Spain loses more than 2.600 millions of litres of water due to water leaks every day
Sat, 21/05/2005
Parece mucho, pero los expertos aseguran que los datos oficiales del INE son muy benévolos. Mientras decretan restricciones, algunas localidades españolas pierden la mitad de su agua por fugas en la red
Madrid - España mira al cielo con preocupación. La acuciante sequía provocará restricciones al consumo de agua en algunas zonas y cosechas perdidas mientras la clase política mantiene el debate sobre si la solución pasa por hacer un faraónico trasvase de agua entre dos ríos o poblar la costa de plantas desaladoras. Esa agua por la que muchos claman y otros se pelean simplemente se pierde. Más del 30 por ciento del líquido elemento se derrocha por culpa de las numerosas fugas que presenta la red de distribución. El español medio consume unos 168 litros cada día, pero - según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística- otros 63 se pierden a lo largo del entramado de tuberías que conforman el subsuelo de pueblos y ciudades. Aunque este verano no se podrán llenar las piscinas, teniendo en cuenta el volumen que ha alcanzado la población española, un día como hoy más de 2.600 millones de litros de agua se han escapado por las juntas de las tuberías. Mañana serán otros 2.600 millones y cada día un poco más, pues las cañerías se deterioran progresivamente. Sin embargo, aunque esta cifra pueda parecer alta, «se trata de estimaciones muy optimistas, resultados de encuestas que rellenan los técnicos municipales pero imposibles de comprobar ante la inexistencia de un organismo regulador del agua a nivel nacional. La situación es mucho peor », explica Enrique Cabrera, catedrático de Mecánica de Fluidos de la Universidad Politécnica de Valencia. «Hemos estudiado poblaciones de 30.000 o 40.000 habitantes donde las pérdidas de agua alcanzan el 40 o el 50 por ciento y en algunas hasta el 70 », añade. Obsoletas. Salvo cuando una tubería revienta y se produce un espectacular socavón en medio de una calle céntrica, el ciudadano pocas veces es consciente de que los escapes son continuos. Tras las fugas se esconde una red de canalización en mal estado, conformada por tuberías de más de 80 años cuando la vida media de estas intraestructuras no supera el medio siglo. «Además, con los cortes de agua, la red sufre mucho. Es como un coche metido en un atasco, parando y arrancando, parando y arrancando. Cuando las autoridades municipales deciden cortar el suministro lo hacen no para ahorrar el agua que consume el ciudadano, sino para ahorrar la que se va a escapar de la tubería », asegura Cabrera. Los escapes tienen también consecuencias para la salud. Cualquier cambio en la presión hace que el agua que salía retorne de repente a la tubería, pero lo hace arrastrando consigo la suciedad y los microorganismos del exterior. Los diferentes estudios sobre aprovechamientos de recursos hídricos coinciden en que el mantenimiento de la red en condiciones óptimas exige renovar un 2 por ciento cada año, pero reparar las canalizaciones no es rentable desde el punto de vista político. «Para los ayuntamientos, responsables de la red, invertir en este campo es como enterrar el dinero. Además de tener que subir el recibo del agua, hay que levantar las calles y los efectos del ahorro se ven a largo plazo. No interesa », afirma Cabrera. Países de nuestro entorno, como Alemania, mantienen en perfecto estado las cañerías a pesar de que las posibles fugas no representan inconveniente alguno en una zona donde sobra el agua. «Lo hacen para asegurarse la calidad y salubridad del líquido que beben y no para garantizar el suministro », puntualiza Cabrera. Precio del agua. Es cierto que los alemanes pagan cinco veces más cara el agua. En general los países del norte del continente desembolsan el líquido elemento a un precio muy superior y está claro que la renovación de la red en España pasa por un aumento en la factura, una solución incómoda, pero necesaria, según los especialistas. La ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, lleva tiempo tanteando el terreno. Se da la paradoja de que, actualmente, a las compañías suministradoras les resulta más rentable asumir el agua que se pierde en las numerosas fugas. «El agua es un bien gratuito, el maná del cielo, por lo que pagamos es por que nos la lleven a casa, la utilicemos - al lavar, en la ducha...- y, por tanto, la ensuciemos, se depure y, por último, acabe en el mar. Cuanto más paguemos por este servicio, menos saldrá a cuenta su derroche, las compañías municipales o privadas invertirán en mejorar la canalización para que no haya escapes y, en resumen, menos agua se perderá en un país donde hace mucha falta », explica Cabrera. Agencia reguladora. Sin embargo, el catedrático de la Universidad de Valencia ve inútil cualquier medida en este sentido si el ministerio no crea una agencia reguladora con la que cuentan países como el Reino Unido. «En el fondo sería como la Agencia Tributaria - añade Cabrera- , que conoce lo que ganas, lo que gastas... España carece de un organismo que gestione el agua y al que dar cuentas. En octubre, cuando vuelva a llover dejaremos de preocuparnos por la sequía. La próxima será peor, el sistema de abastecimiento de agua estará más deteriorado, habrá más demanda por que la población crece y dispondremos de menos recursos hídricos ». Pero nadie parece dispuesto a poner soluciones más allá de trasvases y desaladoras.
Madrid - España mira al cielo con preocupación. La acuciante sequía provocará restricciones al consumo de agua en algunas zonas y cosechas perdidas mientras la clase política mantiene el debate sobre si la solución pasa por hacer un faraónico trasvase de agua entre dos ríos o poblar la costa de plantas desaladoras. Esa agua por la que muchos claman y otros se pelean simplemente se pierde. Más del 30 por ciento del líquido elemento se derrocha por culpa de las numerosas fugas que presenta la red de distribución. El español medio consume unos 168 litros cada día, pero - según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística- otros 63 se pierden a lo largo del entramado de tuberías que conforman el subsuelo de pueblos y ciudades. Aunque este verano no se podrán llenar las piscinas, teniendo en cuenta el volumen que ha alcanzado la población española, un día como hoy más de 2.600 millones de litros de agua se han escapado por las juntas de las tuberías. Mañana serán otros 2.600 millones y cada día un poco más, pues las cañerías se deterioran progresivamente. Sin embargo, aunque esta cifra pueda parecer alta, «se trata de estimaciones muy optimistas, resultados de encuestas que rellenan los técnicos municipales pero imposibles de comprobar ante la inexistencia de un organismo regulador del agua a nivel nacional. La situación es mucho peor », explica Enrique Cabrera, catedrático de Mecánica de Fluidos de la Universidad Politécnica de Valencia. «Hemos estudiado poblaciones de 30.000 o 40.000 habitantes donde las pérdidas de agua alcanzan el 40 o el 50 por ciento y en algunas hasta el 70 », añade. Obsoletas. Salvo cuando una tubería revienta y se produce un espectacular socavón en medio de una calle céntrica, el ciudadano pocas veces es consciente de que los escapes son continuos. Tras las fugas se esconde una red de canalización en mal estado, conformada por tuberías de más de 80 años cuando la vida media de estas intraestructuras no supera el medio siglo. «Además, con los cortes de agua, la red sufre mucho. Es como un coche metido en un atasco, parando y arrancando, parando y arrancando. Cuando las autoridades municipales deciden cortar el suministro lo hacen no para ahorrar el agua que consume el ciudadano, sino para ahorrar la que se va a escapar de la tubería », asegura Cabrera. Los escapes tienen también consecuencias para la salud. Cualquier cambio en la presión hace que el agua que salía retorne de repente a la tubería, pero lo hace arrastrando consigo la suciedad y los microorganismos del exterior. Los diferentes estudios sobre aprovechamientos de recursos hídricos coinciden en que el mantenimiento de la red en condiciones óptimas exige renovar un 2 por ciento cada año, pero reparar las canalizaciones no es rentable desde el punto de vista político. «Para los ayuntamientos, responsables de la red, invertir en este campo es como enterrar el dinero. Además de tener que subir el recibo del agua, hay que levantar las calles y los efectos del ahorro se ven a largo plazo. No interesa », afirma Cabrera. Países de nuestro entorno, como Alemania, mantienen en perfecto estado las cañerías a pesar de que las posibles fugas no representan inconveniente alguno en una zona donde sobra el agua. «Lo hacen para asegurarse la calidad y salubridad del líquido que beben y no para garantizar el suministro », puntualiza Cabrera. Precio del agua. Es cierto que los alemanes pagan cinco veces más cara el agua. En general los países del norte del continente desembolsan el líquido elemento a un precio muy superior y está claro que la renovación de la red en España pasa por un aumento en la factura, una solución incómoda, pero necesaria, según los especialistas. La ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, lleva tiempo tanteando el terreno. Se da la paradoja de que, actualmente, a las compañías suministradoras les resulta más rentable asumir el agua que se pierde en las numerosas fugas. «El agua es un bien gratuito, el maná del cielo, por lo que pagamos es por que nos la lleven a casa, la utilicemos - al lavar, en la ducha...- y, por tanto, la ensuciemos, se depure y, por último, acabe en el mar. Cuanto más paguemos por este servicio, menos saldrá a cuenta su derroche, las compañías municipales o privadas invertirán en mejorar la canalización para que no haya escapes y, en resumen, menos agua se perderá en un país donde hace mucha falta », explica Cabrera. Agencia reguladora. Sin embargo, el catedrático de la Universidad de Valencia ve inútil cualquier medida en este sentido si el ministerio no crea una agencia reguladora con la que cuentan países como el Reino Unido. «En el fondo sería como la Agencia Tributaria - añade Cabrera- , que conoce lo que ganas, lo que gastas... España carece de un organismo que gestione el agua y al que dar cuentas. En octubre, cuando vuelva a llover dejaremos de preocuparnos por la sequía. La próxima será peor, el sistema de abastecimiento de agua estará más deteriorado, habrá más demanda por que la población crece y dispondremos de menos recursos hídricos ». Pero nadie parece dispuesto a poner soluciones más allá de trasvases y desaladoras.