Los estragos de La Niña
Jue, 20/01/2011
Australia, Brasil, Filipinas y Sri Lanka han sufrido graves inundaciones en los últimos meses. Una realidad que confirma las peores tendencias del pasado año. Según la agencia aseguradora Munich Re, en el año 2010 se sucedieron en el mundo las catástrofes naturales con más muertos de los últimos 30 años. Sin contar el terremoto de Haití, la agencia alemana registró 949 cataclismos frente a una media anual de 785 desde el año 2000. La media anual en los últimos 30 años ha sido de 615.
La pregunta es ¿por qué? ¿Por qué, por ejemplo, en Australia no para de llover desde finales de noviembre? Allí ha habido 22 muertos en cuatro estados, daños valorados, solo en Queensland, en 7.500 millones de euros, cerca de 50.000 personas se han quedado sin hogar, las bocas de los pozos de donde se obtiene el carbón de cock (allí se extraen las dos terceras partes de lo que se consume en el mundo) han quedado anegadas... «En términos económicos esta puede ser la catástrofe natural más importante de nuestra historia», resumía esta semana Wayne Swan, ministro australiano de Finanzas. «Detrás de las inundaciones de Australia -señala Fernando Valladares, profesor de investigación en el Instituto de Recursos Naturales del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)- se encuentra el fenómeno de La Niña. En una zona marina del Pacífico, al sur de Hawai, se han anotado temperaturas más bajas de lo habitual. El agua superficial del mar está -1,3º por debajo de los valores estudiados».
El fenómeno de La Niña -que en el otro lado del océano provoca, por ejemplo, la extrema sequedad de los desiertos de Atacama y Chile- hace que se acumule una célula de bajas presiones en las costas australianas, causante última de las lluvias catastróficas.
En Brasil, donde los muertos por las riadas de lodo podrían llegar al millar, informes oficiales de 2008 alertaban ya de que las zonas barridas por la catástrofe habían aumentado su población en un 20% en los últimos años. Se edificaron viviendas en zonas de riesgo, se deforestaron los bosques y se esquilmó la tierra que, privada de las raíces que sujetan el suelo, quedó a merced de la potencia de las aguas. Datos oficiales conocidos estos días subrayan que, tanto el estado de Río de Janeiro como el gobierno de Brasil, han gastado 14 veces más en reconstruir zonas devastadas que en prevenir las riadas. ¿La razón de tantas lluvias? Un fenómeno estacional bien conocido durante el verano austral y bautizado como precipitaciones en la zona de convergencia del Atlántico Sur. Con ese nombre se conocen las concentraciones nubosas llegadas desde el Amazonas y que recorren Brasil hacia el océano. Las diferencias de presión hacen que estos gigantescos cúmulonimbos, de hasta 18 metros de altura, se acumulen, como trenes negros, en las sierras de hasta 2.000 metros de altura (como en Sao Paulo) y, una vez que se congestionan, provocan precipitaciones torrenciales. En Nova Friburgo, por ejemplo, se anotaron 182 litros de agua en 24 horas, la misma precipitación media que en todo el mes de enero.
En Filipinas y Sri Lanka
En el otro lado del mundo, en Filipinas, se han vivido dos semanas de diluvios: 51 muertos y 6 personas desaparecidas en el mar es el balance provisional ofrecido por las autoridades. Ochenta provincias han sido afectadas. Los daños en la agricultura, sobre todo en las plantaciones de arroz, una industria básica en la economía filipina, son muy cuantiosos. Hay 400.000 desplazados. El presidente Benigno Aquino, que visitó Cebú, invitó a sus conciudadanos a rezar por el millón y medio de personas afectadas por las inundaciones. ¿La causa última? También La Niña, un fenómeno cíclico y bien estudiado. Hubo dos episodios en 2000, otro en 2007 y, antes de este que se extiende desde 2010 a 2011, otro más en 2008. Los científicos consideran que existe La Niña cuando las temperaturas superficiales del mar (en zonas bautizadas por la NOAA, la agencia meteorológica estadounidense, como Niño 3 y Niño 4) descienden 0,5º durante tres meses o más.
Como esos gigantescos montajes realizados con fichas de dominó, al caer una ficha, se pone en marcha un mecanismo de consecuencias imprevisibles. Las borrascas de Australia, las lluvias torrenciales de Filipinas... más hacia nuestro Oriente, como una perla en la bahía de Bengala, asoma Sri Lanka, una isla rota por las lluvias. Un millón de ceilandeses del este de la isla han debido abandonar sus hogares. Los muertos y desaparecidos suman medio centenar de personas. Y, lo peor, las lluvias han puesto al descubierto y desenterrado minas e ingenios explosivos desplegados durante la guerra mantenida por las tropas gubernamentales contra los guerrilleros tamiles.
China y el eje
¿Tienen relación todos estos hechos? ¿A qué obedecen? ¿Calentamiento global? ¿Cambios en los ciclos meteorológicos naturales? ¿Acción humana en la destrucción de suelos y construcción descontrolada? Un poco de todo.
«En los últimos años, al menos desde que poseemos datos, se constata un incremento en la incidencia de eventos extremos. El cambio climático -asegura Fernando Valladares, del CSIC- trae consigo alteraciones en la variabilidad climática, con mayor número de eventos extremos. El clima se hace más variable. Cada vez hay más consenso en que el cambio climático, el incremento de temperaturas y el calentamiento global están relacionados».
Valladares, uno de esos expertos con el don de la amenidad, pone un ejemplo terrible sobre la «bestial capacidad del hombre para incidir sobre la Tierra». La construcción de la presa de las Tres Gargantas, en China. Con capacidad para 39.300 hms. cúbicos (es decir, 39,3 billones de kilos; el consumo de agua de España en un año no llega a los 3.900 hms.) ha sido capaz de inclinar el eje de giro de la Tierra.
La pregunta es ¿por qué? ¿Por qué, por ejemplo, en Australia no para de llover desde finales de noviembre? Allí ha habido 22 muertos en cuatro estados, daños valorados, solo en Queensland, en 7.500 millones de euros, cerca de 50.000 personas se han quedado sin hogar, las bocas de los pozos de donde se obtiene el carbón de cock (allí se extraen las dos terceras partes de lo que se consume en el mundo) han quedado anegadas... «En términos económicos esta puede ser la catástrofe natural más importante de nuestra historia», resumía esta semana Wayne Swan, ministro australiano de Finanzas. «Detrás de las inundaciones de Australia -señala Fernando Valladares, profesor de investigación en el Instituto de Recursos Naturales del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)- se encuentra el fenómeno de La Niña. En una zona marina del Pacífico, al sur de Hawai, se han anotado temperaturas más bajas de lo habitual. El agua superficial del mar está -1,3º por debajo de los valores estudiados».
El fenómeno de La Niña -que en el otro lado del océano provoca, por ejemplo, la extrema sequedad de los desiertos de Atacama y Chile- hace que se acumule una célula de bajas presiones en las costas australianas, causante última de las lluvias catastróficas.
En Brasil, donde los muertos por las riadas de lodo podrían llegar al millar, informes oficiales de 2008 alertaban ya de que las zonas barridas por la catástrofe habían aumentado su población en un 20% en los últimos años. Se edificaron viviendas en zonas de riesgo, se deforestaron los bosques y se esquilmó la tierra que, privada de las raíces que sujetan el suelo, quedó a merced de la potencia de las aguas. Datos oficiales conocidos estos días subrayan que, tanto el estado de Río de Janeiro como el gobierno de Brasil, han gastado 14 veces más en reconstruir zonas devastadas que en prevenir las riadas. ¿La razón de tantas lluvias? Un fenómeno estacional bien conocido durante el verano austral y bautizado como precipitaciones en la zona de convergencia del Atlántico Sur. Con ese nombre se conocen las concentraciones nubosas llegadas desde el Amazonas y que recorren Brasil hacia el océano. Las diferencias de presión hacen que estos gigantescos cúmulonimbos, de hasta 18 metros de altura, se acumulen, como trenes negros, en las sierras de hasta 2.000 metros de altura (como en Sao Paulo) y, una vez que se congestionan, provocan precipitaciones torrenciales. En Nova Friburgo, por ejemplo, se anotaron 182 litros de agua en 24 horas, la misma precipitación media que en todo el mes de enero.
En Filipinas y Sri Lanka
En el otro lado del mundo, en Filipinas, se han vivido dos semanas de diluvios: 51 muertos y 6 personas desaparecidas en el mar es el balance provisional ofrecido por las autoridades. Ochenta provincias han sido afectadas. Los daños en la agricultura, sobre todo en las plantaciones de arroz, una industria básica en la economía filipina, son muy cuantiosos. Hay 400.000 desplazados. El presidente Benigno Aquino, que visitó Cebú, invitó a sus conciudadanos a rezar por el millón y medio de personas afectadas por las inundaciones. ¿La causa última? También La Niña, un fenómeno cíclico y bien estudiado. Hubo dos episodios en 2000, otro en 2007 y, antes de este que se extiende desde 2010 a 2011, otro más en 2008. Los científicos consideran que existe La Niña cuando las temperaturas superficiales del mar (en zonas bautizadas por la NOAA, la agencia meteorológica estadounidense, como Niño 3 y Niño 4) descienden 0,5º durante tres meses o más.
Como esos gigantescos montajes realizados con fichas de dominó, al caer una ficha, se pone en marcha un mecanismo de consecuencias imprevisibles. Las borrascas de Australia, las lluvias torrenciales de Filipinas... más hacia nuestro Oriente, como una perla en la bahía de Bengala, asoma Sri Lanka, una isla rota por las lluvias. Un millón de ceilandeses del este de la isla han debido abandonar sus hogares. Los muertos y desaparecidos suman medio centenar de personas. Y, lo peor, las lluvias han puesto al descubierto y desenterrado minas e ingenios explosivos desplegados durante la guerra mantenida por las tropas gubernamentales contra los guerrilleros tamiles.
China y el eje
¿Tienen relación todos estos hechos? ¿A qué obedecen? ¿Calentamiento global? ¿Cambios en los ciclos meteorológicos naturales? ¿Acción humana en la destrucción de suelos y construcción descontrolada? Un poco de todo.
«En los últimos años, al menos desde que poseemos datos, se constata un incremento en la incidencia de eventos extremos. El cambio climático -asegura Fernando Valladares, del CSIC- trae consigo alteraciones en la variabilidad climática, con mayor número de eventos extremos. El clima se hace más variable. Cada vez hay más consenso en que el cambio climático, el incremento de temperaturas y el calentamiento global están relacionados».
Valladares, uno de esos expertos con el don de la amenidad, pone un ejemplo terrible sobre la «bestial capacidad del hombre para incidir sobre la Tierra». La construcción de la presa de las Tres Gargantas, en China. Con capacidad para 39.300 hms. cúbicos (es decir, 39,3 billones de kilos; el consumo de agua de España en un año no llega a los 3.900 hms.) ha sido capaz de inclinar el eje de giro de la Tierra.