The end of the forest in the Tajo shore
Fri, 15/07/2005
Caminar por la Vega del Tajo de la milenaria ciudad de Talavera de la Reina (Toledo) requiere un cierto grado de imaginación. No en vano muy poco de lo que cuentan los mayores del lugar tiene que ver con lo que en este momento la vista ofrece. Hablan de que había muchos árboles, mucho verde y que el sonido del agua a su paso por estas tierras obligaba a los paseantes a elevar la voz. Nada de eso se ve ya. Claro que está verde, porque las plantas se agarran como pueden a la vida como cualquier ser vivo, pero nada es frondoso ni tampoco se escucha con fuerza el agua… sólo un ligero zumbido. Pero peor es mirar ese líquido tan preciado por el que todos se pelean. El agua del Tajo a su paso por esta localidad toledana, famosa por su cerámica, es de todo menos clara y limpia. Tiene una película grasa aderezada con una espumilla gris parda que provoca instintivamente un rechazo a la vista y, sobre todo, al olfato. 'Pues sí, señorita, en estos ríos nos bañábamos de chavales, pero ya no hay niños en sus aguas. ¡Cuaquiera se mete ahí!', explica un lugareño que ya ha sobrepasado los 70.
Una de las consecuencias más graves del trasvase Tajo-Segura es precisamente el daño ecológico que ha causado en algunos tramos del río, sobre todo en el que se encuentra Toledo, Talavera de la Reina y Aranjuez. La reducción del caudal de esta larga lengua de agua desde hace 30 años ha cambiado, día a día, la fisonomía de su cauce. La causa: que el volumen de agua trasvasada representa al menos el 60% de todo el agua que se recoge en la cabecera de Tajo, lo que supone, menos caudal y la variación de la dinámica fluvial.
Datos facilitados por la Confederación Hidrográfica del Tajo y por hidroeléctricas revelan que el agua que se vierte al Tajo desde los embalses de cabecera es inferior a la cantidad que anualmente se lleva el trasvase. Así, en el periodo 2003-2004, año relativamente bueno en lluvias, la cantidad trasvasada a la cuenca del Segura fue de 503 hectómetros cúbicos, frente a los 329 que se destinaron al cauce del Tajo; la anualidad anterior se destinaron al Levante 543 hectómetros, frente a los 362 al Tajo. En el año 1999-2000, el Tajo se quedó con 290 hectómetros frente a los 605 que se trasvasaron a Murcia, cifras similares a las registradas en el quinquenio anterior. Así, durante 30 años.
Las consecuencias no se han hecho esperar. El río se ha ido encajando, estrechando poco a poco, lo que ha supuesto la desaparición del bosque de ribera. Especies como el álamo, el fresno y el olmo se están secando y siendo sustituidas en el mejor de los casos por carrizales y tarayales, según la asociación Ecologistas en Acción. Además, en diversos tramos del Tajo han desaparecido poblaciones enteras de barbos y bogas, así como moluscos, cangrejos autóctonos, nutrias y numerosas aves. La falta de caudales han afectado también espacios naturales protegidos dentro de la red natura 2000 de las comunidades de Madrid y Castilla-La Mancha, como la zona de especial protección de aves (ZEPA) de los Carizales y Sotos de Aranjuez.
A la reducción de volumen del caudal se suma el incremento de la contaminación. El borrador de plan integral de la cuenca del Tajo reconoce que el descenso de caudales contribuye de forma significativa a la contaminación al no producirse apenas dilución en la entrada del Jarama (afluente del Tajo), río muy contaminado por los vertidos de Madrid. Es decir, al no llevar el Tajo suficiente agua, no puede diluir la contaminación que le llega de otros afluentes. En el plan integral del Tajo se insiste en que para resolver este problema no sólo es preciso depurar más y mejor, sino incrementar el caudal del río para poder disponer de caudal suficiente para diluir la contaminación.
Según estudios realizados por la Universidad de Castilla-La Mancha, la calidad del agua del Tajo es buena arriba del embalse de Entrepeñas, regular aguas abajo de la toma del trasvase, y muy mala, es decir, contaminada desde la desembocadura del Jarama hasta Talavera (medición realizada por el índice BMWP).
Tal es el problema de la contaminación en el Tajo que, según Miguel Ángel Hernández, coordinador de Ecologistas en Acción de Castilla-La Mancha, hay un tramo del río, situado en las proximidades de Aranjuez y con una longitud de entre 10 y 20 kilómetros, que está 'literalmente muerto'. Esto se debe en gran parte a que dos terceras partes del caudal proceden de aguas depuradas.
Gran parte de los problemas relativos a la reducción del caudal es que el Tajo no tiene estipulado, con criterios técnicos, un caudal ecológico, como ha denunciado el presidente del Gobierno castellano-manchego, José María Barreda. Un ejemplo de esto son los caudales mínimos fijados para la localidad madrileña de Aranjuez (6 metros cúbicos por segundo) y Toledo (10). Según Barreda, en determinados momentos, sobre todo en verano, el río deja de fluir en algunos tramos, lo que provoca graves efectos en el ecosistema fluvial. Antes del trasvase, el caudal medio de Aranjuez era de 25-30 metros cúbicos por segundo.
La contaminación del Tajo en determinados tramos afecta a los usos del agua, incluido el destinado a los cultivos. De hecho, según Hernández, 'en el PHN se reconocía que, en algunas zonas, el agua ni siquiera era apta para el riego', señala. A esto han contribuido los vertidos de fertilizantes y plaguicidas, utilizados masivamente para sacar una mayor producción a los regadíos. Un informe del Centro Regional de Estudios del Agua (CREA), organismo dependiente de la universidad castellano-manchega y que fue publicado hace un año, pone de relieve los daños ecológicos causados por el uso de estos fertilizantes y productos fitosanitarios, así como por el vertido de aguas residuales con elevada carga orgánica procedente sobre todo de las industrias agroalimentarias.
Ante esta situación, la sociedad civil -vecinos, agricultores, partidos políticos de to-das las formaciones y hasta incluso colegios- de las localidades más afectadas han decidido crear plataformas para salvar la ribera del Tajo. Hasta el momento no han tenido mucho éxito en sus reivindicaciones pero no desesperan porque cada día se les une más y más gente y terminarán por escucharles.
Una de las consecuencias más graves del trasvase Tajo-Segura es precisamente el daño ecológico que ha causado en algunos tramos del río, sobre todo en el que se encuentra Toledo, Talavera de la Reina y Aranjuez. La reducción del caudal de esta larga lengua de agua desde hace 30 años ha cambiado, día a día, la fisonomía de su cauce. La causa: que el volumen de agua trasvasada representa al menos el 60% de todo el agua que se recoge en la cabecera de Tajo, lo que supone, menos caudal y la variación de la dinámica fluvial.
Datos facilitados por la Confederación Hidrográfica del Tajo y por hidroeléctricas revelan que el agua que se vierte al Tajo desde los embalses de cabecera es inferior a la cantidad que anualmente se lleva el trasvase. Así, en el periodo 2003-2004, año relativamente bueno en lluvias, la cantidad trasvasada a la cuenca del Segura fue de 503 hectómetros cúbicos, frente a los 329 que se destinaron al cauce del Tajo; la anualidad anterior se destinaron al Levante 543 hectómetros, frente a los 362 al Tajo. En el año 1999-2000, el Tajo se quedó con 290 hectómetros frente a los 605 que se trasvasaron a Murcia, cifras similares a las registradas en el quinquenio anterior. Así, durante 30 años.
Las consecuencias no se han hecho esperar. El río se ha ido encajando, estrechando poco a poco, lo que ha supuesto la desaparición del bosque de ribera. Especies como el álamo, el fresno y el olmo se están secando y siendo sustituidas en el mejor de los casos por carrizales y tarayales, según la asociación Ecologistas en Acción. Además, en diversos tramos del Tajo han desaparecido poblaciones enteras de barbos y bogas, así como moluscos, cangrejos autóctonos, nutrias y numerosas aves. La falta de caudales han afectado también espacios naturales protegidos dentro de la red natura 2000 de las comunidades de Madrid y Castilla-La Mancha, como la zona de especial protección de aves (ZEPA) de los Carizales y Sotos de Aranjuez.
A la reducción de volumen del caudal se suma el incremento de la contaminación. El borrador de plan integral de la cuenca del Tajo reconoce que el descenso de caudales contribuye de forma significativa a la contaminación al no producirse apenas dilución en la entrada del Jarama (afluente del Tajo), río muy contaminado por los vertidos de Madrid. Es decir, al no llevar el Tajo suficiente agua, no puede diluir la contaminación que le llega de otros afluentes. En el plan integral del Tajo se insiste en que para resolver este problema no sólo es preciso depurar más y mejor, sino incrementar el caudal del río para poder disponer de caudal suficiente para diluir la contaminación.
Según estudios realizados por la Universidad de Castilla-La Mancha, la calidad del agua del Tajo es buena arriba del embalse de Entrepeñas, regular aguas abajo de la toma del trasvase, y muy mala, es decir, contaminada desde la desembocadura del Jarama hasta Talavera (medición realizada por el índice BMWP).
Tal es el problema de la contaminación en el Tajo que, según Miguel Ángel Hernández, coordinador de Ecologistas en Acción de Castilla-La Mancha, hay un tramo del río, situado en las proximidades de Aranjuez y con una longitud de entre 10 y 20 kilómetros, que está 'literalmente muerto'. Esto se debe en gran parte a que dos terceras partes del caudal proceden de aguas depuradas.
Gran parte de los problemas relativos a la reducción del caudal es que el Tajo no tiene estipulado, con criterios técnicos, un caudal ecológico, como ha denunciado el presidente del Gobierno castellano-manchego, José María Barreda. Un ejemplo de esto son los caudales mínimos fijados para la localidad madrileña de Aranjuez (6 metros cúbicos por segundo) y Toledo (10). Según Barreda, en determinados momentos, sobre todo en verano, el río deja de fluir en algunos tramos, lo que provoca graves efectos en el ecosistema fluvial. Antes del trasvase, el caudal medio de Aranjuez era de 25-30 metros cúbicos por segundo.
La contaminación del Tajo en determinados tramos afecta a los usos del agua, incluido el destinado a los cultivos. De hecho, según Hernández, 'en el PHN se reconocía que, en algunas zonas, el agua ni siquiera era apta para el riego', señala. A esto han contribuido los vertidos de fertilizantes y plaguicidas, utilizados masivamente para sacar una mayor producción a los regadíos. Un informe del Centro Regional de Estudios del Agua (CREA), organismo dependiente de la universidad castellano-manchega y que fue publicado hace un año, pone de relieve los daños ecológicos causados por el uso de estos fertilizantes y productos fitosanitarios, así como por el vertido de aguas residuales con elevada carga orgánica procedente sobre todo de las industrias agroalimentarias.
Ante esta situación, la sociedad civil -vecinos, agricultores, partidos políticos de to-das las formaciones y hasta incluso colegios- de las localidades más afectadas han decidido crear plataformas para salvar la ribera del Tajo. Hasta el momento no han tenido mucho éxito en sus reivindicaciones pero no desesperan porque cada día se les une más y más gente y terminarán por escucharles.