Desalination and nuclear energy

Tue, 29/05/2007

Expansión

Grandes regiones de España, el 31% del territorio nacional, están amenazadas de forma creciente por la erosión del suelo y la desertización, sobre todo, las áridas costas mediterráneas del sudeste. Las consecuencias económicas y ecológicas alcanzan progresivamente proporciones dramáticas.

El nuevo Plan Hidrológico Nacional votado en el Congreso el 21 de abril de 2005 ve la solución del déficit hidrológico en la forzada instalación de numerosas y geográficamente dispersas plantas de desalinización del agua del mar y no en los trasvases. Pese a que el concepto de trasvase es válido como gesto de solidaridad interregional, este cambio de perspectiva no carece de lógica.

La desalinización del agua del mar, disponible ilimitadamente, tiene la ventaja inestimable de producir nuevos recursos hidrológicos.

La desalinización a gran escala es una apremiante tarea futura.

El futuro de la humanidad se encuentra en el mar. El Gobierno, sea por transvase o por desalinización, parte de la necesidad de abastecer el sudeste con una cantidad de agua adicional anual de 1.000 hm3. Esta cantidad parece calculada ajustadamente. Se debe aceptar un aumento dinámico en el consumo de agua: cuanto más suba el calor, más agua se necesitará, además, la población en el sudeste crecerá y también su prosperidad.

Esta breve nota, como contribución a un debate ya abierto, intenta traer a discusión la opción de una solución conjunta a través de dos instalaciones nucleares off-shore de 600 MW cada una en grandes complejos integrales de energía y planta desalinizadora.

Se pretende demostrar que tales proyectos de cogeneración pueden ofrecer la solución óptima, bajo el ángulo económico, de seguridad de abastecimiento, climático y paisajístico, al problema hídrico español a largo plazo. Sin embargo, el artículo, corta y escrito desde la perspectiva de un no experto, es experimental y se presenta, más bien, como una invitación a su análisis por expertos. Un estudio más detallado se publicará en el próximo número de la revista 'Política Exterior'.

COMPLEJOS DE COGENERACIÓN

En la costa sudeste entre Alicante y Almería se dan, en bastantes lugares, a algunos kilómetros de la costa y con poca profundidad del agua (<25 m), las condiciones geográfico-marinas para la instalación de complejos de cogeneración energía-desalinización produciendo suficiente energía -suficiente también desde una perspectiva dinámica del futuro- para la desalinización y a la vez para el sistema de bombeo y distribución hasta el consumidor final (riego, industria, hogares).

El agua desalinizada se transportaría a través de tuberías a la costa. El consumo de energía "in situ" evitaría el -costoso- transporte de energía y la instalación de una extensa red de problemáticas torres de alta tensión. La necesidad de agua refrigerante para el generador estaría cubierta en el mismo sitio. La energía restante para el bombeo y distribución se conduciría a través de cables submarinos paralelos a las grandes tuberías, poniendo a disposición de la red pública el excedente.

El proyecto eliminaría dos contraindicaciones frecuentemente mencionadas contra la desalinización litoral: que la salmuera, vertida en el mar cercano a la costa destroce el ecosistema marítimo, y las molestias, inasumibles paisajísticamente, que suponen la instalación de plantas desalinizadoras cerca de la costa y sus indispensables líneas de alta tensión.

La desalinización del agua del mar requiere de gran intensidad energética. Las dos técnicas principales son la destilación a través de calor (multi-stage flash destillation, MSF), y el sistema de ósmosis inversa (RO). El MSF produce agua más limpia, pero necesita más energía, el sistema RO desala menos, pero es claramente más rentable. Sin embargo, las economías de escala en el sistema MFS ofrecen un mejor resultado, tanto que para un megaproyecto los costes de ambos métodos se asemejan. Desde el Gobierno se señala para las desalinizadoras previstas en el PHN, únicamente para la propia desalinización, la necesidad de instalar una capacidad de 350 MW, una previsión, por cierto, demasiado optimista. Sería más realista, si se incluyeran todos los costes y un desarrollo dinámico, prever una capacidad de, al menos, 1.000 MW. Esto supone alrededor de 3% de la potencia eléctrica instalada.

Hoy se reconoce en todos los países europeos que la generación de energía solo se puede basar en un sistema mixto. Se trata sobre todo de la combinación de energía fósil con formas de energía renovables. ¿Como seleccionar la forma de energía óptima para la desalinización a gran escala y las nuevas capacidades de generación de 1.000 MW necesarias? Una ampliación de la producción a base de energía fósil, gas y petróleo, traería a España más complicaciones derivadas del creciente encarecimiento de estas materias primas y del aumento de consumo en todo el mundo. La época de la energía barata no volverá. España depende extraordinariamente de la importación de materias primas fósiles y una tarea tan sensible energéticamente como la desalinización del agua de mar vinculada a la energía fósil, implicaría, necesariamente, nuevos riesgos al cálculo de los costes. Más importante es la relación entre generación de energía y política climática. Es indiscutible que las centrales energéticas convencionales, con sus emisiones de gases, son un factor importante en el proceso del cambio climático. Dado los compromisos de España suscritos en el protocolo de Kyoto y el estado bastante catastrófico de su incumplimiento -las cuentas para un pago gigante se presentarán en 2.012- cada ampliación de generación de energía sobre la base de material fósil es casi impracticable. Por el contrario, las actuales centrales nucleares ahorran en España 60 millones de toneladas de emisión de gases. Lo que convierte a la energía nuclear en la energía limpia por excelencia.

FIABILIDAD

La energía renovable es claramente la preferida del Gobierno.

Tanto la energía solar como la eólica ofrecen, al menos, a nivel local, importantes ventajas para la economía energética y medioambiental.

Desde el punto de vista de una energía mixta saludable son irrenunciables.

Sin embargo, ambas no son disponibles con fiabilidad en cualquier momento, y son caras de producir. Solo pueden existir con altas subvenciones. Los verdaderos costes de estas subvenciones se ocultan, frecuentemente por razones ideológicas. No se prestan como energía apropiada para grandes proyectos.

En la economía energética internacional se parte de que más tarde del 2030 la energía atómica será absolutamente irrenunciable.

En la actualidad la energía nuclear produce un 20-30 % más barato el coste de kWh que la energía fósil (2,5 céntimos euro/kWh).

Además por la presencia casi ilimitada del uranio en la naturaleza, las centrales nucleares ofrecen una gran seguridad respecto a su disponibilidad.

Los argumentos que tradicionalmente se alegan en contra de la energía nuclear se tienen que valorar bajo los desarrollos de las nuevas tecnologías y técnicas de seguridad, para sacarlos de la tradicional irracionalidad del debate nuclear. Nos encontramos hoy, sin duda ante, la "segunda era nuclear". El progreso en la construcción de centrales es asombroso. Hoy existe una nueva generación -la tercera- de plantas muy compactas con alta seguridad, que en caso de avería se apagan automáticamente. Estos reactores solamente emiten pocos m3 de basura de alta radiactividad al año (aprox. 5 m3 por 1.000 MW), el 0,5% de los residuos. Ya hasta ahora la estructura exterior de las centrales nucleares estaba diseñada para soportar accidentes extremos. Un reforzamiento de las estructuras de hormigón, por ejemplo, para soportar un atentado cometido por un avión de gran tamaño es perfectamente posible y el aumento de los costes de construcción estaría limitado, dado que el volumen de la zona del reactor que necesita protección particular es muy reducido (~2.000 m3). Es verdad que los grandes proyectos de centrales nucleares tienen altos costes de construcción, pero para calcular el coste por MW, se debe incluir también su larga vida útil, 40 a 60 años. El coste de capital se sitúa en unos 1.000 a 1.750 euros/kW (según lo que se incluya) y corresponde bastante al de una central convencional. (Los costes de inversión para una planta de energía eólica pueden alcanzar hasta los 5.000 euros/kW. Además, los proyectos eólicos tienen un máximo de 20 años de vida).