A death river
Sun, 04/03/2007
Las empresas aceituneras no invierten lo suficiente en tratar sus residuos. Huele mal. Parece denso. ¿Es agua contaminada? 'Yo sólo digo una cosa: aquí no hay ranas', asevera uno de los encargados de vigilar el agua en esta zona.
Ocho empresas aceituneras vierten aquí sus residuos procedentes del aderezo de las olivas. Además, no cuentan con sistemas de depuración, como deberían y así no asumen esta tarea como un coste de producción. Fuentes de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) aseguran que la empresa Aceituna Guadalquivir fue pillada in fraganti arrojando restos tóxicos al cauce y, después de ser expedientada, continuó haciéndolo.
La CHG ha asumido las competencias en materia de control de vertidos y depuración de aguas, que hasta ahora recaían sobre el Ayuntamiento moronense, gobernado por el PP, al que acusa de 'no evitar el cese de vertidos industriales'. Esta medida se ha tomado en España por primera vez, y ahora la CHG espera a que el Consistorio le remita las autorizaciones de vertidos al alcantarillado público concedidas para poder actuar.
Las denuncias que grupos ecologistas vienen lanzando desde hace tiempo han tenido así respuesta. Y es que el caldo marrón está compuesto principalmente por dos tipos de residuos: las aguas fecales de los más de 28.000 habitantes del municipio sevillano y los restos no depurados de ocho empresas aceituneras. Unos vertidos tóxicos e ilegales que contaminan el arroyo y llegan al Guadaira.
Además, la llegada de los residuos sólidos provenientes de las industrias conectadas a la red de saneamiento municipal ha llevado al fallo generalizado de la depuradora municipal, que costó seis millones de euros. Desde la Agencia del Agua aseguran que 'ninguna depuradora urbana está preparada para estos vertidos industriales'. Arreglarla supone otros tres millones, lo cual es inviable ahora mismo ante la 'infracción continuada' en que incur
ren las empresas, como denuncia la CHG. Es fácil observar cómo el agua que discurre por el cauce va cambiando su color. Antes de llegar al primer escollo humano, se ve limpia. Cuando tropieza con una tubería por donde salen aguas fecales urbanas no depuradas el líquido se enturbia y alcanza el tono más oscuro cuando se unen los restos del aderezo de aceituna.
Los vertidos tóxicos se componen de salmuera, sosa cáustica y lejía. Su nivel de pH -que indica la acidez del agua- es de 13 puntos (siendo 14 el máximo posible), según la Agencia del Agua. Elementos y extremos que agotan el oxígeno del agua; sin él, ni ranas ni peces. De hecho, según la CHG, en los más de 100 kilómetros de recorrido del río Guadaira, no hay vida.
Según el informe remitido por la CHG a la Fiscalía de Medio Ambiente, la industria aceitunera genera unos 300.000 metros cúbicos al año de residuos (el equivalente a 600 piscinas olímpicas). Un volumen tres veces mayor que su capacidad para tratarlos en las balsas de evaporación con que cuentan actualmente. El portavoz municipal, Antonio Ramírez, está de acuerdo en este punto. Pero asegura que han expedientado a las empresas y niega que se consientan los vertidos.
A los vecinos no parece importarles mucho quién tenga las competencias, lo que quieren es un río limpio: 'Alguien tiene que coger todo esto, ¡buena falta le hace!', clama un hombre junto a una de las zonas afectadas.
Ocho empresas aceituneras vierten aquí sus residuos procedentes del aderezo de las olivas. Además, no cuentan con sistemas de depuración, como deberían y así no asumen esta tarea como un coste de producción. Fuentes de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) aseguran que la empresa Aceituna Guadalquivir fue pillada in fraganti arrojando restos tóxicos al cauce y, después de ser expedientada, continuó haciéndolo.
La CHG ha asumido las competencias en materia de control de vertidos y depuración de aguas, que hasta ahora recaían sobre el Ayuntamiento moronense, gobernado por el PP, al que acusa de 'no evitar el cese de vertidos industriales'. Esta medida se ha tomado en España por primera vez, y ahora la CHG espera a que el Consistorio le remita las autorizaciones de vertidos al alcantarillado público concedidas para poder actuar.
Las denuncias que grupos ecologistas vienen lanzando desde hace tiempo han tenido así respuesta. Y es que el caldo marrón está compuesto principalmente por dos tipos de residuos: las aguas fecales de los más de 28.000 habitantes del municipio sevillano y los restos no depurados de ocho empresas aceituneras. Unos vertidos tóxicos e ilegales que contaminan el arroyo y llegan al Guadaira.
Además, la llegada de los residuos sólidos provenientes de las industrias conectadas a la red de saneamiento municipal ha llevado al fallo generalizado de la depuradora municipal, que costó seis millones de euros. Desde la Agencia del Agua aseguran que 'ninguna depuradora urbana está preparada para estos vertidos industriales'. Arreglarla supone otros tres millones, lo cual es inviable ahora mismo ante la 'infracción continuada' en que incur
ren las empresas, como denuncia la CHG. Es fácil observar cómo el agua que discurre por el cauce va cambiando su color. Antes de llegar al primer escollo humano, se ve limpia. Cuando tropieza con una tubería por donde salen aguas fecales urbanas no depuradas el líquido se enturbia y alcanza el tono más oscuro cuando se unen los restos del aderezo de aceituna.
Los vertidos tóxicos se componen de salmuera, sosa cáustica y lejía. Su nivel de pH -que indica la acidez del agua- es de 13 puntos (siendo 14 el máximo posible), según la Agencia del Agua. Elementos y extremos que agotan el oxígeno del agua; sin él, ni ranas ni peces. De hecho, según la CHG, en los más de 100 kilómetros de recorrido del río Guadaira, no hay vida.
Según el informe remitido por la CHG a la Fiscalía de Medio Ambiente, la industria aceitunera genera unos 300.000 metros cúbicos al año de residuos (el equivalente a 600 piscinas olímpicas). Un volumen tres veces mayor que su capacidad para tratarlos en las balsas de evaporación con que cuentan actualmente. El portavoz municipal, Antonio Ramírez, está de acuerdo en este punto. Pero asegura que han expedientado a las empresas y niega que se consientan los vertidos.
A los vecinos no parece importarles mucho quién tenga las competencias, lo que quieren es un río limpio: 'Alguien tiene que coger todo esto, ¡buena falta le hace!', clama un hombre junto a una de las zonas afectadas.