Experts warn that the climatic change creates more aggresive weathers with the coast
Sun, 30/05/2010
La revisión del plan hidrológico de la cuenca del Júcar, que por primera vez incluirá la regulación de las aguas costeras, incluye como tema importante las medidas de protección a adoptar para minimizar la afección ambiental de los fenómenos meteorológicos extremos y el incremento del nivel del mar por efecto del cambio climático.
La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) recoge que «el aumento del nivel medio del mar no es el único efecto del cambio climático y advierte de que «también se ha constatado que las características de las tormentas están cambiando, no sólo en la altura de la ola, sino en la duración de la misma, y en el número de veces que éstas suceden». Y la conclusión es clara: «Todo esto está provocando que los temporales sean cada vez más agresivos con el litoral».
Almassora sabe bien a qué se refiere esta advertencia. De diciembre a marzo pasados, la zona de playa de la localidad de La Plana Alta sufrió siete temporales marítimos que obligaron a cortar otras tantas veces el tráfico rodado por el muro, una situación que desató la indignación y la resignación entre los residentes.
La reacción del equipo de gobierno fue reclamar una actuación urgente que paliase los efectos de los reiterados temporales. «Esperamos que la actuación extraordinaria aprobada por el Consejo de Ministros el pasado 29 de enero frene, al menos provisionalmente, la fuerza con la que el oleaje golpea nuestro litoral en su tramo central», declaró el concejal de Playas, Vicente Bernat.
El documento con el que ha trabajado el organismo de cuenca cotempla otros fenómenos que pueden perjudicar a las zonas costeras, donde se concentra la mayor parte de población y se sitúan grandes recursos económicos vinculados al turismo y a la actividad portuaria, como «la variación de la dirección de las corrientes marinas, debidas al cambio de densidades de las masas de aguas inducidas por el cambio climático, que podría producir un retroceso o avance de la línea de playa dependiendo de la naturaleza de misa». Y, por último, advierten de que la entrada de aguas salinas en ciertas zonas también puede ocasionar «un incremento en la salinización de los acuíferos próximos a la costa».
Y la situación puede agravarse si se confirman las predicciones de diversos estudios que auguran que «para las próximas décadas la temporada de lluvia puede quedar reducida a los meses de enero y febrero, y además con episodios más violentos». El catedrático de Geografía Eugenio Burriel o Jorge Olcina, del departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física de la Universidad de Alicante, coinciden en este análisis. Olcina ha alertado en diversos foros que «la cuenca del Mediterráneo es una región-riesgo frente a los peligros de la naturaleza».
Vicente Martínez, profesor del departamento de Matemáticas de la Universitat Jaume I y que trabaja en modelos de dinámica litoral, defiende la necesidad de «desarrollar modelos que permitan simular el comportamiento de las corrientes, el movimiento de sedimentos y prever la dinámica del litoral, ya que serían muy útiles para mejorar la ubicación de los emisarios, adecuar el tiempo de emisión con las corrientes así como observar el lugar y la forma idónea de colocación de los espigones o cualquier otra actuación que consiga retener la arena de forma óptima».
Y es que además de los peligros naturales en forma de fenómenos meteorológicos extremos, el litoral castellonense se enfrenta a la reducción de la aportación de arenas y sedimentos que garantizan la estabilidad de las playas. La urbanización de la costa y las obras de ingeniería como puertos y paseos marítimos interrumpen la circulación de sedimentos norte-sur que mantienen el equilibrio de las playas además de destruir los cordones dunares que fijan la arena. Los ríos -en el caso de Castellón, fundamentalmente el Ebro y en menor medida el Millars- tampoco aportan los sedimentos necesarios para regenerar el litoral de forma natural por la construcción de embalses y el mayor aprovechamiento en regadíos.
A pesar del panorama dibujado, todavía hay soluciones. El profesor de la Jaume I insiste en utilizar los modelos matemáticos de dinámica litoral para definir «qué actuaciones serían idóneas para retener la mayor cantidad de arena posible, por medio de espigones a nivel del mar o submarinos sin interferir en lo posible en el ecosistema».
El profesor Burriel propone «evitar toda nueva ocupación del terreno del mar y de destrucción de dunas litorales», regenerar el cordón dunar donde sea posible y garantizar los aportes de arena «pero no directamente en la playa emergida, sino donde debería haber llegado, a la desembocadura de los ríos, para que el mar la redistribuya en equilibrio con la dinámica litoral». El agua del mar invade la carretera que bordea el muro, en el playa de Almassora, una imagen que cada vez se repite con más frecuencia.
Greenpeace dirige su mirada hacia el litoral todos los años con la presentación de su informe anual 'Destrucción a toda costa' en el que denuncia los males que aquejan a la zona costera española. La organización ecologista aboga por establecer una moratoria en la construcción de nuevos puertos deportivos -en la provincia hay varios proyectados- y no construir en primera línea de costa «ya que se destruyen los depósitos naturales de arena».
Por su parte, el profesor de la UJI Vicente Martínez, que trabaja en modelos matemáticos de dinámica litoral, considera que «en el momento actual el riesgo más importante es la falta de alimentación natural de las playas desde el continente».
El informe "La crisis del clima. Evidencia del cambio climático", presentado por Greenpeace en Barcelona, prevé un aumento de 20 centímetros en el nivel del mar en el Mediterráneo, lo que implicaría que por cada centímetro de aumento del nivel del agua desaparecería un metro de línea de costa. Además, advierte de que la alteración del oleaje podría provocar la desaparición del 70% de las playas, la salinización de la zona y la destrucción de ecosistemas.
La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) recoge que «el aumento del nivel medio del mar no es el único efecto del cambio climático y advierte de que «también se ha constatado que las características de las tormentas están cambiando, no sólo en la altura de la ola, sino en la duración de la misma, y en el número de veces que éstas suceden». Y la conclusión es clara: «Todo esto está provocando que los temporales sean cada vez más agresivos con el litoral».
Almassora sabe bien a qué se refiere esta advertencia. De diciembre a marzo pasados, la zona de playa de la localidad de La Plana Alta sufrió siete temporales marítimos que obligaron a cortar otras tantas veces el tráfico rodado por el muro, una situación que desató la indignación y la resignación entre los residentes.
La reacción del equipo de gobierno fue reclamar una actuación urgente que paliase los efectos de los reiterados temporales. «Esperamos que la actuación extraordinaria aprobada por el Consejo de Ministros el pasado 29 de enero frene, al menos provisionalmente, la fuerza con la que el oleaje golpea nuestro litoral en su tramo central», declaró el concejal de Playas, Vicente Bernat.
El documento con el que ha trabajado el organismo de cuenca cotempla otros fenómenos que pueden perjudicar a las zonas costeras, donde se concentra la mayor parte de población y se sitúan grandes recursos económicos vinculados al turismo y a la actividad portuaria, como «la variación de la dirección de las corrientes marinas, debidas al cambio de densidades de las masas de aguas inducidas por el cambio climático, que podría producir un retroceso o avance de la línea de playa dependiendo de la naturaleza de misa». Y, por último, advierten de que la entrada de aguas salinas en ciertas zonas también puede ocasionar «un incremento en la salinización de los acuíferos próximos a la costa».
Y la situación puede agravarse si se confirman las predicciones de diversos estudios que auguran que «para las próximas décadas la temporada de lluvia puede quedar reducida a los meses de enero y febrero, y además con episodios más violentos». El catedrático de Geografía Eugenio Burriel o Jorge Olcina, del departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física de la Universidad de Alicante, coinciden en este análisis. Olcina ha alertado en diversos foros que «la cuenca del Mediterráneo es una región-riesgo frente a los peligros de la naturaleza».
Vicente Martínez, profesor del departamento de Matemáticas de la Universitat Jaume I y que trabaja en modelos de dinámica litoral, defiende la necesidad de «desarrollar modelos que permitan simular el comportamiento de las corrientes, el movimiento de sedimentos y prever la dinámica del litoral, ya que serían muy útiles para mejorar la ubicación de los emisarios, adecuar el tiempo de emisión con las corrientes así como observar el lugar y la forma idónea de colocación de los espigones o cualquier otra actuación que consiga retener la arena de forma óptima».
Y es que además de los peligros naturales en forma de fenómenos meteorológicos extremos, el litoral castellonense se enfrenta a la reducción de la aportación de arenas y sedimentos que garantizan la estabilidad de las playas. La urbanización de la costa y las obras de ingeniería como puertos y paseos marítimos interrumpen la circulación de sedimentos norte-sur que mantienen el equilibrio de las playas además de destruir los cordones dunares que fijan la arena. Los ríos -en el caso de Castellón, fundamentalmente el Ebro y en menor medida el Millars- tampoco aportan los sedimentos necesarios para regenerar el litoral de forma natural por la construcción de embalses y el mayor aprovechamiento en regadíos.
A pesar del panorama dibujado, todavía hay soluciones. El profesor de la Jaume I insiste en utilizar los modelos matemáticos de dinámica litoral para definir «qué actuaciones serían idóneas para retener la mayor cantidad de arena posible, por medio de espigones a nivel del mar o submarinos sin interferir en lo posible en el ecosistema».
El profesor Burriel propone «evitar toda nueva ocupación del terreno del mar y de destrucción de dunas litorales», regenerar el cordón dunar donde sea posible y garantizar los aportes de arena «pero no directamente en la playa emergida, sino donde debería haber llegado, a la desembocadura de los ríos, para que el mar la redistribuya en equilibrio con la dinámica litoral». El agua del mar invade la carretera que bordea el muro, en el playa de Almassora, una imagen que cada vez se repite con más frecuencia.
Greenpeace dirige su mirada hacia el litoral todos los años con la presentación de su informe anual 'Destrucción a toda costa' en el que denuncia los males que aquejan a la zona costera española. La organización ecologista aboga por establecer una moratoria en la construcción de nuevos puertos deportivos -en la provincia hay varios proyectados- y no construir en primera línea de costa «ya que se destruyen los depósitos naturales de arena».
Por su parte, el profesor de la UJI Vicente Martínez, que trabaja en modelos matemáticos de dinámica litoral, considera que «en el momento actual el riesgo más importante es la falta de alimentación natural de las playas desde el continente».
El informe "La crisis del clima. Evidencia del cambio climático", presentado por Greenpeace en Barcelona, prevé un aumento de 20 centímetros en el nivel del mar en el Mediterráneo, lo que implicaría que por cada centímetro de aumento del nivel del agua desaparecería un metro de línea de costa. Además, advierte de que la alteración del oleaje podría provocar la desaparición del 70% de las playas, la salinización de la zona y la destrucción de ecosistemas.