A tiny crustacean invades the American crayfish
Tue, 11/09/2012
Desde los años ‘70, el cangrejo de río americano (Procambarus clarkii), procedente de EE UU y México, se ha establecido en los ríos de la Península Ibérica y su expansión va in crescendo. Pero su ‘invasión’ viene acompañada de otra, la del ostrácodo Ankylocythere sinuosa, también norteamericano y que depende por completo del cangrejo para vivir. Su presencia se ha descubierto ahora en Europa pero pudo venir a la vez que su hospedador hace 30 años.
El estudio, que se ha publicado en la revista Hydrobiologia, ha tratado de averiguar cómo llegó el Ankylocythere sinuosa al continente europeo. Según los investigadores, aunque el ostrácodo ha tardado en descubrirse más de tres décadas, “seguro que ya vino con Procambarus clarkii”.
“Ankylocythere sinuosa está de forma abundante y es común allá donde hay cangrejo americano en Europa”, asegura a SINC Francesc Mesquita Joanes, autor principal del estudio e investigador en el departamento de Microbiología y Ecología de la Universidad de Valencia.
Como este diminuto crustáceo epibionte –que vive encima de su hospedador– no puede vivir sin el cangrejo –pone sus huevos sobre él y se desarrolla agarrado a él–, la mayoría de cangrejos están infectados y “los ejemplares adultos pueden llegar a tener varios centenares de ostrácodos encima”, revela Mesquita.
Con cientos de cangrejos a cuestas
El equipo de investigadores recogió 203 cangrejos de río americanos en 12 localidades de la Península Ibérica, desde Doñana a Cataluña, de 2003 a 2009. De ellos, 147 tenían ostrácodos, presentes en prácticamente todas las localidades del muestreo.
"Hay que tener en cuenta que estos epibiontes podrían transmitirse a otras especies autóctonas"
Al compararlos con los cangrejos en EE UU, los científicos también descubrieron que Procambarus clarkii solo viajó con esta especie de pequeño crustáceo a cuestas. “El cangrejo no trajo consigo todos los epibiontes posibles que tiene en su lugar de origen. En este caso, aunque P. clarkii puede tener otras especies de ostrácodos epibiontes en Norteamérica, solo trajo una”, subraya el biólogo.
La escasa diversidad de estos crustáceos puede facilitar que se expandan más en áreas invadidas. “También hay que tener en cuenta que estos epibiontes podrían transmitirse a otras especies autóctonas”, advierte Mesquita-Joanes que señala que es necesario estudiar si el ostrácodo tiene algún efecto sobre Aphanomyces, la plaga de los cangrejos que está llevando a la extinción a los cangrejos autóctonos.
Invasión para bien o para mal
Pero ¿qué supone la presencia de Ankylocythere sinuosa en los cangrejos? Los científicos no lo tienen todavía claro. Por ahora “parece que son básicamente comensales y no le hacen ni bien ni mal al cangrejo. Pero esto es discutible”, dice a SINC el experto.
Para el grupo de investigación, los ostrácodos podrían hacerle bien si lo ‘limpian’ de materia orgánica en lugares contaminados o de parásitos, y podrían hacerle mal si se alimentan de algunas partes del cangrejo o de los huevos de las hembras.
A la espera de nuevos estudios que confirmen los efectos de esta relación, los autores se plantean si los ostrácodos también podrían pasar a otros cangrejos invasores o autóctonos, al no ser “muy específicos”, y producir efectos aún desconocidos.
El estudio, que se ha publicado en la revista Hydrobiologia, ha tratado de averiguar cómo llegó el Ankylocythere sinuosa al continente europeo. Según los investigadores, aunque el ostrácodo ha tardado en descubrirse más de tres décadas, “seguro que ya vino con Procambarus clarkii”.
“Ankylocythere sinuosa está de forma abundante y es común allá donde hay cangrejo americano en Europa”, asegura a SINC Francesc Mesquita Joanes, autor principal del estudio e investigador en el departamento de Microbiología y Ecología de la Universidad de Valencia.
Como este diminuto crustáceo epibionte –que vive encima de su hospedador– no puede vivir sin el cangrejo –pone sus huevos sobre él y se desarrolla agarrado a él–, la mayoría de cangrejos están infectados y “los ejemplares adultos pueden llegar a tener varios centenares de ostrácodos encima”, revela Mesquita.
Con cientos de cangrejos a cuestas
El equipo de investigadores recogió 203 cangrejos de río americanos en 12 localidades de la Península Ibérica, desde Doñana a Cataluña, de 2003 a 2009. De ellos, 147 tenían ostrácodos, presentes en prácticamente todas las localidades del muestreo.
"Hay que tener en cuenta que estos epibiontes podrían transmitirse a otras especies autóctonas"
Al compararlos con los cangrejos en EE UU, los científicos también descubrieron que Procambarus clarkii solo viajó con esta especie de pequeño crustáceo a cuestas. “El cangrejo no trajo consigo todos los epibiontes posibles que tiene en su lugar de origen. En este caso, aunque P. clarkii puede tener otras especies de ostrácodos epibiontes en Norteamérica, solo trajo una”, subraya el biólogo.
La escasa diversidad de estos crustáceos puede facilitar que se expandan más en áreas invadidas. “También hay que tener en cuenta que estos epibiontes podrían transmitirse a otras especies autóctonas”, advierte Mesquita-Joanes que señala que es necesario estudiar si el ostrácodo tiene algún efecto sobre Aphanomyces, la plaga de los cangrejos que está llevando a la extinción a los cangrejos autóctonos.
Invasión para bien o para mal
Pero ¿qué supone la presencia de Ankylocythere sinuosa en los cangrejos? Los científicos no lo tienen todavía claro. Por ahora “parece que son básicamente comensales y no le hacen ni bien ni mal al cangrejo. Pero esto es discutible”, dice a SINC el experto.
Para el grupo de investigación, los ostrácodos podrían hacerle bien si lo ‘limpian’ de materia orgánica en lugares contaminados o de parásitos, y podrían hacerle mal si se alimentan de algunas partes del cangrejo o de los huevos de las hembras.
A la espera de nuevos estudios que confirmen los efectos de esta relación, los autores se plantean si los ostrácodos también podrían pasar a otros cangrejos invasores o autóctonos, al no ser “muy específicos”, y producir efectos aún desconocidos.