España, México, Argentina, Chile, Brasil y Perú elaborarán un informe sobre seguridad hídrica
Vie, 22/07/2011
La redefinición de las relaciones comerciales agrícolas ante la creciente globalización, el acceso universal a alimentos y la preservación de ecosistemas serán los ejes de la cooperación entre España, México, Argentina, Brasil, Chile y Perú dentro del proyecto Seguridad hídrica y alimentaria en América Latina, que se ha puesto en marcha en julio de 2011.
El estudio compara los recursos hídricos, agrícolas y naturales de cada país buscando alianzas para maximizar los beneficios del comercio agroalimentario haciendo un uso racional del agua y minimizando el impacto ambiental. Para ello, la experiencia del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, un grupo multidisciplinar que lleva más de diez años trabajando en estos problemas en España, resultará clave. El objetivo es elaborar un informe conjunto para el próximo año.
Los fuertes vínculos en la compraventa de grano, soja, carne y hortalizas entre los países participantes, la necesidad de una mejor regulación internacional de precios y alertas alimentarias, y la posible dependencia excesiva de algunos estados latinoamericanos serán algunos de los temas a investigar.
El proyecto arrancó en Madrid el 7 de julio de 2011 con un encuentro entre científicos, economistas y responsables políticos de los países participantes. La experiencia española resultará útil para adaptar indicadores sobre consumo hídrico e intercambios comerciales, pero no se impondrá este modelo a Latinoamérica, tal como advirtió el subdirector del Observatorio del Agua, Alberto Garrido:
“Existen diferencias significativas entre los países participantes. Por ejemplo, España y Europa se han convertido en importadores clave de grano y soja argentino y brasileño que los países compradores transforman posteriormente en exportaciones ganaderas”.
El objetivo, según Garrido, es asegurar que estos intercambios resulten beneficiosos para todos los países participantes de cara a “garantizar la alimentación de sus poblaciones” y el respeto “a sus recursos ambientales”.
Esta creciente diversificación del comercio lleva a que, paradójicamente, resulte “una suerte que España sea el país más árido de la Unión Europea”, aseguró el director del Observatorio del Agua y miembro de la Real Academia de Ciencias, Manuel Ramón Llamas. “En España hay agua de sobra, pero está mal asignada”, afirmó.
“No podemos continuar con las ideas de autosuficiencia nacional alimentaria, que eran válidas hace 30 años. Ahora debemos adaptar los modelos de gestión hídrica y alimentaria al comercio global”.
Al encuentro, celebrado en el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (Ceigram) asistieron representantes de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Gobierno argentino, así como Rosario Pérez Espejo (UNAM), Gillermo Donoso (Pontificia Universidad Católica de Chile), Vanessa Empinotti (Universidad de Sao Paulo) y Julio Kuroiwa (Universidad Nacional de Ingeniería de Perú).
Según Rosario Pérez Espejo, catedrática de Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los tratados de libre comercio con otros estados norteamericanos han convertido a su país en “importador de agua y dependiente de lo que otros nos puedan dar”.
Resulta imprescindible, por tanto, una mejora en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) que garantice la justicia en los intercambios comerciales, evitando la volatilidad de precios y asegurando el funcionamiento de las alertas ante las crisis alimentarias, como la experimentada entre los años 2007 y 2008.
El cambio climático representa otro desafío para los países participantes. En Chile, un país desértico en ciertas zonas, “se han reducido nuestros embalses naturales, que son las nieves y glaciares”, según Guillermo Donoso. El reto es reconocer la enorme interdependencia “entre la seguridad hídrica y alimentaria”, y optimizar los modelos agrícolas “sin poner en peligro la disponibilidad de agua ni el medio ambiente”.
Esta necesidad es especialmente acuciante en Perú, país que se ha convertido en un importante exportador de espárragos y otras hortalizas. El cultivo de estos productos se concentra en la costa Pacífica, que es la región más árida del país y “genera un estrés hídrico importante”, según dijo en el encuentro Julio Kuroiwa, de la Universidad Nacional de Ingeniería.
Todos estos investigadores evaluarán la utilidad para sus países de los estudios realizados en España por el Observatorio del Agua, un grupo multidisciplinar que Llamas y Garrido dirigen en la Universidad Complutense y Politécnica de Madrid – de las que son, respectivamente, profesor emérito y catedrático de Economía Agraria.
Desde 1998, este Observatorio de la Fundación Botín ha analizado la disponibilidad de recursos hídricos y alimentarios en España, así como los modelos agrícolas en los que se inscriben. Sus conclusiones apuntan a la necesidad de reducir el cultivo de productos de bajo valor, como los cereales, y concentrar la economía agrícola española en productos de más rendimiento y adaptados a nuestro clima, como el vino, aceite de oliva y hortalizas.
“Importando un kilo de trigo o soja nos ahorramos mil litros de agua” necesarios para regar las cosechas, y esos productos sirven para alimentar la ganadería “que posteriormente exportamos”, señaló Garrido.
El estudio compara los recursos hídricos, agrícolas y naturales de cada país buscando alianzas para maximizar los beneficios del comercio agroalimentario haciendo un uso racional del agua y minimizando el impacto ambiental. Para ello, la experiencia del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, un grupo multidisciplinar que lleva más de diez años trabajando en estos problemas en España, resultará clave. El objetivo es elaborar un informe conjunto para el próximo año.
Los fuertes vínculos en la compraventa de grano, soja, carne y hortalizas entre los países participantes, la necesidad de una mejor regulación internacional de precios y alertas alimentarias, y la posible dependencia excesiva de algunos estados latinoamericanos serán algunos de los temas a investigar.
El proyecto arrancó en Madrid el 7 de julio de 2011 con un encuentro entre científicos, economistas y responsables políticos de los países participantes. La experiencia española resultará útil para adaptar indicadores sobre consumo hídrico e intercambios comerciales, pero no se impondrá este modelo a Latinoamérica, tal como advirtió el subdirector del Observatorio del Agua, Alberto Garrido:
“Existen diferencias significativas entre los países participantes. Por ejemplo, España y Europa se han convertido en importadores clave de grano y soja argentino y brasileño que los países compradores transforman posteriormente en exportaciones ganaderas”.
El objetivo, según Garrido, es asegurar que estos intercambios resulten beneficiosos para todos los países participantes de cara a “garantizar la alimentación de sus poblaciones” y el respeto “a sus recursos ambientales”.
Esta creciente diversificación del comercio lleva a que, paradójicamente, resulte “una suerte que España sea el país más árido de la Unión Europea”, aseguró el director del Observatorio del Agua y miembro de la Real Academia de Ciencias, Manuel Ramón Llamas. “En España hay agua de sobra, pero está mal asignada”, afirmó.
“No podemos continuar con las ideas de autosuficiencia nacional alimentaria, que eran válidas hace 30 años. Ahora debemos adaptar los modelos de gestión hídrica y alimentaria al comercio global”.
Al encuentro, celebrado en el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (Ceigram) asistieron representantes de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Gobierno argentino, así como Rosario Pérez Espejo (UNAM), Gillermo Donoso (Pontificia Universidad Católica de Chile), Vanessa Empinotti (Universidad de Sao Paulo) y Julio Kuroiwa (Universidad Nacional de Ingeniería de Perú).
Según Rosario Pérez Espejo, catedrática de Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los tratados de libre comercio con otros estados norteamericanos han convertido a su país en “importador de agua y dependiente de lo que otros nos puedan dar”.
Resulta imprescindible, por tanto, una mejora en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) que garantice la justicia en los intercambios comerciales, evitando la volatilidad de precios y asegurando el funcionamiento de las alertas ante las crisis alimentarias, como la experimentada entre los años 2007 y 2008.
El cambio climático representa otro desafío para los países participantes. En Chile, un país desértico en ciertas zonas, “se han reducido nuestros embalses naturales, que son las nieves y glaciares”, según Guillermo Donoso. El reto es reconocer la enorme interdependencia “entre la seguridad hídrica y alimentaria”, y optimizar los modelos agrícolas “sin poner en peligro la disponibilidad de agua ni el medio ambiente”.
Esta necesidad es especialmente acuciante en Perú, país que se ha convertido en un importante exportador de espárragos y otras hortalizas. El cultivo de estos productos se concentra en la costa Pacífica, que es la región más árida del país y “genera un estrés hídrico importante”, según dijo en el encuentro Julio Kuroiwa, de la Universidad Nacional de Ingeniería.
Todos estos investigadores evaluarán la utilidad para sus países de los estudios realizados en España por el Observatorio del Agua, un grupo multidisciplinar que Llamas y Garrido dirigen en la Universidad Complutense y Politécnica de Madrid – de las que son, respectivamente, profesor emérito y catedrático de Economía Agraria.
Desde 1998, este Observatorio de la Fundación Botín ha analizado la disponibilidad de recursos hídricos y alimentarios en España, así como los modelos agrícolas en los que se inscriben. Sus conclusiones apuntan a la necesidad de reducir el cultivo de productos de bajo valor, como los cereales, y concentrar la economía agrícola española en productos de más rendimiento y adaptados a nuestro clima, como el vino, aceite de oliva y hortalizas.
“Importando un kilo de trigo o soja nos ahorramos mil litros de agua” necesarios para regar las cosechas, y esos productos sirven para alimentar la ganadería “que posteriormente exportamos”, señaló Garrido.