Agriculture calls for the right of irrigation approval
Mon, 19/03/2012
En los expedientes de solicitud de ayudas para planes de modernización de explotaciones agrarias, uno de los tipos de actuaciones que más abunda en el campo de la Comunitat Valenciana es el relacionado con cultivos de regadío. Es lógico, porque en tiempos de tantas estrecheces en todo, sólo la intensificación de producciones puede aportar algo de margen a quien se arriesga a invertir para crecer, y en este caso, intensificar pasa, sobre todo, por regar, por usar el agua.Algo que es bien sabido de todos desde hace muchos siglos. ¿Habrá que explicar por qué nacieron los riegos milenarios de las huertas litorales en tiempos de romanos y árabes, y por qué los consolidaron y extendieron Jaime I y todos los reyes y nobles que vinieron después? Pues bien, la Conselleria de Agricultura exige a cada posible beneficiario de estos planes de ayuda, cuando plantea algo relacionado con el agua (nuevo regadío, goteo, una balsa, bombeo, instalaciones de filtración, etc.), que demuestre que cuenta con derechos de riego ya establecidos y que se comprometa a ahorrar en el consumo.
Aunque pueda parecer que la segunda cuestión es la más difícil, porque cómo se va a comprometer uno a ahorrar en algo que le viene de nuevo, si no sabe aún cómo será, es la primera la que a menudo resulta más peliaguda de resolver.
El interesado se plantea: «Que ahorre agua, ¿respecto a qué, a cuánto?» Pero para eso hay prevista una fórmula magistral. Es una instrucción que viene de Bruselas, como todo, y con decir que se ahorrará un 20% respecto a la dotación media por hectárea señalada en el plan hidrológico de cuenca, que está algo por arriba, arreglado. Bruselas respira tranquila, y Valencia también.
Ahora bien, con lo de los derechos sí que pegamos en duro. Si se trata de comunidades pequeñas, no hay problema, el secretario o el presidente hace el certificado correspondiente y dice que Fulano de Tal pertenece a la entidad y que su campo está en la superficie que riega la misma. Pero si es una grande, igual se lo miran con lupa y es frecuente que el secretario diga que eso no está previsto y no puede. ¿Y cómo demuestra un agricultor de la Huerta de Valencia, la del milenario Tribunal de las Aguas, que allí se riega desde el siglo XIII?, ¿acude a la memoria del rey don Jaime I? Pues eso mismo les toca hacer a algunos, y a ver qué pasa.
Aunque pueda parecer que la segunda cuestión es la más difícil, porque cómo se va a comprometer uno a ahorrar en algo que le viene de nuevo, si no sabe aún cómo será, es la primera la que a menudo resulta más peliaguda de resolver.
El interesado se plantea: «Que ahorre agua, ¿respecto a qué, a cuánto?» Pero para eso hay prevista una fórmula magistral. Es una instrucción que viene de Bruselas, como todo, y con decir que se ahorrará un 20% respecto a la dotación media por hectárea señalada en el plan hidrológico de cuenca, que está algo por arriba, arreglado. Bruselas respira tranquila, y Valencia también.
Ahora bien, con lo de los derechos sí que pegamos en duro. Si se trata de comunidades pequeñas, no hay problema, el secretario o el presidente hace el certificado correspondiente y dice que Fulano de Tal pertenece a la entidad y que su campo está en la superficie que riega la misma. Pero si es una grande, igual se lo miran con lupa y es frecuente que el secretario diga que eso no está previsto y no puede. ¿Y cómo demuestra un agricultor de la Huerta de Valencia, la del milenario Tribunal de las Aguas, que allí se riega desde el siglo XIII?, ¿acude a la memoria del rey don Jaime I? Pues eso mismo les toca hacer a algunos, y a ver qué pasa.