Cádiz has been included in the european project of Tsunamis alert
Mon, 21/11/2005
La Unión Europea ha puesto en marcha el plan 'Transfer' para crear un Sistema de Alarma Comunitario Los científicos han presentado en Bruselas el programa de investigación
MANUEL CASTILLO/CÁDIZ
FRANJA COSTERA. Imagen actual de una de las zonas que recibió el azote del tsunami en 1755. / FRANCIS JIMÉNEZ
El 26 de diciembre de 2004 un tsunami con olas de 10 a 15 metros arrasó el sudeste asiático y causó más de cien mil muertos y desaparecidos. El 1 de noviembre de 1755, un terremoto con epicentro en el Cabo de San Vicente originó una serie de olas gigantes que en pocos minutos golpearon con violencia las murallas de la ciudad de Cádiz e inundaron el barrio de La Viña; desde Lisboa a Conil se contabilizaron decenas de miles de muertos.
En este periodo de 250 años entre ambas tragedias se registraron otros muchos tsunamis de menor magnitud pero que asolaron también costas de medio mundo. Hawai, Filipinas, Okynawa, Java o Sumatra son algunos ejemplos. Hay vestigios de la antigüedad que recuerdan también el azote repentino y a traición de tsunamis. Ya lo escribió el historiador latino Amiano Mercelino en el año 365 cerca de Alejandría: «El mar se retiró de modo que en el lodo se vieron muchas especies de animales. Después regresó cuando menos se esperaba. Grandes barcos que flotaban fueron arrojados a los tejados de las casas».
Sin embargo, nunca hasta 2004 un tsunami fue televisado a todos los rincones del mundo. Los avances tecnológicos y el auge de las grabaciones domésticas permitieron hace un año conocer la crudeza de las olas gigantes. Quizá por ello la comunidad internacional intenta desde entonces movilizarse para estar preparada ante una nueva ola improbable pero posible.
La Unión Europea ha puesto en marcha un proyecto denominado Transfer, considerado un plan específico de investigación con la participación de una treintena de científicos europeos y destinado a la realización de un mapa de inundaciones y a la localización de las zonas de alto riesgo en el litoral europeo, en el que están incluidas las costas del Golfo de Cádiz.
Un equipo integrado por técnicos de la Universidad de Cantabria y del Instituto Geográfico, Geológico y Oceanográfico ha presentado ya en Bruselas un proyecto para la ejecución de un mapa de inundaciones en Cádiz, Huelva y las Baleares, según confirmó el ingeniero y profesor de la Universidad de Cantabria, Mauricio González. Este grupo de trabajo incluye también a un departamento de la Universidad de Barcelona dedicado a investigar los derrumbes submarinos que se originan tras los seísmos y que originan el nueve por ciento de los tsunamis.
Este proyecto sólo requiere para su puesta en marcha el visto bueno final de Bruselas y tiene un plazo de ejecución de unos 30 meses. En este sentido, la propia Unesco, a través de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental, recomendó tras la reunión celebrada en París el pasado mes de marzo la puesta en marcha de una red de vigilancia en el Mediterráneo que permita detectar maremotos y calcular las zonas susceptibles de inundación y el tiempo de llegada del tsunami al litoral.
A nivel mundial, los científicos se encuentran inmersos en el debate sobre la urgencia y la efectividad de los centros de alerta de tsunamis. Actualmente está en funcionamiento el Centro de Alerta del Pacífico de Estados Unidos, integrado por 28 países que puntualmente recogen información desde todos los puntos del Pacífico.
El reto actualmente está en mejorar el nivel de eficacia de sus predicciones, ya que siete de cada diez alertas del centro resultaron ser falsas alarmas. Expertos consultados destacan las dificultades para predecir los tsunamis y su desarrollo y la desconfianza que genera en la población.
Además, otro escollo para los investigadores es el poco tiempo de reacción desde que se detecta el seísmo hasta que el tsunami llega a la costa. Por ejemplo, en el caso del maremoto de 1755, la ola gigante llegó al barrio de La Viña en menos de una hora. En aquellos tiempos era imposible evacuar a la población -lo único que pudo hacer el Gobernador Civil de entonces fue cerrar las murallas, decisión que salvó miles de vidas- y hoy, pese a los avances de la comunicación, se antoja muy complicado un protocolo tan rápido y sencillo que garantice la seguridad de la población.
MANUEL CASTILLO/CÁDIZ
FRANJA COSTERA. Imagen actual de una de las zonas que recibió el azote del tsunami en 1755. / FRANCIS JIMÉNEZ
El 26 de diciembre de 2004 un tsunami con olas de 10 a 15 metros arrasó el sudeste asiático y causó más de cien mil muertos y desaparecidos. El 1 de noviembre de 1755, un terremoto con epicentro en el Cabo de San Vicente originó una serie de olas gigantes que en pocos minutos golpearon con violencia las murallas de la ciudad de Cádiz e inundaron el barrio de La Viña; desde Lisboa a Conil se contabilizaron decenas de miles de muertos.
En este periodo de 250 años entre ambas tragedias se registraron otros muchos tsunamis de menor magnitud pero que asolaron también costas de medio mundo. Hawai, Filipinas, Okynawa, Java o Sumatra son algunos ejemplos. Hay vestigios de la antigüedad que recuerdan también el azote repentino y a traición de tsunamis. Ya lo escribió el historiador latino Amiano Mercelino en el año 365 cerca de Alejandría: «El mar se retiró de modo que en el lodo se vieron muchas especies de animales. Después regresó cuando menos se esperaba. Grandes barcos que flotaban fueron arrojados a los tejados de las casas».
Sin embargo, nunca hasta 2004 un tsunami fue televisado a todos los rincones del mundo. Los avances tecnológicos y el auge de las grabaciones domésticas permitieron hace un año conocer la crudeza de las olas gigantes. Quizá por ello la comunidad internacional intenta desde entonces movilizarse para estar preparada ante una nueva ola improbable pero posible.
La Unión Europea ha puesto en marcha un proyecto denominado Transfer, considerado un plan específico de investigación con la participación de una treintena de científicos europeos y destinado a la realización de un mapa de inundaciones y a la localización de las zonas de alto riesgo en el litoral europeo, en el que están incluidas las costas del Golfo de Cádiz.
Un equipo integrado por técnicos de la Universidad de Cantabria y del Instituto Geográfico, Geológico y Oceanográfico ha presentado ya en Bruselas un proyecto para la ejecución de un mapa de inundaciones en Cádiz, Huelva y las Baleares, según confirmó el ingeniero y profesor de la Universidad de Cantabria, Mauricio González. Este grupo de trabajo incluye también a un departamento de la Universidad de Barcelona dedicado a investigar los derrumbes submarinos que se originan tras los seísmos y que originan el nueve por ciento de los tsunamis.
Este proyecto sólo requiere para su puesta en marcha el visto bueno final de Bruselas y tiene un plazo de ejecución de unos 30 meses. En este sentido, la propia Unesco, a través de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental, recomendó tras la reunión celebrada en París el pasado mes de marzo la puesta en marcha de una red de vigilancia en el Mediterráneo que permita detectar maremotos y calcular las zonas susceptibles de inundación y el tiempo de llegada del tsunami al litoral.
A nivel mundial, los científicos se encuentran inmersos en el debate sobre la urgencia y la efectividad de los centros de alerta de tsunamis. Actualmente está en funcionamiento el Centro de Alerta del Pacífico de Estados Unidos, integrado por 28 países que puntualmente recogen información desde todos los puntos del Pacífico.
El reto actualmente está en mejorar el nivel de eficacia de sus predicciones, ya que siete de cada diez alertas del centro resultaron ser falsas alarmas. Expertos consultados destacan las dificultades para predecir los tsunamis y su desarrollo y la desconfianza que genera en la población.
Además, otro escollo para los investigadores es el poco tiempo de reacción desde que se detecta el seísmo hasta que el tsunami llega a la costa. Por ejemplo, en el caso del maremoto de 1755, la ola gigante llegó al barrio de La Viña en menos de una hora. En aquellos tiempos era imposible evacuar a la población -lo único que pudo hacer el Gobernador Civil de entonces fue cerrar las murallas, decisión que salvó miles de vidas- y hoy, pese a los avances de la comunicación, se antoja muy complicado un protocolo tan rápido y sencillo que garantice la seguridad de la población.