Water consumption falls in Barcelona
Wed, 18/04/2012
Las campañas de ahorro y la subida de los precios hacen que el gasto baje hasta los 107 litros por persona y día.
Los barceloneses siguen cerrando el grifo para ahorrar. Mantienen sus costumbres y hábitos de gastar poca agua, pese a que el espectro de la sequía ha desaparecido. El consumo de agua para usos domésticos en los 36 municipios que componen el área de Barcelona sigue una línea descendente. Ya está en 107,1 litros por persona y día. La conciencia de los cíclicos problemas de sequía, las campañas periódicas de ahorro y, sobre todo, los encarecimientos del recibo explican este comportamiento ciudadano. Los barceloneses han descubierto, además, que, por más que ahorren, el coste del recibo sube y sube. En el actual contexto de crisis, no hay urgencias para disponer de nuevas infraestructuras de abastecimiento de agua.
El consumo doméstico por habitante siguió una línea descendente el año pasado, aunque con una mayor tendencia hacia la estabilización. El resultado es que se ha pasado de 107,5 litros por persona y día en el 2010 a 107,1 litros por persona y día el año pasado. El 2011 fue el undécimo año consecutivo en que bajó este gasto, con lo que en los últimos diez años, el descenso ha sido de casi el 20%.
La disminución del consumo de agua ha sido continua desde el año 2000; entonces el gasto era de 132,8 litros por habitante (frente a los 107 litros de ahora), por lo que en poco más de diez años se registra una disminución de casi 26 litros por persona y día. "En todo este fenómeno han incidido lógicamente los efectos que han tenido los diversos decretos de sequía, los incrementos de las tarifas y una mayor concienciación ciudadana", declara la socialista Assumpta Escarp, vicepresidenta de Medio Ambiente del Àrea Metropolitana. Escarp destaca el hecho de que el consumo ha ido disminuyendo a pesar de que en los últimos años se ha alejado el riesgo de sequía, que amenazó con provocar restricciones en la primavera del 2008. La concienciación sobre la necesidad de ahorrar agua ha significado que los residentes en el área de Barcelona han mantenido y consolidado el cambio en las prácticas y hábitos de consumo, incluida la instalación de dispositivos de ahorro. La cultura del ahorro de recursos se ha asentado y va más allá de la coyuntura provocada por la crisis.
El consumo comercial e industrial también retrocedió ligeramente el último año (un 1,5%), mientras que el registrado por los servicios municipales (parques y jardines...) aumentó un 6%.
En paralelo, los responsables del Àrea Metropolitana de Barcelona han intensificado sus políticas de aprovechamiento y extracción del agua del subsuelo para los usos municipales, intensificadas desde la sequía del 2008. El 41% del volumen de agua empleada en parques y jardines procede del subsuelo, mientras que el 12% del agua de las fuentes tiene este mismo origen. Así, se ahorran caudales procedentes de los ríos, que resultan más costosos al tener que ser potabilizados.
El gran factor que ha impulsado el menor consumo son los encarecimientos del recibo. En los dos últimos años, el canon del agua que financia obras de la Generalitat (que supone entre el 30% y el 50% de la factura) ha subido más de un 18%; y las compañías promoverán un nuevo aumento específico porque la Generalitat les impone un nuevo canon a ellas también. La instauración de este canon podría comportar este año en el área de Barcelona un incremento de la tarifa de entre un 3% y un 5%, según el Àrea Metropolitana de Barcelona.
Los datos sobre el consumo moderado del último año hacen pensar a los responsables metropolitanos que no hay una necesidad en promover nuevas infraestructuras de abastecimiento de agua para los próximos años. Y sólo en caso de que cambie la coyuntura económica sería planteable la necesidad de esas infraestructuras.
En la región de Barcelona, el abastecimiento se lleva a cabo preferentemente con agua de los embalses (Ter y Llobregat) y en menos medida de pozos. También dispone en primera instancia de la desalinizadora de El Prat, pero es preferible echar mano de los embalses, pues el funcionamiento de las desalinizadoras comporta altos costes energéticos. En la práctica, esta instalación queda reservada para dar aguas en las épocas en que baja el nivel de los recursos de los ríos.
Sin embargo, desde que se inauguró en septiembre del 2009, la desalinizadora de El Prat ha funcionado a un nivel mínimo, al 10% de su capacidad, y sólo para garantizar un correcto mantenimiento. Es toda una paradoja. Desde que la planta se puso en marcha, las reservas en los embalses han sido abundantes. Ahora están al 85%.
La planta desalinizadora pratense se ha convertido, pues, en un ángel de la guarda que cubre las espaldas al sistema y al que se recurre cuando asoma el riesgo de las cíclicas sequías.
No obstante, las regiones de Barcelona y Girona entran en situación de crisis un 20% del tiempo. O sea, uno de cada cinco años golpea la sequía, con lo que los recursos convencionales son insuficientes. Es en esos momentos cuando es necesario usar la desalinizadora. De hecho, las reservas máximas potenciales disponibles en los ríos Ter y Llobregat sólo pueden albergar un volumen equivalente al consumo de un año del área de Barcelona.
Los barceloneses siguen cerrando el grifo para ahorrar. Mantienen sus costumbres y hábitos de gastar poca agua, pese a que el espectro de la sequía ha desaparecido. El consumo de agua para usos domésticos en los 36 municipios que componen el área de Barcelona sigue una línea descendente. Ya está en 107,1 litros por persona y día. La conciencia de los cíclicos problemas de sequía, las campañas periódicas de ahorro y, sobre todo, los encarecimientos del recibo explican este comportamiento ciudadano. Los barceloneses han descubierto, además, que, por más que ahorren, el coste del recibo sube y sube. En el actual contexto de crisis, no hay urgencias para disponer de nuevas infraestructuras de abastecimiento de agua.
El consumo doméstico por habitante siguió una línea descendente el año pasado, aunque con una mayor tendencia hacia la estabilización. El resultado es que se ha pasado de 107,5 litros por persona y día en el 2010 a 107,1 litros por persona y día el año pasado. El 2011 fue el undécimo año consecutivo en que bajó este gasto, con lo que en los últimos diez años, el descenso ha sido de casi el 20%.
La disminución del consumo de agua ha sido continua desde el año 2000; entonces el gasto era de 132,8 litros por habitante (frente a los 107 litros de ahora), por lo que en poco más de diez años se registra una disminución de casi 26 litros por persona y día. "En todo este fenómeno han incidido lógicamente los efectos que han tenido los diversos decretos de sequía, los incrementos de las tarifas y una mayor concienciación ciudadana", declara la socialista Assumpta Escarp, vicepresidenta de Medio Ambiente del Àrea Metropolitana. Escarp destaca el hecho de que el consumo ha ido disminuyendo a pesar de que en los últimos años se ha alejado el riesgo de sequía, que amenazó con provocar restricciones en la primavera del 2008. La concienciación sobre la necesidad de ahorrar agua ha significado que los residentes en el área de Barcelona han mantenido y consolidado el cambio en las prácticas y hábitos de consumo, incluida la instalación de dispositivos de ahorro. La cultura del ahorro de recursos se ha asentado y va más allá de la coyuntura provocada por la crisis.
El consumo comercial e industrial también retrocedió ligeramente el último año (un 1,5%), mientras que el registrado por los servicios municipales (parques y jardines...) aumentó un 6%.
En paralelo, los responsables del Àrea Metropolitana de Barcelona han intensificado sus políticas de aprovechamiento y extracción del agua del subsuelo para los usos municipales, intensificadas desde la sequía del 2008. El 41% del volumen de agua empleada en parques y jardines procede del subsuelo, mientras que el 12% del agua de las fuentes tiene este mismo origen. Así, se ahorran caudales procedentes de los ríos, que resultan más costosos al tener que ser potabilizados.
El gran factor que ha impulsado el menor consumo son los encarecimientos del recibo. En los dos últimos años, el canon del agua que financia obras de la Generalitat (que supone entre el 30% y el 50% de la factura) ha subido más de un 18%; y las compañías promoverán un nuevo aumento específico porque la Generalitat les impone un nuevo canon a ellas también. La instauración de este canon podría comportar este año en el área de Barcelona un incremento de la tarifa de entre un 3% y un 5%, según el Àrea Metropolitana de Barcelona.
Los datos sobre el consumo moderado del último año hacen pensar a los responsables metropolitanos que no hay una necesidad en promover nuevas infraestructuras de abastecimiento de agua para los próximos años. Y sólo en caso de que cambie la coyuntura económica sería planteable la necesidad de esas infraestructuras.
En la región de Barcelona, el abastecimiento se lleva a cabo preferentemente con agua de los embalses (Ter y Llobregat) y en menos medida de pozos. También dispone en primera instancia de la desalinizadora de El Prat, pero es preferible echar mano de los embalses, pues el funcionamiento de las desalinizadoras comporta altos costes energéticos. En la práctica, esta instalación queda reservada para dar aguas en las épocas en que baja el nivel de los recursos de los ríos.
Sin embargo, desde que se inauguró en septiembre del 2009, la desalinizadora de El Prat ha funcionado a un nivel mínimo, al 10% de su capacidad, y sólo para garantizar un correcto mantenimiento. Es toda una paradoja. Desde que la planta se puso en marcha, las reservas en los embalses han sido abundantes. Ahora están al 85%.
La planta desalinizadora pratense se ha convertido, pues, en un ángel de la guarda que cubre las espaldas al sistema y al que se recurre cuando asoma el riesgo de las cíclicas sequías.
No obstante, las regiones de Barcelona y Girona entran en situación de crisis un 20% del tiempo. O sea, uno de cada cinco años golpea la sequía, con lo que los recursos convencionales son insuficientes. Es en esos momentos cuando es necesario usar la desalinizadora. De hecho, las reservas máximas potenciales disponibles en los ríos Ter y Llobregat sólo pueden albergar un volumen equivalente al consumo de un año del área de Barcelona.