With high technology made in the region, Latin Americans seek to control the impact of natural disasters
Thu, 30/01/2014
Banco Mundial
Más de medio millón de latinoamericanos se vieron afectados entre enero y marzo del año pasado por las inundaciones.
Las playas de Lima, Perú, ilustran tal vez como ninguna otra, la cotidiana convivencia de los latinoamericanos con la constante amenaza de una catástrofe natural.
En la Costa Verde, llaman la atención los surfistas sorteando las olas con sus trajes térmicos durante todo el año, y también los numerosos carteles en los que se lee “Zona de Evacuación de Tsunamis”, en un área que se extiende a lo largo de varios kilómetros.
Lima, como muchas de sus pares latinoamericanas, está ubicada en una zona expuesta a amenazas naturales que tienen un impacto en la seguridad y calidad de vida de sus habitantes. Pero no es fácil para una ciudad de 9 millones de personas prepararse para hacer frente a los efectos devastadores de terremotos y tsunamis.
Entre enero y marzo del año pasado, más de medio de un millón de personas en América Latina y el Caribe fueron afectados por desastres naturales, la gran mayoría por inundaciones debido a cambios intensos en el régimen de lluvias anuales, según la ONU. De acuerdo a estimados del Banco Mundial, las consecuencias de los fenómenos naturales representan un costo para la región de unos $2,000 millones anuales.
Sin embargo, no hace falta que tales eventos se conviertan en desastres. El uso de la tecnología y una estrategia coordinada para reducir el riesgo con anticipación y responder rápido ante un fenómeno natural puede salvar muchas vidas y amortiguar pérdidas económicas.
Es algo que sabe bien Eldrena St. Luce, nativa de Castries, Santa Lucía. Cada año la temporada de lluvia conlleva la posibilidad de deslizamientos de tierra. Hoy una nueva estrategia comunitaria para a los vecinos sobre los riesgos de desastres y la instalación de sistemas de drenaje de aguas lluvias ha hecho que en las pronunciadas pendientes que rodean la capital se reduzca el número de deslizamientos.
“[Durante el huracán Tomas] el nivel del agua era tan alto y abundante como nunca había visto. La instalación de los desagües se hizo en el momento justo antes de la tormenta, por lo que no produjeron deslizamientos de tierra como sucedía antes”, describió Eldrena.
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En Latinoamérica es necesario prioritariamente profundizar y fortalecer las políticas de ordenamiento territorial y ambiental, generar e integrar criterios de reducción de riesgo en los planes de desarrollo de sectores críticos. Close Quotes
Fernando Ramirez Cortes
Especialista en manejo de riesgo de desastres del Banco Mundial
¿Qué es la gestión de riesgo de desastres?
Hoy en día, más de un 80% de los latinoamericanos vive en zonas urbanas y según los expertos, los desastres están asociados en muchas ocasiones con la forma en cómo las comunidades ocupan y aprovechan el territorio. La localización y construcción inadecuada de infraestructura, la ausencia de planificación para el crecimiento de las ciudades, entre otras deficiencias de desarrollo, pueden ser enumeradas como algunas de las causas.
La gestión de riesgo de desastres abarca un conjunto muy amplio de acciones tales como elaboración de mapas de riesgos, sistemas de alerta temprana, construcción de estructuras de protección, educación comunitaria, respuesta a emergencias, entre otras.
El concepto de gestión de riesgo de desastre empezó a ser entendido e incorporado por los gobiernos a mediados de la década de los noventa y a pesar de algunos avances, Latinoamérica aún se enfrenta a un reto muy grande para reducir efectivamente la vulnerabilidad de su población, infraestructura y economía.
Respuestas latinoamericanas
El riesgo sísmico en el borde costero pacífico y de huracanes en Centro América y el Caribe son las amenazas naturales a las cuales mayor número de población está expuesta en la región.
“Como en la mayoría de los países en desarrollo, en Latinoamérica es necesario prioritariamente profundizar y fortalecer las políticas de ordenamiento territorial y ambiental, generar y compartir sistemáticamente información de riesgo de desastre e integrar criterios de reducción de riesgo en los planes de desarrollo de sectores críticos como educación, salud, transportes, energía y agua y saneamiento”, afirma Fernando Ramirez Cortes, especialista en manejo de riesgo de desastres del Banco Mundial.
Algunos avances se han registrado en la región, como por ejemplo la creación en 2008 de la plataforma de riesgos de desastres CAPRA, que utiliza tecnología de punta para evaluar las probabilidades de múltiples riesgos y generar información preventiva de las zonas más vulnerables al impacto de un desastre. Es una tecnología de “código abierto” que ha sido desarrollada por expertos regionales.
Uno de los primeros y principales beneficiarios de esta plataforma es Panamá . La ciudad de David es la más importante del oeste de Panamá y un destino turístico muy frecuentado. Pero también es muy vulnerable a los desastres naturales. CAPRA ha ayudado a evaluar el riesgo sísmico en edificios públicos y viviendas e identificar aquellas estructuras más propensas a sufrir daños durante un terremoto y que puedan requerir, por ejemplo, de programas de reforzamiento estructural.
La iniciativa, que nació para cubrir las necesidades de afrontar los desastres en Centroamérica, ahora se ha extendido a Perú, Colombia y Chile, que tienen en común pertenecer al cinturón de fuego del Pacífico, una de las zonas sísmicas más activas del mundo
En Costa Rica, una prioridad es el mantenimiento de los 3.000 km de tubería del sistema de agua y saneamiento de la capital San José en caso de un terremoto. El programa CAPRA apoyó la evaluación del riesgo sísmico de esa infraestructura y capacitó a los ingenieros locales para el uso del software.
Los colombianos que viven en las ciudades son los que están más expuestos y son más vulnerables a los desastres naturales. Para hacer frente a este reto, el Banco Mundial apoya a Colombia con investigaciones, estudios, servicios financieros, incluido financiamiento y asesoría para fortalecer las instituciones que gestionan el riesgo de desastres. Desde 2010 el país cuenta con un fondo de US$150 millones para dar recursos de manera inmediata cuando un desastre alcanza un nivel nacional.
Y en Bolivia, que desde 2006 ha declarado siete estados de emergencia nacional debido a los efectos de desastres, principalmente producto de los fenómenos de El Niño y La Niña, 225 proyectos de rehabilitación y reconstrucción de caminos, edificación de puentes, defensas de ríos, obras hidráulicas, sistemas de provisión de agua potable, sistemas de riego y reforzamiento de infraestructura educativa y de salud beneficiarán a más de 400.000 personas en poblaciones vulnerables.
En la Costa Verde, llaman la atención los surfistas sorteando las olas con sus trajes térmicos durante todo el año, y también los numerosos carteles en los que se lee “Zona de Evacuación de Tsunamis”, en un área que se extiende a lo largo de varios kilómetros.
Lima, como muchas de sus pares latinoamericanas, está ubicada en una zona expuesta a amenazas naturales que tienen un impacto en la seguridad y calidad de vida de sus habitantes. Pero no es fácil para una ciudad de 9 millones de personas prepararse para hacer frente a los efectos devastadores de terremotos y tsunamis.
Entre enero y marzo del año pasado, más de medio de un millón de personas en América Latina y el Caribe fueron afectados por desastres naturales, la gran mayoría por inundaciones debido a cambios intensos en el régimen de lluvias anuales, según la ONU. De acuerdo a estimados del Banco Mundial, las consecuencias de los fenómenos naturales representan un costo para la región de unos $2,000 millones anuales.
Sin embargo, no hace falta que tales eventos se conviertan en desastres. El uso de la tecnología y una estrategia coordinada para reducir el riesgo con anticipación y responder rápido ante un fenómeno natural puede salvar muchas vidas y amortiguar pérdidas económicas.
Es algo que sabe bien Eldrena St. Luce, nativa de Castries, Santa Lucía. Cada año la temporada de lluvia conlleva la posibilidad de deslizamientos de tierra. Hoy una nueva estrategia comunitaria para a los vecinos sobre los riesgos de desastres y la instalación de sistemas de drenaje de aguas lluvias ha hecho que en las pronunciadas pendientes que rodean la capital se reduzca el número de deslizamientos.
“[Durante el huracán Tomas] el nivel del agua era tan alto y abundante como nunca había visto. La instalación de los desagües se hizo en el momento justo antes de la tormenta, por lo que no produjeron deslizamientos de tierra como sucedía antes”, describió Eldrena.
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En Latinoamérica es necesario prioritariamente profundizar y fortalecer las políticas de ordenamiento territorial y ambiental, generar e integrar criterios de reducción de riesgo en los planes de desarrollo de sectores críticos. Close Quotes
Fernando Ramirez Cortes
Especialista en manejo de riesgo de desastres del Banco Mundial
¿Qué es la gestión de riesgo de desastres?
Hoy en día, más de un 80% de los latinoamericanos vive en zonas urbanas y según los expertos, los desastres están asociados en muchas ocasiones con la forma en cómo las comunidades ocupan y aprovechan el territorio. La localización y construcción inadecuada de infraestructura, la ausencia de planificación para el crecimiento de las ciudades, entre otras deficiencias de desarrollo, pueden ser enumeradas como algunas de las causas.
La gestión de riesgo de desastres abarca un conjunto muy amplio de acciones tales como elaboración de mapas de riesgos, sistemas de alerta temprana, construcción de estructuras de protección, educación comunitaria, respuesta a emergencias, entre otras.
El concepto de gestión de riesgo de desastre empezó a ser entendido e incorporado por los gobiernos a mediados de la década de los noventa y a pesar de algunos avances, Latinoamérica aún se enfrenta a un reto muy grande para reducir efectivamente la vulnerabilidad de su población, infraestructura y economía.
Respuestas latinoamericanas
El riesgo sísmico en el borde costero pacífico y de huracanes en Centro América y el Caribe son las amenazas naturales a las cuales mayor número de población está expuesta en la región.
“Como en la mayoría de los países en desarrollo, en Latinoamérica es necesario prioritariamente profundizar y fortalecer las políticas de ordenamiento territorial y ambiental, generar y compartir sistemáticamente información de riesgo de desastre e integrar criterios de reducción de riesgo en los planes de desarrollo de sectores críticos como educación, salud, transportes, energía y agua y saneamiento”, afirma Fernando Ramirez Cortes, especialista en manejo de riesgo de desastres del Banco Mundial.
Algunos avances se han registrado en la región, como por ejemplo la creación en 2008 de la plataforma de riesgos de desastres CAPRA, que utiliza tecnología de punta para evaluar las probabilidades de múltiples riesgos y generar información preventiva de las zonas más vulnerables al impacto de un desastre. Es una tecnología de “código abierto” que ha sido desarrollada por expertos regionales.
Uno de los primeros y principales beneficiarios de esta plataforma es Panamá . La ciudad de David es la más importante del oeste de Panamá y un destino turístico muy frecuentado. Pero también es muy vulnerable a los desastres naturales. CAPRA ha ayudado a evaluar el riesgo sísmico en edificios públicos y viviendas e identificar aquellas estructuras más propensas a sufrir daños durante un terremoto y que puedan requerir, por ejemplo, de programas de reforzamiento estructural.
La iniciativa, que nació para cubrir las necesidades de afrontar los desastres en Centroamérica, ahora se ha extendido a Perú, Colombia y Chile, que tienen en común pertenecer al cinturón de fuego del Pacífico, una de las zonas sísmicas más activas del mundo
En Costa Rica, una prioridad es el mantenimiento de los 3.000 km de tubería del sistema de agua y saneamiento de la capital San José en caso de un terremoto. El programa CAPRA apoyó la evaluación del riesgo sísmico de esa infraestructura y capacitó a los ingenieros locales para el uso del software.
Los colombianos que viven en las ciudades son los que están más expuestos y son más vulnerables a los desastres naturales. Para hacer frente a este reto, el Banco Mundial apoya a Colombia con investigaciones, estudios, servicios financieros, incluido financiamiento y asesoría para fortalecer las instituciones que gestionan el riesgo de desastres. Desde 2010 el país cuenta con un fondo de US$150 millones para dar recursos de manera inmediata cuando un desastre alcanza un nivel nacional.
Y en Bolivia, que desde 2006 ha declarado siete estados de emergencia nacional debido a los efectos de desastres, principalmente producto de los fenómenos de El Niño y La Niña, 225 proyectos de rehabilitación y reconstrucción de caminos, edificación de puentes, defensas de ríos, obras hidráulicas, sistemas de provisión de agua potable, sistemas de riego y reforzamiento de infraestructura educativa y de salud beneficiarán a más de 400.000 personas en poblaciones vulnerables.