They Associate the annual level of rainfall with the autism
Tue, 04/11/2008
Los niños que viven en regiones con altos niveles anuales de precipitaciones parecen más propensos a tener tasas de prevalencia de autismo más altas, según un estudio de la Universidad de Cornell en Ithaca (Estados Unidos) que se publica en la revista 'Archives of pediatrics & Adolescent Medicine'. Los resultados plantean la posibilidad de que las precipitaciones sean un desencadenante ambiental del autismo y puedan afectar genéticamente a los niños vulnerables.
Los investigadores obtuvieron las tasas de prevalencia del autismo de agencias estatales y regionales de los niños nacidos en California, Oregón y Washington entre 1987 y 1999. Mediante el uso de informaciones diarias de precipitaciones proporcionadas por el Centro de Datos Climáticos Nacionales, los autores calcularon la media de lluvias anuales por condado entre 1987 y 2001, que abarca el periodo temporal en el que los niños estaban en edad escolar.
Los resultados mostraban que las tasas de prevalencia de autismo para los niños en edad escolar en California, Oregón y Washington en 2005 estaban asociadas positivamente con la cantidad de precipitaciones que recibieron estas regiones entre 1987 y 2001. En el caso de Oregón y California, la prevalencia del autismo era mayor en los niños nacidos que experimentaron lluvias más fuertes cuando tenían menos de 3 años. Esto se corresponde, según los autores, con el tiempo en el que los síntomas del autismo suelen aparecer y cuando puede estar presente cualquier factor ambiental posterior al nacimiento.
Según señalan los investigadores, existen posibles explicaciones para esta asociación positiva. Las lluvias podrían estar asociadas con más actividades en el interior de los hogares como ver televisión y vídeo, que afectan a la conducta y al desarrollo cognitivo. La mayor cantidad de tiempo pasado en casa también podría exponer a los niños a más daños químicos, como los que se encuentran en los productos de limpieza, o menos exposición a la luz solar, que ayuda al organismo a producir vitamina D.
Sin embargo, los investigadores señalan que también existe la posibilidad de que las lluvias por sí mismas estén directamente implicadas, así apuntan a la posibilidad de que existan componentes químicos en la atmósfera superior que sean transportados a la superficie mediante la lluvia.
Según los autores, estos resultados son preliminares puesto que no existen evidencias clínicas directas de que exista un detonador ambiental para el autismo asociado con las lluvias. No obstante, adelantan que seguirán estudiando si este factor desencadenante existe.
Los investigadores obtuvieron las tasas de prevalencia del autismo de agencias estatales y regionales de los niños nacidos en California, Oregón y Washington entre 1987 y 1999. Mediante el uso de informaciones diarias de precipitaciones proporcionadas por el Centro de Datos Climáticos Nacionales, los autores calcularon la media de lluvias anuales por condado entre 1987 y 2001, que abarca el periodo temporal en el que los niños estaban en edad escolar.
Los resultados mostraban que las tasas de prevalencia de autismo para los niños en edad escolar en California, Oregón y Washington en 2005 estaban asociadas positivamente con la cantidad de precipitaciones que recibieron estas regiones entre 1987 y 2001. En el caso de Oregón y California, la prevalencia del autismo era mayor en los niños nacidos que experimentaron lluvias más fuertes cuando tenían menos de 3 años. Esto se corresponde, según los autores, con el tiempo en el que los síntomas del autismo suelen aparecer y cuando puede estar presente cualquier factor ambiental posterior al nacimiento.
Según señalan los investigadores, existen posibles explicaciones para esta asociación positiva. Las lluvias podrían estar asociadas con más actividades en el interior de los hogares como ver televisión y vídeo, que afectan a la conducta y al desarrollo cognitivo. La mayor cantidad de tiempo pasado en casa también podría exponer a los niños a más daños químicos, como los que se encuentran en los productos de limpieza, o menos exposición a la luz solar, que ayuda al organismo a producir vitamina D.
Sin embargo, los investigadores señalan que también existe la posibilidad de que las lluvias por sí mismas estén directamente implicadas, así apuntan a la posibilidad de que existan componentes químicos en la atmósfera superior que sean transportados a la superficie mediante la lluvia.
Según los autores, estos resultados son preliminares puesto que no existen evidencias clínicas directas de que exista un detonador ambiental para el autismo asociado con las lluvias. No obstante, adelantan que seguirán estudiando si este factor desencadenante existe.