The alfalfa, an anonymous ally against the climatic change
Thu, 11/10/2007
Las cooperativas del Bajo Guadalquivir apuestan por un cultivo que ahorra abono y energía, es un valioso sumidero de CO2 y reduce la contaminación del agua
sevilla. Saber cómo reconvertir una zona agraria cuando deja de ser interesante el cultivo de determinados productos también es innovación. Precisamente en esto es en lo que están trabajando varias cooperativas del Bajo Guadalquivir con la ayuda de organismos dependientes de la Junta. Y es que con la reforma de la Política Agraria Común (PAC), las ayudas que recibían cultivos como el algodón o la remolacha han desaparecido y los han hecho poco rentables. Por ello, tanto instituciones públicas como privadas están sumergidas en la búsqueda de alternativas a la economía de la zona.
En este contexto, la alfalfa se ha erigido en un frente con mucho atractivo 'por las múltiples virtudes que reúne y que van desde su calidad como alimento animal hasta sus bondades medioambientales', asegura Tomás Carrera, director del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (Ifapa) de Los Palacios. 'Las políticas de la UE también son restrictivas con este cultivo pero, sin embargo, tiene características que le hacen defenderse mejor en rentabilidad', matiza.
Así, se trata de un producto competitivo que, además, contribuye a la lucha contra el cambio climático. 'Su eficacia territorial es incuestionable', defiende Antonio Sánchez Noriega, gerente de Agroquivir -agrupa a cuatro cooperativas del Bajo Guadalquivir-, puesto que para producir una tonelada de proteínas son necesarias 0,43 hectáreas frente a las 1,31 de, por ejemplo, la soja. Además, es el alimento que más proteínas, minerales y fibra digestiva aporta -sin estar modificado genéticamente como la soja o la colza-, lo que repercute en la salud de los animales y en la calidad de su carne y leche', explica Carrera.
Pero, por si esto fuera poco, también proporciona ventajas medioambientales. 'Sólo se siembra una vez cada cinco o seis años, con lo que el consumo de energía fósil es mínimo', aseguran. Asimismo, no necesita prácticamente de abonos al tener un sistema radicular profundo -de cinco o seis metros- que le permite extraer los minerales de las capas inferiores de la tierra. Se trata de un cultivo, a su vez, que, al poder vivir en ambientes pobres en nitrógeno, evita la necesidad de fertilizantes que contribuyen al efecto invernadero y a la contaminación del medio.
A esto se suma su capacidad para absorber más dióxido de carbono (CO2) que otras plantas, ya que vegeta el año entero 'frente a los tres meses de, por ejemplo, la soja o los guisantes'. Al tratarse de un cultivo permanente existe también un menor riesgo de escorrentías y de arrastre de la tierra por las precipitaciones, característica que, además, 'hace que aproveche todo el agua de la lluvia y que la necesidad de riego sea mucho menor', según el gerente de Agroquivir. En este sentido, Sánchez Noriega afirma que el cultivo de la alfalfa en el Bajo Guadalquivir es el más eficiente de España, puesto que 'para producir en torno a 17.000 kilogramos se necesita un aporte de 3.000 a 4.000 metros cúbicos de agua, mientras que en el Valle del Ebro se requieren unos 12.000 metros cúbicos'.
sevilla. Saber cómo reconvertir una zona agraria cuando deja de ser interesante el cultivo de determinados productos también es innovación. Precisamente en esto es en lo que están trabajando varias cooperativas del Bajo Guadalquivir con la ayuda de organismos dependientes de la Junta. Y es que con la reforma de la Política Agraria Común (PAC), las ayudas que recibían cultivos como el algodón o la remolacha han desaparecido y los han hecho poco rentables. Por ello, tanto instituciones públicas como privadas están sumergidas en la búsqueda de alternativas a la economía de la zona.
En este contexto, la alfalfa se ha erigido en un frente con mucho atractivo 'por las múltiples virtudes que reúne y que van desde su calidad como alimento animal hasta sus bondades medioambientales', asegura Tomás Carrera, director del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (Ifapa) de Los Palacios. 'Las políticas de la UE también son restrictivas con este cultivo pero, sin embargo, tiene características que le hacen defenderse mejor en rentabilidad', matiza.
Así, se trata de un producto competitivo que, además, contribuye a la lucha contra el cambio climático. 'Su eficacia territorial es incuestionable', defiende Antonio Sánchez Noriega, gerente de Agroquivir -agrupa a cuatro cooperativas del Bajo Guadalquivir-, puesto que para producir una tonelada de proteínas son necesarias 0,43 hectáreas frente a las 1,31 de, por ejemplo, la soja. Además, es el alimento que más proteínas, minerales y fibra digestiva aporta -sin estar modificado genéticamente como la soja o la colza-, lo que repercute en la salud de los animales y en la calidad de su carne y leche', explica Carrera.
Pero, por si esto fuera poco, también proporciona ventajas medioambientales. 'Sólo se siembra una vez cada cinco o seis años, con lo que el consumo de energía fósil es mínimo', aseguran. Asimismo, no necesita prácticamente de abonos al tener un sistema radicular profundo -de cinco o seis metros- que le permite extraer los minerales de las capas inferiores de la tierra. Se trata de un cultivo, a su vez, que, al poder vivir en ambientes pobres en nitrógeno, evita la necesidad de fertilizantes que contribuyen al efecto invernadero y a la contaminación del medio.
A esto se suma su capacidad para absorber más dióxido de carbono (CO2) que otras plantas, ya que vegeta el año entero 'frente a los tres meses de, por ejemplo, la soja o los guisantes'. Al tratarse de un cultivo permanente existe también un menor riesgo de escorrentías y de arrastre de la tierra por las precipitaciones, característica que, además, 'hace que aproveche todo el agua de la lluvia y que la necesidad de riego sea mucho menor', según el gerente de Agroquivir. En este sentido, Sánchez Noriega afirma que el cultivo de la alfalfa en el Bajo Guadalquivir es el más eficiente de España, puesto que 'para producir en torno a 17.000 kilogramos se necesita un aporte de 3.000 a 4.000 metros cúbicos de agua, mientras que en el Valle del Ebro se requieren unos 12.000 metros cúbicos'.