The water evacuation of the dams helps to eliminate the 70% of the zebra mussel larvae
Sun, 20/06/2010
El desembalse controlado de las aguas estancadas, donde el mejillón cebra prolifera sin factores limitantes, ayuda a eliminar hasta un 70% de las larvas de la especie, lo que a día de hoy representa el único medio de control en aguas abiertas del molusco. Las larvas muere al llegar al mar, al no soportar altas concentraciones de salinidad.
El mejillón cebra --"Dreissena polymorpha"-- se ha expandido desde su detección en 2001 en el curso bajo del Ebro hasta la cabecera de este río, y también a los afluentes del mismo, como evidencia su detección en diversos tramos del río Segre. La plaga, lejos de remitir, se expande sin encontrar la oposición de depredadores, y obtura canalizaciones de agua, sistemas de riego y tuberías de centrales hidroeléctricas e industrias.
Las pérdidas económicas, según el Gobierno de Aragón, alcanzan los 25 millones de euros, mientras que solo en el caso de Endesa --que controla las tres centrales hidroeléctricas en la parte baja del Ebro-- han supuesto un desembolso de 3,5 millones, según recordó el responsable de Medio Ambiente en los embalses de la compañía, Antoni Palau.
Palau, responsable también del centro de investigación que Endesa montó en el embalse de Riba-roja (Tarragona) tras detectar la presencia de la especie en 2003, señaló que esta presa ha logrado reducir la presencia del molusco gracias a expulsar agua durante los meses de junio y noviembre, cuando el mejillón cebra suele reproducirse, y que ésta se ha demostrado como la medida más eficaz para evitar una proliferación todavía mayor.
El biólogo señaló que la densidad del mejillón cebra alcanzó en Riba-roja los 250.000 ejemplares por metro cuadrado, hasta 16 kilogramos, y el único modo de impedir que los conductos de la central se taponaran fue sustituir las rejas fijas por otras móviles que permitieran su limpieza periódica.
Estudios realizados por Palau muestran que la especie se adhiere a prácticamente cualquier superficie, y aunque compuestos químicos como el cloro logran matarlo, su uso no es posible en aguas abiertas porque eliminaría también el resto de fauna.
Dadas las circunstancias, el uso de microfiltros, el calentamiento del agua por encima de los 34 grados centígrados y la química son las únicas soluciones posibles para evitar su expansión en el interior de infraestructuras, mientras que en aguas abiertas "no hay solución" para acabar con él, reconoció el experto.
DE LA MANO DE OTROS INVASORES
El mejillón cebra llegó al Ebro de la mano de otra fauna invasora introducida para la pesca recreativa, en cubas de hasta 5.000 litros de agua de ríos centroeuropeos donde estaban las larvas, explicó Palau.
El traslado, que siguió durante años sin ningún control, permite que turistas del norte de Europa acudan a poblaciones del Ebro a pescar siluros, blackbass y luciopercas, lo que revitaliza la economía de la zona, pero ha supuesto también la llegada del molusco y que, a día de hoy, las especies autóctonas del río ibérico sean una minoría en la zona de Tarragona.
El mejillón cebra es originario del Mar Caspio y el Mar Negro, llega a medir tres centímetros, vive hasta cuatro años, y es una especie muy prolífica --cada hembra pone unos 40.000 gametos--. Al tratarse de un "gran filtrador", acumula contaminación y ello, junto a su pequeño tamaño, hace que se trate de una especie no comestible.
El mejillón cebra --"Dreissena polymorpha"-- se ha expandido desde su detección en 2001 en el curso bajo del Ebro hasta la cabecera de este río, y también a los afluentes del mismo, como evidencia su detección en diversos tramos del río Segre. La plaga, lejos de remitir, se expande sin encontrar la oposición de depredadores, y obtura canalizaciones de agua, sistemas de riego y tuberías de centrales hidroeléctricas e industrias.
Las pérdidas económicas, según el Gobierno de Aragón, alcanzan los 25 millones de euros, mientras que solo en el caso de Endesa --que controla las tres centrales hidroeléctricas en la parte baja del Ebro-- han supuesto un desembolso de 3,5 millones, según recordó el responsable de Medio Ambiente en los embalses de la compañía, Antoni Palau.
Palau, responsable también del centro de investigación que Endesa montó en el embalse de Riba-roja (Tarragona) tras detectar la presencia de la especie en 2003, señaló que esta presa ha logrado reducir la presencia del molusco gracias a expulsar agua durante los meses de junio y noviembre, cuando el mejillón cebra suele reproducirse, y que ésta se ha demostrado como la medida más eficaz para evitar una proliferación todavía mayor.
El biólogo señaló que la densidad del mejillón cebra alcanzó en Riba-roja los 250.000 ejemplares por metro cuadrado, hasta 16 kilogramos, y el único modo de impedir que los conductos de la central se taponaran fue sustituir las rejas fijas por otras móviles que permitieran su limpieza periódica.
Estudios realizados por Palau muestran que la especie se adhiere a prácticamente cualquier superficie, y aunque compuestos químicos como el cloro logran matarlo, su uso no es posible en aguas abiertas porque eliminaría también el resto de fauna.
Dadas las circunstancias, el uso de microfiltros, el calentamiento del agua por encima de los 34 grados centígrados y la química son las únicas soluciones posibles para evitar su expansión en el interior de infraestructuras, mientras que en aguas abiertas "no hay solución" para acabar con él, reconoció el experto.
DE LA MANO DE OTROS INVASORES
El mejillón cebra llegó al Ebro de la mano de otra fauna invasora introducida para la pesca recreativa, en cubas de hasta 5.000 litros de agua de ríos centroeuropeos donde estaban las larvas, explicó Palau.
El traslado, que siguió durante años sin ningún control, permite que turistas del norte de Europa acudan a poblaciones del Ebro a pescar siluros, blackbass y luciopercas, lo que revitaliza la economía de la zona, pero ha supuesto también la llegada del molusco y que, a día de hoy, las especies autóctonas del río ibérico sean una minoría en la zona de Tarragona.
El mejillón cebra es originario del Mar Caspio y el Mar Negro, llega a medir tres centímetros, vive hasta cuatro años, y es una especie muy prolífica --cada hembra pone unos 40.000 gametos--. Al tratarse de un "gran filtrador", acumula contaminación y ello, junto a su pequeño tamaño, hace que se trate de una especie no comestible.