Water temples. Baths in Hungary
Sat, 15/05/2004
El subsuelo y una historia convulsa han hecho de Hungría un lugar único en el mundo para el termalismo. Por debajo de un 80% del territorio húngaro, incluida la capital Budapest, discurren aguas mineromedicinales. Y los sucesivos conquistadores de este país centroeuropeo supieron apreciar esta riqueza, importaron costumbres para su disfrute y construyeron auténticos templos del agua, preciosos palacios que en su mayoría siguen en uso.
La red balnearia húngara es extensa -1.289 manantiales, cinco cuevas, 400 estaciones termales- y se ha convertido en un imán para el viajero que sepa apreciar tanto el relax y la salud como la historia y el arte. Pese al creciente turismo, son los húngaros los primeros clientes de sus baños y es difícil entenderse en otro idioma que el local, lo que, por otra parte, no hace demasiada falta para zambullirse en piscinas calientes y frías, darse baños de vapor o lodo y recibir un enérgico masaje. Por la noche algunos de estos lugares sufren una brusca transformación en locales de copas y baile, donde se celebran las sesiones de clubbing más agitadas de la ciudad. Centros como Király o Rác están especializados en clientela masculina de día o de noche. Los romanos construyeron los primeros balnearios del país en Buda, una de las dos ciudades que formó la actual capital, y en Szombathely. Tiberios Nero, hijo del emperador Augusto, dictó las primeras normas para el uso público de estas aguas. Los balnearios más interesantes en uso son algo más recientes. La invasión otomana (1541-1686) introdujo los refinados modos del baño turco y dejó joyas de la arquitectura oriental como las cúpulas de los baños Király, Rudas y Rác, en Budapest. Siglos después, la monarquía de los Habsburgo siguió fomentando los baños termales. Los recintos con más glamour son del siglo XIX, considerada una etapa dorada del termalismo magiar. El balneario Géllert, a orillas del Danubio en el centro de Budapest, es el más visitado. Obra emblemática del art decó, su piscina interior rodeada de columnas, la exterior y las distintas estancias para el baño y el masaje turcos son uno de los grandes atractivos de la capital húngara, ya de por sí monumental.
También en la capital es muy conocido el balneario Széchenyli, uno de los mayores de Europa, donde se juega al ajedrez desde el agua, que brota nada menos que a 76 grados centígrados, lo que permite bañarse al aire libre por mucho frío que haga en el exterior. Fuera de la capital, con menor presencia de turistas, la Administración está promoviendo una ruta balnearia de 12 días que pasa por Györ, la ciudad de los tres ríos; la abadía de Pannonhalma, patrimonio de la Humanidad; Sopron, ciudad medieval fronteriza con Austria; y Héviz, la estación termal más importante del país, junto al lago Balaton. Las aguas cálidas de este lago fueron, en los años de la Guerra Fría, lugar de reunión de alemanes del Este y del Oeste separados por el Muro, y hoy siguen siendo un importante centro vacacional.
La red balnearia húngara es extensa -1.289 manantiales, cinco cuevas, 400 estaciones termales- y se ha convertido en un imán para el viajero que sepa apreciar tanto el relax y la salud como la historia y el arte. Pese al creciente turismo, son los húngaros los primeros clientes de sus baños y es difícil entenderse en otro idioma que el local, lo que, por otra parte, no hace demasiada falta para zambullirse en piscinas calientes y frías, darse baños de vapor o lodo y recibir un enérgico masaje. Por la noche algunos de estos lugares sufren una brusca transformación en locales de copas y baile, donde se celebran las sesiones de clubbing más agitadas de la ciudad. Centros como Király o Rác están especializados en clientela masculina de día o de noche. Los romanos construyeron los primeros balnearios del país en Buda, una de las dos ciudades que formó la actual capital, y en Szombathely. Tiberios Nero, hijo del emperador Augusto, dictó las primeras normas para el uso público de estas aguas. Los balnearios más interesantes en uso son algo más recientes. La invasión otomana (1541-1686) introdujo los refinados modos del baño turco y dejó joyas de la arquitectura oriental como las cúpulas de los baños Király, Rudas y Rác, en Budapest. Siglos después, la monarquía de los Habsburgo siguió fomentando los baños termales. Los recintos con más glamour son del siglo XIX, considerada una etapa dorada del termalismo magiar. El balneario Géllert, a orillas del Danubio en el centro de Budapest, es el más visitado. Obra emblemática del art decó, su piscina interior rodeada de columnas, la exterior y las distintas estancias para el baño y el masaje turcos son uno de los grandes atractivos de la capital húngara, ya de por sí monumental.
También en la capital es muy conocido el balneario Széchenyli, uno de los mayores de Europa, donde se juega al ajedrez desde el agua, que brota nada menos que a 76 grados centígrados, lo que permite bañarse al aire libre por mucho frío que haga en el exterior. Fuera de la capital, con menor presencia de turistas, la Administración está promoviendo una ruta balnearia de 12 días que pasa por Györ, la ciudad de los tres ríos; la abadía de Pannonhalma, patrimonio de la Humanidad; Sopron, ciudad medieval fronteriza con Austria; y Héviz, la estación termal más importante del país, junto al lago Balaton. Las aguas cálidas de este lago fueron, en los años de la Guerra Fría, lugar de reunión de alemanes del Este y del Oeste separados por el Muro, y hoy siguen siendo un importante centro vacacional.