Evidence of climate change
Sun, 04/11/2007
Al Gore vino y se fue. Pero el cambio climático está aquí y ha venido para quedarse, según coinciden ya muchos expertos. Con ocasión de la presentación en Valencia del informe de síntesis del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), las organizaciones ecologistas han llamado a los españoles a quedarnos a oscuras cinco minutos a partir de las ocho de la tarde del próximo día 15 para rebelarnos contra el cambio climático. Pero cinco minutos no bastan. Son necesarias acciones diarias, puesto que de seguir la tendencia actual las consecuencias serán desastrosas. Esas las desgranará el IPCC en su informe, pero las que ya estamos sintiendo y las que hemos vivido sin caer en la cuenta nos las brindan la propia naturaleza y nuestro entorno cada día. La primavera se está adelantando, la caída de la hoja se retrasa y las migraciones de aves empiezan a no seguir pautas conocidas. La migración de las aves era precisamente uno de los acontecimientos que marcaban el paso de las estaciones, preconizando un frío o largo invierno o la esperanza de la próxima primavera. Ahora, simplemente, sus nuevos hábitos desconciertan, al tiempo que han dejado obsoleta buena parte del refranero español. Amarillo sobre verde «Por San Blas, la cigüeña verás». Pero las cigüeñas ya no se van, sino que pasan todo el año en los campanarios, atalayas privilegiadas para apreciar estos cambios. Porque a vista de pájaro, o de satélite, las variaciones también son apreciables. Los mapas hechos por satélite están dominados cada vez más por los ocres y amarillos, que denotan aridez y sequía, unos colores que avanzan de sur a norte y que en el caso de España llegan a su máxima expresión, casi sin diferencia con el norte de África. No son sólo impresiones, sino que están avaladas por datos científicos. «Los datos están ahí, y los primeros impactos también», dice a ABC convencido Arturo Gonzalo Aizpiri, secretario general para la Contaminación y el Cambio Climático. «España se está calentando más deprisa que otras partes del mundo», apunta Mar Asunción, responsable de Cambio Climático de Adena. Las temperaturas en nuestro país han aumentado en 1,5 grados centígrados desde la Revolución Industrial, el doble que a nivel mundial, donde el aumento ha sidode 0,74 grados. Además, matiza Aizpiri, «es una tendencia sostenida en el promedio de observatorios españoles». Y que fue confirmada este mismo año por un macroestudio elaborado por el Centro de Ecología e Hidrología de Reino Unido: España tiene ahora 23 días más de calor al año que hace tres décadas, la primavera se ha adelantado dos semanas y el otoño tarda en llegar nueve días más. Aumento del nivel del mar En cuanto al nivel del mar, y en el mismo periodo de tiempo, éste ha subido entre 2,5 y 3 milímetros cada año, si bien «en las últimas décadas el aumento ha sido más notable». A nivel global, la subida ha estado entre 16 y 18 centímetros en el último siglo y medio. En España, la mayor subida del nivel del mar se ha registrado en la costa norte, «con una marcada reducción en las playas confinadas y un retroceso de los frentes de dunas y acantilados blandos», explica Arturo Gonzalo Aizpiri. En el este y el sur del país, «la tendencia es mucho menos marcada y se aprecia una mayor estabilidad». Por su parte, el ritmo de la erosión se ha acelerado en la costa mediterránea, el golfo de Cádiz y algo menos en la costa del Cantábrico. Para Raquel Montón, responsable de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace, la mayor evidencia del calentamiento en nuestro país es la pérdida de superficie glaciar pirenaica, que ha pasado de 1.779 hectáreas en 1894 a sólo 290 en el año 2000, lo que representa una pérdida del 85 por ciento. Es más, sólo el Glaciar del Aneto, en el Pirineo aragonés, ha perdido una quinta parte de su volumen en los últimos diez años. «Puede verse a simple vista —añade Montón—, no hace falta ser científico ni realizar mediciones». Y esta regresión continúa, por lo que desde Greenpeace advierten de que probablemente antes de 2050 hablar de glaciares en España sea remontarse al pasado. Los anfibios se resienten El presente en los ecosistemas terrestres viene marcado por adelantos en el periodo de floración de las plantas y el desplazamiento de las especies hacia el Norte y zonas más altas. Así, por ejemplo, en toda la zona del macizo del Montseny, en Cataluña, se está produciendo una sustitución de la vegetación de ecosistemas templados (hayedos) por vegetación mediterránea (encinares), según explica Arturo Gonzalo. Lo mismo está ocurriendo en el macizo de Peñalara, en la sierra de Guadarrama, donde los pastos están dejando paso a los arbustos —aquí la subida de las temperaturas también está diezmando a los anfibios, como el sapo partero—. Y es que se está produciendo una verdadera «carrera» por el agua, porque se está dando «una crisis hídrica importante», advierte el secretario para el Cambio Climático. Los datos que su departamento maneja se refieren a un descenso significativo de las aportaciones medias anuales, que en las cuencas del Sur, Sureste, Guadalquivir y Júcar se cifran en más de un 20 por ciento en el último siglo. Menos agua en tierra, pero también menos la que llega al mar, que también sufre ya los efectos del calentamiento. Sólo en el Mediterráneo, donde la tasa de aumento de temperatura promedio era de 1 grado cada 25 años, se ha pasado a episodios de incremento de un grado sobre la temperatura habitual de 26,5 cada tres o cuatro años. Es más, sólo en julio del año pasado la temperatura aumentó en diferentes puntos del Mediterráneo catalán y balear hasta 8 grados, pasando de 22 a 30 grados en dos semanas. Un verdadero «caldo», ideal para las medusas, que en los últimos veranos invaden de forma recurrente nuestras playas. Las aguas gallegas se calientan En Galicia, por ejemplo, la temperatura media de las aguas superficiales ha aumentado 1 grado en los últimos 40 años, según un estudio del Instituto de Investigaciones Marinas. Así, frente a las Rías Bajas, a menos de 50 millas mar adentro, la temperatura media anual del agua ha pasado de 15,22 en 1960 a 16,16 en 2006. El aumento de la temperatura, matiza el estudio, ha sido especialmente importante en los últimos 30 años, con un incremento medio de 0,27 grados por década. Esto no afecta por igual a todo el océano Atlántico ibérico. Lo cierto es que el aumento es mayor cuanto más al norte nos desplazamos. Así, el incremento medio de temperatura a 50 millas del Cabo de San Vicente (Portugal) ha sido de 0,19 grados por década. Este calentamiento, junto al cambio de las corrientes y a la sobrepesca, está afectando a la abundacia de anchoas y sardinas en aguas gallegas, según se afirma en el citado estudio, puesto que las temperaturas condicionan la intensidad del afloramiento y la proliferación del plancton, que constituye su alimento. Todo esto ya está aquí, son las huellas que ya ha dejado el cambio climático en nuestro territorio. Pero eso no significa que haya que resignarse, porque si lo hacemos y seguimos actuando como hasta ahora los veranos en el interior de la Península ibérica, por ejemplo, serán entre 6 y 8 grados más calurosos, unas temperaturas que se reducirían a la mitad si se opta por «una respuesta rápida y efectiva para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero», asegura Arturo Gonzalo Aizpiri. Por tanto, ahorre energía, pero no sólo el próximo día 15, cuando estamos llamados a apagar las luces, sino todos los días del año.