Portugal bombards clouds in order to stop the atlantic drought
Fri, 25/02/2005
La costa oeste de la Península sufrió el enero más seco del último siglo El olor a tierra mojada regresó ayer a Portugal. Después de sufrir el enero más seco de los últimos cien años, los habitantes del centro del país vieron caer del cielo unas salvadoras gotas de agua. La lluvia, eso sí, no pasó de un leve orballo, aunque supo a agua de mayo. No era para menos. Lo que no había podido lograr la providencia en semanas de rezos a la Virgen de Fátima, lo consiguió la ciencia. Con el campo seco, los agricultores arruinados y el ganado muriendo de sed, el país vecino se puso en manos del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Lusófona. Y allí, el profesor Joaquim Ortigão y su equipo encontraron una solución que suena a cuento chino o a leyenda urbana, como prefieran: bombardear las nubes más cargadas de agua con productos químicos. Encontrado el remedio, era momento de ponerlo en práctica o encomendarse a la Virgen de la Cueva para acabar con la sequía que sufren tanto Galicia como la fachada atlántica de Portugal. Así que los científicos cargaron en las lanzaderas de misiles defensivos del Hércules del Ejército del Aire 240 cartuchos de yodato de plata y 180 de clorato de calcio, dos sustancias inocuas para el ambiente pero capaces de hacer que el agua condensada en las nubes se transforme en gotas capaces de regar los áridos campos de Portugal. Aumento de la pluviosidad Y eso fue precisamente lo que sucedió, según confirmó a La Voz el propio profesor Ortigão, que detectó aumentos significativos de la pluviosidad en el entorno de Lisboa, zona en la que se efectuaron la mayor parte de las descargas. «El año pasado en agosto nos fue mejor, porque después de inseminar las nubes se produjeron lluvias muy fuertes, casi con inundaciones», comentaba Ortigão. Pero esta vez las condiciones fueron peores. Para empezar, parte de los misiles erraron el tiro. Y no sólo eso: las nubes destinadas a hacer llover estaban más bien secas, al ser de tipo estratiforme, con poca agua, en vez de los cumulonimbos, cargados de líquido. El resultado, pese a todo, fue positivo. Después de cuatro meses sin ver caer una gota de agua, el centro del país desempolvó los paraguas. Aunque las gotas de ayer no solucionan un problema capaz de tener buena parte de los embalses lusos por debajo del 20%. Todo como consecuencia de los meses de noviembre y diciembre más secos en 20 años, en los que sólo la región lusa pegada a Ourense se libró de la falta de agua. El resto del país se alarmó con una escasez que se disparó con el enero con menos agua desde el año 1900. Aunque la sequía no es sólo cosa portuguesa. Al norte del Miño la situación tampoco es demasiado favorable, como lo demuestra el hecho de que en la mayor parte de Galicia llovió cuatro veces menos que el año pasado. Los pantanos, sin embargo, no sufren la misma escasez que en Portugal: sólo el de Pontevedra, al 50%, parece tener problemas serios. No obstante, si Portugal sigue teniendo éxito con sus cohetes capaces de multiplicar por cinco la pluviosidad, la sequía dejará de ser un problema. Aunque para ello, subraya el profesor Ortigão, es imprescindible que al menos haya nubes. «Podemos inducir la lluvia, pero no hacer milagros», comenta en tono jocoso