The rivers spill in the sea less fresh water than a half century
Thu, 23/04/2009
Algunos de los ríos más caudalosos del mundo, incluidos el Ganges, el Níger, el Congo y el Huang-ho, han reducido de forma considerable su caudal en los últimos 50 años debido a los usos intensivos del agua, como la construcción de diques, los regadíos y otros aprovechamientos humanos, pero cada vez más por factores vinculados al cambio climático, como un aumento de la evaporación y un descenso de las lluvias regionales. Esto es al menos lo que sostiene un detallado análisis del Centro de Investigación Atmosférica de Estados Unidos (NCAR) que se publica esta semana en el Journal of Climate de la sociedad meteorológica norteamericana. Aunque no se trata de una tendencia común a todo el planeta, los autores del trabajo advierten de que algunos de los ríos más afectados abastecen justamente áreas muy pobladas o con un gran crecimiento demográfico.
"Un caudal reducido aumenta la presión sobre los recursos de agua dulce en gran parte del mundo, especialmente en aquellos con una mayor demanda", indica el coordinador del estudio, Aiguo Dai, hidrólogo del NCAR, en Boulder (Colorado). "Al ser el agua dulce un recurso vital, las tendencias a la baja son motivo de preocupación", añade.
El equipo de Dai consultó --o modelizó, cuando no había datos suficientes-- los registros del caudal de 925 grandes ríos entre 1948 y el 2004, responsables al 75% de las escorrentías mundiales. De los 200 mayores, halló cambios significativos en un tercio, aunque eran más del doble los que perdían caudal de forma significativa (45) que los que lo ganaban (19). Por significativo, el estudio entiende una variación del 5% en todo el periodo.
Todos los océanos mantienen la misma pauta, aunque con variaciones importantes. El agua dulce que los ríos vierten al Pacífico se ha reducido en un 6% (526 kilómetros cúbicos anuales), equivalente al volumen de agua que fluye por el Misisipí. Un ejemplo negativo es el del Columbia, cuyo caudal es ahora un 14% inferior al de 1948 debido en gran parte a una reducción en las precipitaciones y un aumento en el consumo de agua en el noroeste de Estadps Unidos. También han perdido agua el Amur y el Mekong, ambos en Asia.
En el caso del Índico, el descenso es de aproximadamente el 3% (140 kilómetros cúbicos). El Ganges pierde agua de forma acusada, pero en el caso del Irrawaddy y el Brahmaputra el retroceso es marginal. En el Atlántico, el balance es ligeramente negativo, puesto que los grandes aumentos del Paraná y el Misisipí se compensan con el espectacular retroceso del Congo y el Níger y también, en menor medida, del Amazonas. El Misisipí lleva el 22% más de agua debido a un aumento de las precipitaciones en el medio oeste estadounidense. El Ebro figura en el mapa con una ligera disminución.
La única región en la que se aprecia un aumento del caudal aportado por los ríos es el Ártico, concretamente el 10% (460 kilómetros cúbicos), y el motivo es la fusión de los glaciares y el permafrost siberiano. Los investigadores no se pronuncian al respecto, pero los efectos que este proceso puede tener sobre la corriente del Golfo son un elemento recurrente en la ciencia ficción.
"De continuar el cambio climático, es probable que veamos mayores impactos en muchos ríos y en recursos acuíferos", concluye Kevin Trenberth, también del NCAR. Además, y aunque la lluvia se mantenga estable, hay indicios de que se está adelantando la primavera y la fusión de los hielos en el hemisferio septentrional, lo que también tiene un efecto en el ciclo hidrológico.
"Un caudal reducido aumenta la presión sobre los recursos de agua dulce en gran parte del mundo, especialmente en aquellos con una mayor demanda", indica el coordinador del estudio, Aiguo Dai, hidrólogo del NCAR, en Boulder (Colorado). "Al ser el agua dulce un recurso vital, las tendencias a la baja son motivo de preocupación", añade.
El equipo de Dai consultó --o modelizó, cuando no había datos suficientes-- los registros del caudal de 925 grandes ríos entre 1948 y el 2004, responsables al 75% de las escorrentías mundiales. De los 200 mayores, halló cambios significativos en un tercio, aunque eran más del doble los que perdían caudal de forma significativa (45) que los que lo ganaban (19). Por significativo, el estudio entiende una variación del 5% en todo el periodo.
Todos los océanos mantienen la misma pauta, aunque con variaciones importantes. El agua dulce que los ríos vierten al Pacífico se ha reducido en un 6% (526 kilómetros cúbicos anuales), equivalente al volumen de agua que fluye por el Misisipí. Un ejemplo negativo es el del Columbia, cuyo caudal es ahora un 14% inferior al de 1948 debido en gran parte a una reducción en las precipitaciones y un aumento en el consumo de agua en el noroeste de Estadps Unidos. También han perdido agua el Amur y el Mekong, ambos en Asia.
En el caso del Índico, el descenso es de aproximadamente el 3% (140 kilómetros cúbicos). El Ganges pierde agua de forma acusada, pero en el caso del Irrawaddy y el Brahmaputra el retroceso es marginal. En el Atlántico, el balance es ligeramente negativo, puesto que los grandes aumentos del Paraná y el Misisipí se compensan con el espectacular retroceso del Congo y el Níger y también, en menor medida, del Amazonas. El Misisipí lleva el 22% más de agua debido a un aumento de las precipitaciones en el medio oeste estadounidense. El Ebro figura en el mapa con una ligera disminución.
La única región en la que se aprecia un aumento del caudal aportado por los ríos es el Ártico, concretamente el 10% (460 kilómetros cúbicos), y el motivo es la fusión de los glaciares y el permafrost siberiano. Los investigadores no se pronuncian al respecto, pero los efectos que este proceso puede tener sobre la corriente del Golfo son un elemento recurrente en la ciencia ficción.
"De continuar el cambio climático, es probable que veamos mayores impactos en muchos ríos y en recursos acuíferos", concluye Kevin Trenberth, también del NCAR. Además, y aunque la lluvia se mantenga estable, hay indicios de que se está adelantando la primavera y la fusión de los hielos en el hemisferio septentrional, lo que también tiene un efecto en el ciclo hidrológico.