The biggest festival of water on earth
Thu, 12/06/2008
Muchos pensadores de todas las culturas y sabidurías han tenido al agua como motivo de reflexión.
Cruzando el umbral de Expo Zaragoza 2008, cuyo lema central es "la mayor fiesta del agua en la Tierra", conviene aminorar por un momento el ritmo de la fiesta y de la celebración para pensar sobre el agua con placer y con sosiego, también para que el agua misma nos contemple y dialogue con nosotros.
Muchos pensadores han tenido al agua como motivo de reflexión. Seis siglos antes de nuestra era, Tales de Mileto , el primer filósofo oficial del pensamiento occidental, afirmó que el elemento constitutivo último del universo es el agua. Recogiendo la sabiduría egipcia y mesopotámica anterior, observó que las cosechas, las nubes, las estaciones y la vida misma dependían radicalmente del agua, y concluyó que sin agua el mundo dejaría de ser mundo. Un siglo más tarde, Heráclito de Éfeso vio en la permanente sucesión del agua en un río una magnífica imagen para comprender que la realidad es puro fluir, incesante devenir. Y
Hegel , ya en el siglo XIX, compara el lenguaje con el agua como elementos catalizadores presentes en el mundo.
SIN EMBARGO, no hace falta ser un sabio consagrado para conocer el valor primordial del agua. Pulula por Internet una carta de Seattle , jefe de la tribu suwamish, como respuesta a la oferta de compra de las tierras del pueblo suwamish que en 1854 le había enviado el presidente estadounidense, Franklin Pierce . A aquel jefe indio le parecía inconcebible que el cielo o el calor de la tierra, la frescura del aire o del agua pudiesen ser objeto de compraventa para alguien, pues forman parte de la memoria de un pueblo y de una colectividad. Para aquel jefe indio, la unión entre los seres humanos y la naturaleza es parecida a la de la savia que recorre los árboles del bosque. Por eso mismo, el agua de cada río y de cada embalse no solo es agua, sino la sangre misma de los antepasados, de tal forma que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran hechos de la vida de su pueblo. El murmullo del agua, die el jefe Seattle, es la voz del padre de mi padre.
Efectivamente, el agua del mundo es la vida de todos los seres vivos que han surgido en la Tierra. El agua de una comarca o de una ciudad es la vida entera del pueblo que la habita. Solemos medirla por litros o por metros cúbicos, pero el agua pertenece también a otra dimensión, inconmensurable, de la vida, donde es compañera inseparable de la sed, del trabajo, de la limpieza, del juego y del ocio. No nos es posible sobrevivir sin aire y sin agua, y por eso nunca deberíamos negociar con ella, pues hemos de tratarla con el corazón, como tratamos a nuestras madres.
EL AGUA nos mantiene con vida y en la vida, por lo que deberíamos tenerle siempre gratitud y respeto. Si no lo hacemos, nos estamos condenando a nosotros mismos al menoscabo y la decadencia. Un río contaminado nos priva de buena salud. Si mercantilizamos el agua de nuestra tierra, estamos vendiendo nuestra propia alma. Si seguimos causando estragos en la naturaleza, los hijos de nuestros hijos se preguntarán por qué sufrimos semejante alienación como humanos, hijos de la tierra, mientras ellos beben solo agua mineral en botellas de plástico. Maltratar el agua es maltratarnos a nosotros mismos.
El agua no es de nadie, y nadie puede apropiarse de ella como tampoco reclamarla. Somos nosotros los que pertenecemos a ella. Estamos muy acostumbrados a creernos el ombligo del universo y a pensar que cuanto hay en el planeta está para nuestro exclusivo uso y disfrute.
Sin embargo, no dejamos de ser también un producto casual más dentro del proceso evolutivo ocurrido en un planeta surgido hace miles de millones de años. El agua permitió la aparición de la vida, pero si seguimos infligiendo graves daños y deterioros al agua de la Tierra, estos daños acabarán padeciéndolos sobremanera los hijos de nuestros hijos. El agua sufrirá nuestros desmanes, pero finalmente se sublevará: acabará con todos aquellos a quienes dio vida.
El agua está de fiesta en Zaragoza. Expo Zaragoza 2008 ha de ser un homenaje al elemento de la Tierra que nos nutre, vivifica y limpia. De paso, podemos recibir del agua una magnífica lección más: al igual que ella, tan moldeable a cualquier receptáculo que encuentre, podemos ir eliminando de nuestras vidas la intransigencia y el sectarismo. Si más del 60% de la masa corporal de un adulto humano es agua, podríamos ser, como ella, más transparentes los unos con los otros, de tal forma que los hijos de nuestros hijos pudiesen ver un mundo más limpio, libre, justo y coherente a través de todos nosotros. Deberíamos ser más agua.
Cruzando el umbral de Expo Zaragoza 2008, cuyo lema central es "la mayor fiesta del agua en la Tierra", conviene aminorar por un momento el ritmo de la fiesta y de la celebración para pensar sobre el agua con placer y con sosiego, también para que el agua misma nos contemple y dialogue con nosotros.
Muchos pensadores han tenido al agua como motivo de reflexión. Seis siglos antes de nuestra era, Tales de Mileto , el primer filósofo oficial del pensamiento occidental, afirmó que el elemento constitutivo último del universo es el agua. Recogiendo la sabiduría egipcia y mesopotámica anterior, observó que las cosechas, las nubes, las estaciones y la vida misma dependían radicalmente del agua, y concluyó que sin agua el mundo dejaría de ser mundo. Un siglo más tarde, Heráclito de Éfeso vio en la permanente sucesión del agua en un río una magnífica imagen para comprender que la realidad es puro fluir, incesante devenir. Y
Hegel , ya en el siglo XIX, compara el lenguaje con el agua como elementos catalizadores presentes en el mundo.
SIN EMBARGO, no hace falta ser un sabio consagrado para conocer el valor primordial del agua. Pulula por Internet una carta de Seattle , jefe de la tribu suwamish, como respuesta a la oferta de compra de las tierras del pueblo suwamish que en 1854 le había enviado el presidente estadounidense, Franklin Pierce . A aquel jefe indio le parecía inconcebible que el cielo o el calor de la tierra, la frescura del aire o del agua pudiesen ser objeto de compraventa para alguien, pues forman parte de la memoria de un pueblo y de una colectividad. Para aquel jefe indio, la unión entre los seres humanos y la naturaleza es parecida a la de la savia que recorre los árboles del bosque. Por eso mismo, el agua de cada río y de cada embalse no solo es agua, sino la sangre misma de los antepasados, de tal forma que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran hechos de la vida de su pueblo. El murmullo del agua, die el jefe Seattle, es la voz del padre de mi padre.
Efectivamente, el agua del mundo es la vida de todos los seres vivos que han surgido en la Tierra. El agua de una comarca o de una ciudad es la vida entera del pueblo que la habita. Solemos medirla por litros o por metros cúbicos, pero el agua pertenece también a otra dimensión, inconmensurable, de la vida, donde es compañera inseparable de la sed, del trabajo, de la limpieza, del juego y del ocio. No nos es posible sobrevivir sin aire y sin agua, y por eso nunca deberíamos negociar con ella, pues hemos de tratarla con el corazón, como tratamos a nuestras madres.
EL AGUA nos mantiene con vida y en la vida, por lo que deberíamos tenerle siempre gratitud y respeto. Si no lo hacemos, nos estamos condenando a nosotros mismos al menoscabo y la decadencia. Un río contaminado nos priva de buena salud. Si mercantilizamos el agua de nuestra tierra, estamos vendiendo nuestra propia alma. Si seguimos causando estragos en la naturaleza, los hijos de nuestros hijos se preguntarán por qué sufrimos semejante alienación como humanos, hijos de la tierra, mientras ellos beben solo agua mineral en botellas de plástico. Maltratar el agua es maltratarnos a nosotros mismos.
El agua no es de nadie, y nadie puede apropiarse de ella como tampoco reclamarla. Somos nosotros los que pertenecemos a ella. Estamos muy acostumbrados a creernos el ombligo del universo y a pensar que cuanto hay en el planeta está para nuestro exclusivo uso y disfrute.
Sin embargo, no dejamos de ser también un producto casual más dentro del proceso evolutivo ocurrido en un planeta surgido hace miles de millones de años. El agua permitió la aparición de la vida, pero si seguimos infligiendo graves daños y deterioros al agua de la Tierra, estos daños acabarán padeciéndolos sobremanera los hijos de nuestros hijos. El agua sufrirá nuestros desmanes, pero finalmente se sublevará: acabará con todos aquellos a quienes dio vida.
El agua está de fiesta en Zaragoza. Expo Zaragoza 2008 ha de ser un homenaje al elemento de la Tierra que nos nutre, vivifica y limpia. De paso, podemos recibir del agua una magnífica lección más: al igual que ella, tan moldeable a cualquier receptáculo que encuentre, podemos ir eliminando de nuestras vidas la intransigencia y el sectarismo. Si más del 60% de la masa corporal de un adulto humano es agua, podríamos ser, como ella, más transparentes los unos con los otros, de tal forma que los hijos de nuestros hijos pudiesen ver un mundo más limpio, libre, justo y coherente a través de todos nosotros. Deberíamos ser más agua.