacional de Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de las Naciones Unidas. La ministra de Medio Ambiente de Namibia, Netumbo Nandi-Ndaitwah. propuso que "para evitar la degradación del suelo se debería ir a las comunidades rurales, informarse y, a partir de esa experiencia, actuar". Y Adeel relacionó desertificación y cambio climático. Si se reduce la productividad de la tierra, baja el secuestro de carbono, lo que agrava el calentamiento.