Catalan scientists create a laboratory with artificial rivers
Mon, 11/06/2012
Los 24 canales de la infraestructura imitan cursos de agua de caudal mediano.
El sistema analizará los efectos de los contaminantes o del cambio climático.
Uno de los primeros recuerdos de Vicenç Acuña, investigador del Institut Català de Recerca de l'Aigua (ICRA), es cuando con 3 o 4 años se tiraba a un arroyo que pasaba al lado de la casa de sus padres, en el Pallars Sobirà. «Siempre me ha gustado el ruido del agua», recuerda el biólogo, que ha dedicado los últimos dos años a fabricar un sistema de ríos artificiales en un subterráneo de su centro de investigación, en Girona. La infraestructura le debería permitir estudiar con precisión el comportamiento de los cursos de agua que le han fascinado desde niño.
Este conjunto de 24 canales de metacrilato, cada uno de dos metros de largo, es uno de los más avanzados laboratorios de su clase en Europa y ha costados 200.000 euros, obtenidos de fondos FEDER. La idea de fabricarlo se le ocurrió a Acuña durante sus cuatro años de posdoctorado en Suiza, donde utilizaba un sistema de este tipo. A la vuelta en Girona, trabajó durante un tiempo en una infraestructura parecida, pero más sencilla, que existía en la universidad. También la Universitat Politècnica de Catalunya tiene un sistema de canales artificiales, pero se usa solo para estudiar propiedades hidráulicas de los flujos de agua.
MODELO REALISTA / Sin embargo, el biólogo quería algo que se pareciera muchísimo más a río real y que sirviera para comprender cómo afecta la contaminación y el cambio climático a la vida fluvial. «El laboratorio que hemos fabricado permite controlar todas las variables principales de un curso de agua pequeño o mediano, aunque no de uno grande como el Ebro», precisa Acuña. Sus ríos en miniatura tienen en el fondo arena y trozos de cerámica y están poblados de colonias de bacterias y hongos. Además, se puede cambiar el caudal, modificar la velocidad del flujo y la mezcla de sustancias químicas disueltas en el agua. También se puede cambiar la luz, la temperatura y la humedad del entorno.
«En Catalunya hay un buen número de tramos fluviales en buenas condiciones y la depuración ha mejorado mucho -afirma Acuña-. Pero los embalses y los canales para las centrales introducen unas perturbaciones que se agravan cuando hay menos agua», explica.
Otro problema es la presencia de fármacos en los ríos. «El 50% del ibuprofeno o del diclofenaco que nos tomamos lo acabamos excretando y las depuradoras no lo quitan todo», afirma Acuña. Los efectos de estos fármacos disueltos en el medio acuático podrían empeorar a causa del cambio climático. «A más temperatura, el metabolismo animal se hace más rápido y la células más estresadas, y no sabemos si esto puede aumentar la absorción de estas sustancia por los organismos que viven en los ríos», prosigue el investigador.
DEL CAMPO AL LABORATORIO / Para responder a preguntas de este tipo, los científicos deben analizar las comunidades fluviales aguas abajo de 20 o 30 depuradoras, con diversas concentraciones de fármacos. «Es un trabajo enorme y, además, cada depuradora, río y entorno es distinto», dice Acuña. Así que raramente estos estudios de campo pueden dar consejos detallados sobre cómo mejorar la gestión y, por ejemplo, cómo minimizar el coste de depuración.
La infraestructura del ICRA permite realizar estos estudios en laboratorio en un modelo artificial en el que todos los parámetros se pueden controlar, de manera que se extraen conclusiones exactas. En noviembre, el investigador empezará uno de los primeros experimentos que se harán en esta infraestructura y que será justamente para estudiar los efectos de la combinación entre calentamiento y fármacos.
El sistema analizará los efectos de los contaminantes o del cambio climático.
Uno de los primeros recuerdos de Vicenç Acuña, investigador del Institut Català de Recerca de l'Aigua (ICRA), es cuando con 3 o 4 años se tiraba a un arroyo que pasaba al lado de la casa de sus padres, en el Pallars Sobirà. «Siempre me ha gustado el ruido del agua», recuerda el biólogo, que ha dedicado los últimos dos años a fabricar un sistema de ríos artificiales en un subterráneo de su centro de investigación, en Girona. La infraestructura le debería permitir estudiar con precisión el comportamiento de los cursos de agua que le han fascinado desde niño.
Este conjunto de 24 canales de metacrilato, cada uno de dos metros de largo, es uno de los más avanzados laboratorios de su clase en Europa y ha costados 200.000 euros, obtenidos de fondos FEDER. La idea de fabricarlo se le ocurrió a Acuña durante sus cuatro años de posdoctorado en Suiza, donde utilizaba un sistema de este tipo. A la vuelta en Girona, trabajó durante un tiempo en una infraestructura parecida, pero más sencilla, que existía en la universidad. También la Universitat Politècnica de Catalunya tiene un sistema de canales artificiales, pero se usa solo para estudiar propiedades hidráulicas de los flujos de agua.
MODELO REALISTA / Sin embargo, el biólogo quería algo que se pareciera muchísimo más a río real y que sirviera para comprender cómo afecta la contaminación y el cambio climático a la vida fluvial. «El laboratorio que hemos fabricado permite controlar todas las variables principales de un curso de agua pequeño o mediano, aunque no de uno grande como el Ebro», precisa Acuña. Sus ríos en miniatura tienen en el fondo arena y trozos de cerámica y están poblados de colonias de bacterias y hongos. Además, se puede cambiar el caudal, modificar la velocidad del flujo y la mezcla de sustancias químicas disueltas en el agua. También se puede cambiar la luz, la temperatura y la humedad del entorno.
«En Catalunya hay un buen número de tramos fluviales en buenas condiciones y la depuración ha mejorado mucho -afirma Acuña-. Pero los embalses y los canales para las centrales introducen unas perturbaciones que se agravan cuando hay menos agua», explica.
Otro problema es la presencia de fármacos en los ríos. «El 50% del ibuprofeno o del diclofenaco que nos tomamos lo acabamos excretando y las depuradoras no lo quitan todo», afirma Acuña. Los efectos de estos fármacos disueltos en el medio acuático podrían empeorar a causa del cambio climático. «A más temperatura, el metabolismo animal se hace más rápido y la células más estresadas, y no sabemos si esto puede aumentar la absorción de estas sustancia por los organismos que viven en los ríos», prosigue el investigador.
DEL CAMPO AL LABORATORIO / Para responder a preguntas de este tipo, los científicos deben analizar las comunidades fluviales aguas abajo de 20 o 30 depuradoras, con diversas concentraciones de fármacos. «Es un trabajo enorme y, además, cada depuradora, río y entorno es distinto», dice Acuña. Así que raramente estos estudios de campo pueden dar consejos detallados sobre cómo mejorar la gestión y, por ejemplo, cómo minimizar el coste de depuración.
La infraestructura del ICRA permite realizar estos estudios en laboratorio en un modelo artificial en el que todos los parámetros se pueden controlar, de manera que se extraen conclusiones exactas. En noviembre, el investigador empezará uno de los primeros experimentos que se harán en esta infraestructura y que será justamente para estudiar los efectos de la combinación entre calentamiento y fármacos.