El siluro acecha al Guadalquivir
Lun, 07/11/2011
El leviatán de los ríos se ha instalado en el mayor pantano de Andalucía. Y el temor ahora es que el siluro -un voraz pez que llega a alcanzar los dos metros de largo y los 100 kilos de peso- se pueda extender por la cuenca del Guadalquivir y el resto de embalses de la comunidad.
Entre los pescadores y moradores del entorno del embalse cordobés de Iznájar se habían disparado los rumores desde hacía un par de años. Un extraño, bigotudo y enorme pez nadaba en las aguas del pantano. Los expertos sospechaban que se trataba del siluro, el pez de agua dulce de mayor tamaño que existe en Europa. Se confirmó el pasado 20 de julio, cuando fue pescada una pieza de 877,5 gramos y 49 centímetros.
Un equipo de la Consejería de Medio Ambiente solo tardó dos jornadas en dar con este ejemplar juvenil, lo que da una idea de lo extendido que puede estar este invasor en el embalse. "Que había siluros era un secreto a voces", reconoce Alejandro Ramos, uno de los pescadores que participó en la batida y miembro de la Asociación para la Conservación Piscícola y de los Ecosistemas Acuáticos del Sur (Acpes). "Ya es imposible erradicarlo", añade, pesimista.
"Es el invasor perfecto", detalla Luis Zamora, investigador del Instituto de Ecología Acuática de la Universidad de Girona. Zamora conoce bien el problema ya que formó parte del equipo de expertos que estudió durante cuatro años este animal y sabe de su capacidad para sobrevivir sin mucho oxígeno gracias a la elevada concentración de hemoglobina que tiene en la sangre. Pero, para que se produzca la invasión perfecta, se necesita que el hombre intervenga, como ha ocurrido en Iznájar y como ocurrió en su día en el río Segre, afluente del Ebro.
A diferencia de lo que ha pasado en el embalse cordobés, donde no se ha conseguido localizar al culpable, en el caso del Segre sí se sabe quien fue el responsable de que esta especie originaria del este de Europa y el oeste asiático acabara en la Península. El biólogo alemán Roland Lorkowsky fue quien introdujo en 1974 el siluro. Declaró haber soltado en el Segre 32 alevines procedentes del río Danubio. Posteriormente, fueron los aficionados a la pesca deportiva los que extendieron este pez al resto de la cuenca y al tramo bajo del Ebro, donde hoy abundan los siluros, que han supuesto una inyección económica para la ribera del Ebro, ya que ha incrementado el turismo, fundamentalmente, de Alemania e Inglaterra.
En lo que va de siglo se han localizado también ejemplares en la cuenca del Tajo. Andalucía es el último punto en el que se ha detectado esta especie.
Carlos Fernández-Delgado, catedrático de la Universidad de Córdoba, estima que la introducción del siluro en el embalse debió realizarse hace cuatro o cinco años. "Dado su tamaño y sus hábitos predadores, el siluro supone un riesgo elevado para la abundancia y supervivencia de peces nativos y otros vertebrados (anfibios, aves y pequeños mamíferos)" se indica en el informe elaborado para la Junta por Fernández-Delgado. "El curso medio y bajo del Guadalquivir se puede llenar de siluros", augura. Si llegara a extenderse por el bajo Guadalquivir podría dañar la reserva de pesca de la desembocadura del río, una de las zonas más importantes de cría y engorde de muchas especies comerciales.
Ecologistas en Acción ha reclamado a la Junta que prohíba la pesca en el Iznájar, algo que ha rechazado la Consejería de Medio Ambiente.
Entre los pescadores y moradores del entorno del embalse cordobés de Iznájar se habían disparado los rumores desde hacía un par de años. Un extraño, bigotudo y enorme pez nadaba en las aguas del pantano. Los expertos sospechaban que se trataba del siluro, el pez de agua dulce de mayor tamaño que existe en Europa. Se confirmó el pasado 20 de julio, cuando fue pescada una pieza de 877,5 gramos y 49 centímetros.
Un equipo de la Consejería de Medio Ambiente solo tardó dos jornadas en dar con este ejemplar juvenil, lo que da una idea de lo extendido que puede estar este invasor en el embalse. "Que había siluros era un secreto a voces", reconoce Alejandro Ramos, uno de los pescadores que participó en la batida y miembro de la Asociación para la Conservación Piscícola y de los Ecosistemas Acuáticos del Sur (Acpes). "Ya es imposible erradicarlo", añade, pesimista.
"Es el invasor perfecto", detalla Luis Zamora, investigador del Instituto de Ecología Acuática de la Universidad de Girona. Zamora conoce bien el problema ya que formó parte del equipo de expertos que estudió durante cuatro años este animal y sabe de su capacidad para sobrevivir sin mucho oxígeno gracias a la elevada concentración de hemoglobina que tiene en la sangre. Pero, para que se produzca la invasión perfecta, se necesita que el hombre intervenga, como ha ocurrido en Iznájar y como ocurrió en su día en el río Segre, afluente del Ebro.
A diferencia de lo que ha pasado en el embalse cordobés, donde no se ha conseguido localizar al culpable, en el caso del Segre sí se sabe quien fue el responsable de que esta especie originaria del este de Europa y el oeste asiático acabara en la Península. El biólogo alemán Roland Lorkowsky fue quien introdujo en 1974 el siluro. Declaró haber soltado en el Segre 32 alevines procedentes del río Danubio. Posteriormente, fueron los aficionados a la pesca deportiva los que extendieron este pez al resto de la cuenca y al tramo bajo del Ebro, donde hoy abundan los siluros, que han supuesto una inyección económica para la ribera del Ebro, ya que ha incrementado el turismo, fundamentalmente, de Alemania e Inglaterra.
En lo que va de siglo se han localizado también ejemplares en la cuenca del Tajo. Andalucía es el último punto en el que se ha detectado esta especie.
Carlos Fernández-Delgado, catedrático de la Universidad de Córdoba, estima que la introducción del siluro en el embalse debió realizarse hace cuatro o cinco años. "Dado su tamaño y sus hábitos predadores, el siluro supone un riesgo elevado para la abundancia y supervivencia de peces nativos y otros vertebrados (anfibios, aves y pequeños mamíferos)" se indica en el informe elaborado para la Junta por Fernández-Delgado. "El curso medio y bajo del Guadalquivir se puede llenar de siluros", augura. Si llegara a extenderse por el bajo Guadalquivir podría dañar la reserva de pesca de la desembocadura del río, una de las zonas más importantes de cría y engorde de muchas especies comerciales.
Ecologistas en Acción ha reclamado a la Junta que prohíba la pesca en el Iznájar, algo que ha rechazado la Consejería de Medio Ambiente.